Cuba “despierta” una revolución musical | El Nuevo Siglo
Viernes, 30 de Agosto de 2013

En laCuba de los años 40 y 50, mientras los escenarios del país se llenaban por cuenta de las mejores orquestas, para los jóvenes que soñaban con ser artistas la única opción era ‘pesetear’ en bares y calles con su talento.

 

Así empezaron tres de las figuras más representativas de la música cubana: Amparito Valencia, la vedette y reina de la rumba; el bolerista Héctor Téllez; y Rolando Verdés ‘Peligro’, uno de los soneros más aclamados.

Mientras Héctor cantaba en los bares para ayudar a su familia, Amparito se camuflaba tras las cortinas de los talleres de ensayos para poder espiar a los cantantes que estaban en la cima. Ambos coinciden en que tenían el don, ese ángel que se necesita para impactar en el escenario, pero carecían de oportunidades. “Tenías que saberte todas las canciones, o sino no te daban la peseta.”, recuerda Héctor, una de las mejores voces masculinas del bolero.

Manteniendo la certeza de contar con ese don que los haría grandes, junto con mucho trabajo empírico y aferrados siempre a los acetatos de sus antecesores como Beny Moré o Miguel Matamoros, lograron consolidarse como los mejores representantes de la música cubana tradicional que siguen activos.

 

La huella de la dictadura

 

Los cubanos recibieron el año 59 con el acontecimiento que dividiría para siempre la historia del país: la llegada del comunismo a la cabeza de Fidel Castro. Las decisiones políticas, económicas y sociales trajeron una alta dosis de represión y descontento.

Pero en lo cultural se abrirían nuevas puertas para esos jóvenes que antes tenían que luchar, sin ningún medio, por convertirse en músicos, cineastas o bailarines. Amparito cuenta que “la revolución ha permitido el acceso a formación a través por ejemplo de la Escuela Nacional de Arte o la Escuela Nacional de Cine”.

Aunque estas oportunidades de educación fueron un impulso muy fuerte para la música nacional, este se vio frenado en 1960 con el bloqueo de Estados Unidos a la isla. A partir de ese momento, las disqueras cancelaron sus contratos y a los ojos del mundo la música cubana se quedaría estancada en los años 50. Esto, según Héctor Téllez, “lo aprovecharon países como Puerto Rico y República Dominicana. El son cubano dejó de exportarse y de ahí sacaron los insumos para la salsa”.

Sin embargo, el país seguía produciendo músicos de calidad, incluso con un mayor recorrido profesional. Así se formó la nueva generación, de donde salieron algunos de los que más suenan hoy en la isla: Lariksa Bacallao, bailarina y cantante de rumba; Vannia Borges, quien se mueve entre la salsa y el bolero; y Pedro Lugo ‘El Nene’, el sonero más conmovedor.

Crecieron en barrios pequeños y familias humildes, pero era precisamente ahí donde la tradición musical de su país se arraigaba con más fuerza. ‘El Nene’ Lugo recuerda que de tanto escuchar los discos que ponía su mamá todo el día, le fue cogiendo el gusto a las melodías de su tierra. En las calles de su barrio los vecinos solían juntarse para el bembé, un ritual heredado de los esclavos africanos en el que con instrumentos de percusión y voces se le canta a los santos.

En el caso de Laritza la tradición es aún más fuerte, pues pertenece al emblemático clan de los Bacallao, una familia que hizo historia con su paso por la Orquesta Aragón.  Heredó el baile de su abuelo y el canto de su padre, que ahora la mantienen como una de las artistas más escuchadas en Cuba. Las grandes orquestas también fueron escuela para Vannia Borges; esta profesora de piano se dio a conocer como la diva de Bamboleo.

 

Dos generaciones, una tarima

 

En la Cuba de hoy conviven la antigua y la nueva generación de músicos. Una preocupación de ambas es que la música tradicional cubana pierda su esencia con el paso del tiempo. Por eso estos seis artistas que representan lo más esencial de la música cubana en sus tres géneros bandera, se reúnen en Colombia para presentar el proyecto Buena Vista Revolution, en el que la vieja guardia le cede el legado a las nuevas voces.

Raúl Clavelo de la Torre, director artístico de este encuentro, explica su objetivo: “Nuestra generación siente la necesidad de agradecerle a los viejos el altar en el que dejaron la música cubana. Además, es necesario que el público se entere de que el son, el bolero y la charanga sí se siguieron produciendo en Cuba”.

Precisamente fue Buenavista Social Club la institución que logró devolverle una posición a Cuba en el escenario de la música internacional. Su alcance fue tal que marcaron un estilo para la generación de artistas tradicionales. De ahí el nombre Buena Vista Revolution: “habla de un encuentro generacional entre los viejos y los jóvenes: los viejos, Buena Vista; y los jóvenes, Revolution”, explica Raúl.

Hoy en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá y mañana en el Jorge Isaacs de Cali tendrá lugar  este show en el que cada género tendrá su turno para recibir a dúo a las figuras de ambas generaciones. Primero, Héctor Téllez invitará a su relevo, Vannia Borges; luego ‘Peligro’ y ‘El Nene’ unirán sus voces en un solo sentimiento; y finalmente, las embajadoras de la rumba, Laritza y Amparito, pondrán a bailar a todos los asistentes. El invitado será Son Mojito, un grupo de jóvenes caleños que interpretan los clásicos de la música antillana desde un concepto novedoso. Un encuentro para demostrarle al mundo que ni la historia política de la isla puede impedir que los cubanos sigan sintiendo la magia del son, la rumba y el bolero.