La reina cierra los ojos, parece momentáneamente alejada de todas las obligaciones de la Corona en una de las imágenes más sorprendentes de la exposición de 60 retratos de Isabel II que se inaugura el jueves coincidiendo con las celebraciones de su Jubileo.
Este holograma del fotógrafo Chris Levine muestra sólo una de las múltiples facetas de la soberana que revela esta muestra instalada en la National Portrait Gallery de Londres a través de posados oficiales, imágenes espontáneas e incluso la irreverente portada del disco más famoso de los Sex Pistols.
"La reina sigue siendo un personaje fascinante, un enigma", señaló Paul Moorhouse, comisario de esta exposición itinerante. "Algunos retratos plantean realmente preguntas: '¿Necesitamos una reina? ¿Para qué sirve?'", agregó.
En 60 años de reinado, la representación de la soberana cambió radicalmente y salió del marco inmutable de generaciones de soberanos británicos.
"Creo que la decisión tomada en los años 60 de liberarse de la imagen regia y tratar de ser más normal, más cercana a sus súbditos fue un paso arriesgado", explicó Moorhouse.
Se refería a la época en la que la reina invitó a las cámaras de televisión a desayunar en el palacio de Buckingham y posó, sonriente, con sus hijos en brazos.
"Cuando uno se vuelve más informal, se puede producir un poco de desacato, y eso es lo que ocurrió", agregó.
En los años 70, los Sex Pistols compararon la monarquía con un "régimen fascista" y su versión de "God Save The Queen" fue duramente censurada. La portada del disco, en la que la reina aparece con los ojos y la boca tapados, "sigue creando polémica todavía hoy", explica el comisario de la exposición.
La monarquía atravesó una crisis importante durante las dos décadas siguientes, con los divorcios sucesivos de los hijos de la reina, el incendio en el castillo de Windsor y como colofón la muerte de Diana en 1997.
La máscara de impasibilidad de la reina se agrieta: se la ve asustada, con gabardina, delante de su castillo devastado, y cinco años más tarde muda, de estricto luto, ante los ramos depositados en homenaje a Diana frente al castillo de Buckingham.
Desde entonces, la reina "se volvió a ganar el afecto y respeto de la nación", constató Paul Moorhouse, pero su representación cambió para siempre.
La formalidad se relaja, los artistas dan su visión personal. Lucian Freud, fiel a su estilo, hace de ella un retrato poco favorecedor.
Hew Locke, que creció en Guyana, país miembro de la Commonwealth, reivindica un retrato vuduista de la reina, con el rostro hecho de baratijas de plástico que parece "rezumar como una fruta tropical podrida".
Aunque dice que no es "ni monárquico, ni republicano", considera incongruente "haber crecido en un país multicultural en el que el jefe de Estado era blanco y el resto del país negro".
Al contrario, Chris Levine, autor del retrato de la reina con los ojos cerrados, confiesa sentir por ella "una afecto genuino". "Es una anciana muy querida" y una "persona muy poderosa", dice. Y si a veces parece impenetrable, es porque tuvo que armarse "para protegerse de tanta atención".
El caparazón permite ver a veces una mujer sencilla y cálida. La fotógraga estadounidense Eve Arnold la capturó en 1968 sonriente bajo su paraguas, con la mirada fija en el cielo. Patrick Lichfield la inmortaliza distendida, riendo abiertamente a bordo de su querido "Britannia", el yate real jubilado en 1997.
"La gente consideraba a Diana muy 'glamorosa', y ahora está ocurriendo lo mismo con Kate Middleton. Pero se olvidan de que a los 24 la reina era también considerada una mujer muy atractiva, incluso por Winston Churchill", recordó Paul Moorhouse