Una de las siete maravillas del mundo moderno y principal atracción turística de Brasil, convertido en inspiración de grandes artistas y en un símbolo que trascendió lo religioso, festeja el miércoles 80 años de brazos abiertos.
La estatua de 38 metros de altura, contando su pedestal, está ubicada en la cima del morro del Corcovado, a 710 metros de altura sobre el nivel del mar y rodeado de la inmensa floresta de Tijuca. Recibe más de un millón de visitantes anuales.
"Esta es la cosa más maravillosa que he visto en toda mi vida", exclama emocionado un pequeño que llega en un paseo escolar junto a sus compañeros, que como él y la mayoría de los visitantes, quedan boquiabiertos con la imagen.
A pocos metros, echado en el piso, Julián Andujar le pide a su esposa Ana María Pérez que pose para la tradicional foto con el Cristo de fondo. "Un poco más a la izquierda, ahora un paso a la derecha... Ahora no salen los brazos", protesta mientras consigue el encuadre perfecto.
"A mí me emocionó y casi se me salen las lágrimas cuando lo vi", comenta a la AFP Ana María, una vez tomada la foto. Esta pareja de españoles, casados desde hace 45 años, visitan por primera vez Brasil y aseguran que lo que más les impresionó fue el Cristo.
"Es espectacular, tiene una mirada de emoción, de perdón", dice Julián.
Como Ana María, todos quieren una foto con el Cristo. Chicos, adultos y ancianos imitan la abertura de brazos para capturar el recuerdo en la cámara fotográfica.
"Ahora me voy al hotel y la publico de una vez en mi perfil de Facebook", anuncia entre risas Luciano Troiva, que a sus 34 años viajó por primera vez a Rio desde el sur del país. "Es muy emocionate", añade.
En un extremo del mirador, Nurten Bigakli, de Turquía, toma las manos de sus amigas Inci y Selma "para rezar por nuestra familia, nuestros niños".
"Estamos más cerca del cielo, en el tope de una maravillosa montaña, es maravilloso", dice esta mujer de 48 años.
Todo comenzó con un concurso organizado por la Iglesia católica en 1921 para construir un monumento religioso para el centenario de la Independencia de Brasil (1822).
El ganador fue el ingeniero brasileño Heitor da Silva Costa, que consagró 10 años al proyecto. El artista plástico brasileño Carlos Oswald hizo el diseño final de la estatua, que fue ejecutada por el francés Paul Landowski.
El monumento fue inaugurado el 12 de octubre de 1931. En 1973 fue declarado monumento histórico y en 2007 una de las siete maravillas del mundo moderno.
"Es el gran símbolo de Brasil, de nuestra nación", dice con orgullo el sacerdote católico Omar Raposo, rector del santuario del Cristo Redentor, en una entrevista con la AFP.
Según Raposo, la octogenaria estatua "se expandió más allá de la religión". "Es un lugar privilegiado, aquí participa el budista, el musulmán, el judío, el protestante, el católico. Aquí todo el mundo se encuentra en una hermandad muy interesante".
Cada mañana, Raposo recorre el mirador del Cristo rociando agua bendita y rezando con los visitantes la oración del 'padre nuestro' a la vez que lanza vítores a la imagen. "Vamos a darle un viva al Cristo Redentor... ¡Que viva el Cristo!", exclama para recibir un "¡Viva!" en coro por los presentes.
El monumento ha inspirado a importantes músicos de Brasil como Antonio Carlos Jobim, que se refiere a él en su 'Samba do Aviao', y Gilberto Gil, que en 'Expresso 2222' describe al Cristo "como quien va subiendo al cielo". Otras bandas contrastaban su simbolismo con la realidad social carioca.
"Brazos siempre abiertos, pero sin proteger a nadie", cantaba el intérprete y compositor Cazuza, así como la banda Paralamas do Sucesso estimó que "la ciudad, que tiene los brazos abiertos en la postal, tiene los puños cerrados en la vida real".
Entre los festejos se destacan una bendición, una misa multitudinaria y una torta de ocho metros de altura en el Corcovado el miércoles, así como decenas conciertos por todo Rio de Janeiro.
AFP