Explorador, inventor, cineasta, ecologista. El documental “Cousteau” se sumerge en la vida del legendario comandante del gorro rojo, mostrando las múltiples facetas del que fuese uno de los franceses más famosos del mundo.
“Yo crecí con Cousteau, y crecí viendo sus programas… Mi sensación era que estaba volviendo a ver a este héroe de mi infancia, y que habían aspectos de su vida que yo no conocía”, dijo Liz Garbus, a cargo del largometraje que fue estrenado este viernes en los cines de Estados Unidos y el mes próximo llegará a Francia.
Para recorrer la trayectoria de Jacques-Yves Cousteau (1910-1997), Garbus accedió a centenas de horas de archivos de la Sociedad Cousteau. Ella eligió concentrarse en sus imágenes, algunas inéditas, sin filmar nuevas tomas.
Le puede interesar: Ola de novelas sobre pandemia se acerca a las librerías
“Cousteau era un cineasta y sus imágenes eran tan revolucionarias que quería que el espectador se viese sumergido en ellas”, comentó a la AFP esta realizadora, dos veces nominada al Oscar.
La primera sorpresa de este documental es que la leyenda de la exploración submarina se dedicaba inicialmente a la aviación. A los 26 años, acababa de entrar a la fuerza aérea naval como estudiante de piloto cuando un accidente de auto lo lesionó gravemente.
Durante su convalecencia en Toulon, le aconsejaron que hiciese rehabilitación con la pesca submarina, algo que cambiaría su vida.
“Desde que metí la cabeza en el agua comprendí, tuve un shock: un dominio inmenso y completamente virgen para ser explorado”, dijo Cousteau sobre este encuentro.
Su pasión era tal que se convirtió en “inventor por necesidad”. Inspirado por los bocetos “un poco locos” de Leonardo da Vinci, tomó prestado un regulador destinado para los motores de autos y concibió, junto con el ingeniero Emile Gagnant, la escafandra autónoma que es utilizada hoy en día por todos los buzos.
“Quería ser completamente independiente”, dijo el famoso explorador.
Después de la guerra, Cousteau lanzó la primera expedición a bordo del célebre “Calypso”, un barco cazaminas reconvertido con el cual zarpó hacia el Mar Rojo en 1951. Cousteau filmó todo gracias a su escafandra y a las carcasas para la cámara a prueba de agua que también diseñó.
Al igual que sus contemporáneos en la época, Cousteau no mostraba tener una verdadera conciencia ecológica. El explorador utilizaba explosivos para enviar los peces a la superficie.
Para financiar el “Calypso”, Cousteau incluso realizó algunas prospecciones petroleras, que descubrió al pasar por Abu Dhabi. “Creo que fui ingenuo… ¡pero no tenía ni un centavo!”, alegaría después al abrazar la protección del medio ambiente, una vocación que le llegaría mucho después.
“El mar en peligro”
En los años 1950, Cousteau comenzó a hacer cine, su pasión después de la adolescencia, para mostrar el espectáculo grandioso que descubría en las profundidades.
Propuso a los estudios Columbia “un guion falso, apenas para conseguir el dinero” y firmó una obra maestra que dejaría huella. “El mundo del silencio” ganó la Palma de Oro en Cannes en 1956 y el Oscar al mejor documental el año siguiente.
Se enfureció cuando vio sus películas calificadas de “documentales”, explicando que sus cintas eran “verdaderas películas de aventura”, destacó Garbus.
Diez años después, dejaría el cine para entrar en la televisión con una serie de documentales sobre la vida submarina financiada por Hollywood. Sería la primera del género. “Un sacrificio estético” era el precio a pagar para “llegar rápidamente a millones de personas”.
A través de más de 115 películas para televisión y 50 libros, el Capitán Cousteau abrió los océanos a millones de hogares.
A esa altura Cousteau era muy consciente de la necesidad de movilizar a un público mayor para preservar los océanos y el medioambiente.
Sus películas se volvieron más pesimistas, “ya no se trata de pequeños peces bonitos, sino del futuro de la humanidad”, dijo el explorador. Así nació su faceta ecologista que, desde 1971, alertó a los congresistas estadounidenses sobre “el mar en peligro”.
Luchó por defender el medioambiente hasta el final, y gracias a su inmensa popularidad consiguió que la Antártida se declarase como santuario. En 1989, ya hablaba del riesgo climático en una época en la cual no se tomaba en serio el calentamiento global.
Prueba de su influencia, en la Cumbre de la Tierra, celebrada en 1992 en Rio de Janeiro, Cousteau era la única persona en la foto oficial sin un cargo de poder.
“Lo que Cousteau fue capaz de hacer por todo el amor que él construyó durante décadas, materializar ese amor y ese respeto en algo que era un mensaje crucial... No hay alguien que tenga ese poder hoy en día”, comentó Garbus.
Su pasión por el cuidado del medioambiente lo llevó a obtener grandes reconocimientos y posicionarse como una gran figura en el área, ya que fue miembro de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, y también fue director del Museo Oceanográfico de Mónaco durante 30 años.
En 1977, Naciones Unidas le otorgó el Premio Ambiental Internacional. Recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de los Estados Unidos en 1985. Luego, en 1988, fue inscrito en el Cuadro de Honor de Protección Ambiental Global 500 del Programa Ambiental de las Naciones Unidas y recibió el Premio Centenario de la National Geographic Society. Lleno de galardones, fue elegido miembro de la Académie française en 1989.
El capitán Cousteau murió el 25 de junio de 1997, a la edad de 87 años. “El hombre se ha ido pero su mensaje nunca ha estado más vivo. La Sociedad Cousteau y Equipe Cousteau lo mantienen siempre a la vanguardia de la conciencia pública”, señaló la Sociedad.