En Colombia, el Carnaval de Barranquilla, uno de los más famosos de Latinoamérica después del de Rio, dio lugar a una singular comparsa: una danza de perdón entre los excombatientes desmovilizados de grupos armados ilegales junto a sus víctimas.
En el desfile de la Gran Parada de la Tradición del Carnaval de Barranquilla, 40 personas divididas por un conflicto de más de medio siglo sellaron su reconciliación a ritmo de tambores juntando sus manos en una coreografía organizada por la alcaldía de este puerto sobre el Caribe.
"Estamos en un proceso, estamos en la búsqueda del perdón", aseguró Araceli Calvo, exintegrante de las disueltas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), quien dejó ese grupo paramilitar hace seis años.
Las AUC, que en medio de su combate a las guerrillas izquierdistas asesinaron a miles de civiles, se desmovilizaron entre 2003 y 2006, durante el gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010).
Después de dejar ese grupo armado y en el marco del carnaval, Araceli cambió las armas por las peinillas con las que preparó a sus compañeras -entre ellas varias víctimas del conflicto armado- para el gran momento.
"Es una forma de pedir perdón y de pedirle aceptación a la sociedad nuevamente", añadió.
- "Todos somos víctimas" -
Las víctimas del conflicto también manifestaron su deseo de cerrar viejas heridas al son del Congo, la típica danza del Carnaval de Barranquilla, una fiesta designada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco hace diez años.
"Yo les digo (a los victimarios): hoy todos somos víctimas, ustedes como desmovilizados y nosotros como las víctimas de toda la vida. Somos un solo grupo", aseguró Giovanny Romo, cuyo padre fue asesinado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, comunistas).
Fundada en 1964, esa guerrilla es la más antigua del continente, con entre 7.000 y 8.000 integrantes, y actualmente negocia un acuerdo de paz con el gobierno, en conversaciones que tienen lugar en Cuba hace 16 meses.
"No quiero que el dolor que he llevado durante todos estos años pase a mis hijos, no quiero que sientan odio por nadie", dijo Romo a la AFP, mientras conversaba al lado de una pila de sombreros de rosas verdes, amarillas y rojas que hacen parte del atuendo masculino del grupo.
Luego de exiliarse en España tras el asesinato de su padre, Romo volvió a Colombia con la intención de perdonar. "Hay que esforzarse, verdad que es difícil pero hay que intentarlo", reconoció.
Antes, algunos victimarios se pintaban la cara para camuflarse en la selva. Ahora se la pintaron con los colores del carnaval.
Mientras, las víctimas sonríen, mueven los pies y las caderas al ritmo de tambores y guacharacas -instrumento típico de la Costa Atlántica colombiana-, de la mano de quienes les arrebataron a sus familiares cercanos.
Un panorama que, esperan, se repita con las negociaciones de paz en curso: "Es muy importante que los colombianos apoyemos estos procesos. Si nosotros vamos aprendiendo a perdonar y a convivir y a bailar, todo el mundo puede", afirmó Romo.