HAY UNA lección que todos estamos destinados a aprender tarde o temprano. Algunas personas, sobre todo en generaciones pasadas, contaban con lecciones desde muy jóvenes a manos de padres estrictos. Algunas otras, especialmente hoy en día, se reúsan a reflexionar sin importar cuánto el mundo intente mostrárselas. Esta enseñanza es muy sencilla y se puede expresar en unas pocas palabras, pero conocerlas, desafortunadamente, no suele implicar que la lección haya sido aprendida. Estas, según la organización Performia, son las siguientes.
“Deja de huir de las cosas que no te gustan”
Cuando huyes de algo, tarde o temprano volverá por ti. Y cuando solo escapas de las cosas que no te gustan, tu vida se llenará de lo que no te gusta. El estudiante que soluciona su disgusto por la monotonía de las lecturas universitarias evitándolas por completo, terminará perdiendo su carrera o haciendo un trabajo igual de monótono. Una persona que ha dejado a todas sus parejas ante un solo momento difícil, se encontrará con estos momentos mucho más a menudo, siempre que consiga compañero nuevamente.
En la vida real estas situaciones suelen ser más complejas y algo enredadas, pero, aunque parezca no ser el caso a veces, si se escarba un poco, siempre encontrará que esta regla funciona, al fin y al cabo.
Detrás de estas palabras está la solución a la mayoría de los problemas de las personas. Pero por más que sean sencillas de escribir, la idea detrás de ellas no podría ser más difícil de llevar a cabo. Si huimos de las cosas, es usualmente porque somos incapaces de manejar la situación o las emociones que nos genera. Y entre más se escapa de algo, resulta más difícil se volverá dejar de hacerlo. Entre más huimos de algo, más reforzaremos el miedo que tenemos por enfrentarlo.
Aquello de lo que huimos puede ser una situación, un animal, una persona o incluso, una emoción o un pensamiento. Y especialmente, en estos dos últimos casos, entre más intentemos huir de lo que se encuentra en nuestra cabeza, más tienden en aparecer y menos capaces seremos de alejarlas de nuevo. Y entre menos las enfrentemos, más esclavos nos volveremos de dicha cosa.
Y te aseguro, todos somos culpables de esto en alguna medida en algún área de nuestra vida. Pero al mismo tiempo, tenemos la capacidad de mejorar, aunque sea poco a poco. Y desde hace mucho tiempo que hay personas que intentan mejorar su situación y la de sus congéneres. La meditación, por ejemplo, es una práctica más vieja que Cristo, y gran parte de su propósito es lograr enfrentar los propios pensamientos, al igual que el mundo exterior, sin que estos afecten el estado del individuo. Pero, aunque esta disciplina es una buena manera de entrenar la mente para dejar de huir, y ciertamente merece un intento de cualquier persona, el propósito no es convencerse de la meditación, ni de que hagas ninguna práctica en concreto para mejorar en este aspecto.
El objetivo es que, sencillamente, reconozcas de qué plano de tu vida huyes y que intentes, poco a poco, dejar de hacerlo. Usa el método que prefieras. Pero, en esencia, deberías intentar confrontar las adversidades en tu vida. Cada vez encarar las dificultades un poco más y voltear la mirada un poco menos, porque cuando seas realmente capaz de enfrentarlas, serás capaz de arreglarlas.