Un collage de crónicas y un libro de cuentos inspirados en la ciudad argentina de Dean Funes es lo que presentan los escritores homónimos Eduardo Bechara Navratilova, colombiano, y Eduardo Bechara Bacarat, argentino, en el marco de la 25 Feria Internacional del Libro de Bogotá.
Ellos, además del nombre, el gusto por la literatura y algunos rasgos físicos (aunque no son familia), comparten una historia de coincidencias que los llevó a conocerse e iniciar un trabajo literario en compañía. Tras participar en la Feria de Libro de Buenos Aires, mañana a las 7:00 p.m. en el Salón José María Vargas Vila presentan los libros Mendigo por un día y otras crónicas y Patria al Viento, los cuales son una coedición entre las editoriales Ediciones Del Boulevard (cordobesa) y Escarabajo Editorial (colombiana).
En Mendigo por un día y otras crónicas, cuarto trabajo literario de Bechara Navratilova, expone el resultado de sus últimos viajes. Vivencias en ciudades como Atlantic City, New York, Filadelfia, Martinesville, Virginia, Praga, Salvador y Bogotá, donde aborda temas coyunturales como el concierto de Juanes, en ese momento histórico en el que Colombia y Venezuela estaban al borde de la guerra, la marcha mundial en contra de las Farc, sostiene un conversación con el Pibe Valderrama y hasta se disfraza de mendigo y sale a pedir dinero para experimentar la alienación que siente un indigente.
Patria del viento, segunda obra del argentino, es un manifiesto a favor de la memoria, Deán Funes es una ciudad argentina de pasado glamoroso y es el lugar en el que Eduardo Bechara Baracat ubica un conjunto de cuentos que exploran temas como el arte, la muerte, el fracaso, la identidad, la modernidad y el olvido. A través de personajes marginales, políticos truhanes, ancestros heroicos, guitarreros bohemios y artistas, el autor se adentra en la existencia humana. Lo lúdico, lo inocente, lo fantástico y demás emociones que se pierden con la llegada de la adultez, son abordadas a través de las voces narrativas que convergen en un mismo lugar geográfico.
La historia de los dos hermanos
Aunque genéticamente no son familiares, ellos se consideran como hermanos. “En el año 2008 -cuenta el Bechara argentino- mi hermana Astrid me avisó sobre la existencia de un blog en donde había un tipo que era igual a mí. Pasaron unos seis meses. Mi hermana me llamó de nuevo y me obligó a que viera las fotos del blog. Cuando las vi me quedé petrificado porque vi mis mismos rasgos, el tipo era más parecido a mí que yo mismo... Había algo muy raro en todo aquello, porque a los dos nos apasionaba la literatura. Entonces le escribí un email, en tono paródico, sobre la importancia de llamarse Eduardo Bechara, y preguntándole si había tenido las mismas dificultades que yo creciendo con esa cara de loco y esa nariz. No me contestó por unos días y pensé que se había ofendido, porque me gusta hacer chistes. Es que soy cordobés de Dean Funes, donde ya hace tiempo que nadie habla en serio”.
Entonces, el Bechara colombiano le respondió a su homónimo argentino. No estaba ofendido, sino muy ocupado terminando su maestría de Profesor en Escritura Creativa en la Universidad de Temple. A partir de ahí, inicia una relación que perdura y asombra.
Su encuentro se produjo en el 2010, en Itacaré, un hermoso pueblito de la Bahía brasileña, en la posada de Baracat. Navratilova afirma: “Baracat es un gran escritor, tiene mucha narrativa, mucho humor. Conocernos me cambió la vida, estoy ligado indisolublemente a él”.
Valerie, un amor para dos
El Bechara argentino jamás había entendido hasta entonces por qué Valérie, una joven francesa de quien se había enamorado en El Cairo, le escribía correos electrónicos que titulaba La Novia del Torero. “¿Qué me quiere decir? No me siento un torero, y si lo fuera, sería pésimo y encima estoy en contra de las corridas de toros”, pensaba. Baracat (el argentino) suponía entonces que ella se consideraba su novia y que lo veía a él como un matador. “Puedo ser tu torero si vos querés”, le escribió en uno de sus mensajes de respuesta. Años después, los Bechara finalmente se conocieron. Y cuando el colombiano le mostró su obra, notó que era autor de un libro llamado... La Novia del Torero... Ahí el cordobés comprendió que la dulce Valerie no estaba enamorada de él, sino de su homónimo.