Conocido como el padre del relato detectivesco, maestro de las narraciones cortas y el escritor que le puso letras al miedo, Edgar Allan Poe es uno de los nombres más reconocidos en la literatura universal, cuyo ingenio sigue siendo admirado y aclamado en diversas partes del mundo.
“El corazón delator”, “La caída de la casa Usher”, “El gato negro” y “Los crímenes de la calle Morgue”, son tan solo algunos de los textos que inmortalizaron a Poe como uno de los mejores cuentistas de todos los tiempos.
Los inicios del relator
Un 19 de enero de 1809, Boston, ciudad estadounidense, vio nacer a Poe en el seno de una familia de actores fracasados. Con tan solo tres años quedó huérfano y más tarde fue acogido por John Allan, un próspero hombre de negocios que junto a su esposa le dieron hogar al pequeño en Richmond, Virginia, y aunque le otorgaron el apellido del matrimonio, nunca fue adoptado legalmente.
Años más tarde, la familia se mudó a Europa y vivió entre Escocia y Londres, donde Poe estudió en colegios ingleses y forjó un nivel cultural elevado aprendiendo a escribir en latín, a hablar francés y, por supuesto, a apreciar los cuentos de terror publicados en las revistas de esa parte del mundo que poseía más afinidad con el género.
Sin embargo, los negocios en el viejo continente no marcharon bien para los Allan Poe y en 1820 regresaron a Richmond. Allí, el joven Edgar ingresó a la Universidad de Virginia, pero fue expulsado tiempo después por comportamiento inapropiado, debido a su afición por el juego y el alcohol. Esto hizo que su padrastro se negara a pagar más por su educación, por lo que Poe abandonó el hogar, se marchó nuevamente a Boston y allí, con unas cuantas pertenencias y poco dinero, empezó su camino como escritor.
De horrores y misterios
Con escasos 18 años, Edgar Allan Poe publicó en 1827 su primer libro titulado ‘Tarmelán y otros poemas’ que pasó desapercibido por el mundo literario. Rápidamente los recursos económicos menguaron y decidió alistarse en el ejército donde también tuvo problemas y fue expulsado, por lo cual partió en 1831 hacia Nueva York donde lo aguardaba el éxito.
En 1833 ganó un premio monetario gracias a la obra ‘Manuscrito hallado en una botella’ y con la ayuda de un amigo logró convertirse en redactor del periódico Southern Baltimore Messenger para el que escribió múltiples narraciones que convirtieron al diario en uno de las más importantes del sur del país.
Seis años más tarde, el mundo fue testigo de su increíble genio al lanzar en Filadelfia ‘Cuentos de los grotesco y arabesco’, texto en el que incluía algunas de sus obras más emblemáticas como ‘La caída de la casa Usher’. Fue así como dio inicio a ese momento cumbre de su carrera que se colmó de éxitos gracias a ‘Los crímenes de la calle Morgue’ y las posteriores publicaciones en 1843 del ‘El escarabajo de oro’, ‘El cuervo y otros poemas’ en 1845 y ‘El barril de amontillado’ en 1846, relatos que abrieron la puerta a ese boom literario conocido más tarde como novela policiaca.
Sin embargo, la vida de Poe descendía a diferencia de su ascendente triunfo. En 1847, Virginia Clemm, su prima con la que se casó en 1833 cuando la muchacha tenía tan solo 13 años, falleció a causa de la tuberculosis. Esto, y las relaciones que mantuvo posteriormente con otras mujeres que resultaron fallidas por su difícil carácter y los incesantes problemas con la bebida, sumieron a Allan Poe en un estado de desesperación.
Dos años después, cuando la vida parecía sonreírle a Poe al concretar un matrimonio con Sarah Royster en 1849, éste desapareció y fue encontrado el 3 de octubre de aquel año en Baltimore, delirando y vistiendo ropas que no eran suyas. Nadie logró explicar por qué estaba en esa ciudad ni qué ocurrió entre el 27 de septiembre y aquel día que fue encontrado y trasladado al Washington College Hospital, donde murió en la madrugada del 7 de octubre.
Los informes médicos desaparecieron al igual que el certificado de defunción, por lo que las extrañas circunstancias del fallecimiento se atribuyeron a tumores, diabetes, sífilis o sobredosis de tranquilizantes. Otras versiones apelaron a que la atmósfera terrorífica de sus narraciones salió de las páginas, y algunos obsesionados con Poe, tras estudiar por años su muerte, concluyeron que todo fue una trampa tendida al escritor para quedarse con sus obras y terminar con su vida.
Maestro de maestros
Varias décadas transcurrieron después de su muerte, y el alcance de las letras de Poe creció de forma imparable, llegando a cientos de lugares del mundo. En España influyó a Gustavo Adolfo Bequer, en Francia inspiró a Julio Verne y en Reino Unido conquistó a Arthur Conan Doyle. Ni el alemán Franz Kafka o el estadounidense Stephen King se resistieron a los encantos del maestro del género detectivesco, adaptando en sus obras los elementos tratados casi un siglo antes por Poe como el ritmo de la historia, la muerte como tema esencial y el sentimiento de culpabilidad.
Latinoamérica no fue la excepción. Gabriel García Márquez en su momento expresó sobre los relatos de Poe: “Conan Doyle, S.S Van Dyne, Ellery Queen, no estarían quizá disfrutando de su justo prestigio si no se hubieran escrito ‘Las narraciones extraordinarias’ o ‘Los crímenes de la calle Morgue’.”
El argentino Julio Cortázar confesó siempre su fascinación por las creaciones de Allan Poe que lo cautivaron desde niño. Tras estudiar sus técnicas narrativas y gracias a su manejo del inglés, tradujo en unas vacaciones a París numerosas obras del estadounidense en las que, con su previo conocimiento de ellas, no solo incluyó notas y prólogos, sino que también logró pasar a su lengua materna las profundas ideas que Poe transmitió en sus escritos.
Jorge Luis Borges, al igual que su compatriota Cortázar, dedicó artículos, conferencias y entrevistas a la trayectoria artística y personal de Poe. Por su parte, el uruguayo Horacio Quiroga tuvo, tanto en su vida como en su obra, similitudes innegables en el estilo y la melancolía del maestro del terror.
La lista se extiende por México con Carlos Fuentes, Perú con Mario Vargas Llosa y varios lugares más que no olvidan al genio atormentado, incomprendido en su época y alabado por las generaciones posteriores que hoy en día recuerdan su monumental legado para la literatura universal.