Italia conmemora el domingo en la pequeña isla toscana del Giglio con misas y ceremonias oficiales, ante la presencia de sobrevivientes y familiares de las víctimas, el primer aniversario del naufragio del crucero de lujo "Costa Concordia", ocurrido el fatídico viernes 13 de enero del 2012.
El buque gigante, que transportaba 4.229 personas de 60 nacionalidades, chocó hace un año durante una noche fría contra los arrecifes causando la muerte de 32 personas, dos de las cuales resultan desaparecidas, dado que sus cuerpos no han sido encontrados.
Encallado frente a la isla mediterránea, el enorme crucero yace semihundido sobre un costado a la espera de que un equipo de expertos inicie, probablemente en septiembre, la compleja e inédita operación de rescate para enderezarlo y trasladarlo entero a un puerto italiano.
Las ceremonias iniciarán el domingo a las 09H00 GMT con el lanzamiento al mar de un pedazo de la roca con la que el crucero chocó con los nombres grabados de las víctimas, entre ellas una niña de cinco años y dos latinoamericanos, de nacionalidad peruana, que formaban parte de la tripulación.
Una misa será oficiada en la pequeña iglesia en la que cientos de náufragos se refugiaron esa noche tras haber sido evacuados en medio del caos.
Las autoridades otorgarán también varias medallas a los socorristas, que gracias a su coraje y solidaridad salvaron a miles personas evitando una tragedia de mayores dimensiones.
A las 20H45, la hora exacta en que se produjo el accidente, barcos de pescadores y buques sonarán sus sirenas.
Luego ha sido programado un concierto de música clásica.
"Será una jornada muy triste. El aniversario nos hace rememorar esos momentos trágicos", contó a la AFP el alcalde de Giglio, Sergio Ortelli.
Para él, el momento más difícil será cuando recibirá a los familiares de las víctimas: "Será como revivir el drama", confesó.
Varias misas han sido programadas en numerosas ciudades del mundo, en donde residen los sobrevivientes.
Una amplia delegación proveniente de Francia participará en las conmemoraciones del Giglio, mientras la compañía propietaria del buque, Costa Crociere, organizó varias ceremonias religiosas hinduistas en India, budistas en China y musulmanas en Jakarta y Bali, para rendir homenaje a los sobrevivientes y víctimas de esas religiones.
En Lima, capital de Perú y en Manila, capital de Filipinas, han sido programadas dos misas católicas, mientras todas las oficinas y embarcaciones de la compañía de navegación izarán sus banderas a media asta.
De las treinta víctimas identificadas, doce son de nacionalidad alemana, seis francesa, seis italiana, dos estadounidense, una húngara, una española además de peruana.
Los víctimas, cuyos cuerpos no han sido encontrados, son un indio de la tripulación y una pasajera italiana.
"Desde hace doce meses me despierto todas las mañanas con la esperanza de recibir una llamada que me informe sobre su paradero. Necesito una tumba para llorarla", contó el marido, Elio Vincenzi.
"No pido venganza sino justicia", reiteró Vincenzi.
El tribunal de Grosseto, en Toscana, encargado de la investigación, decidió abrir un juicio contra ocho personas, entre ellas los directivos de Costa Crociere, propietaria del crucero, y varios oficiales que se encontraban a bordo.
En la lista figura el capitán del navío, Francesco Schettino, acusado de haber provocado el naufragio al efectuar una parada demasiado cerca de la costa y de haber abandonado el barco en plena evacuación,
Schettino actualmente no puede salir del municipio en que reside sin autorización judicial tras haber pasado varios meses en detención domiciliaria.
El "capitán cobarde", como suele ser apodado, lamentó el lunes de que lo "describan peor que a Bin Laden" y sostiene que salvó numerosas vidas al decidir encallar el buque en una superficie no muy profunda y evitar que se hundiera completamente.
"Han ridiculizado no sólo mis 30 años de trabajo y de experiencia en todo el mundo, sino, que he sido expuesto a las críticas, a menudo injustas, en todo el planeta", declaró al diario La Stampa.
La versión de Schettino no convence a la opinión pública, ya que fue uno de los primeros en abandonar el barco mientras se hundía.
AFP