Hacer un recorrido por el trabajo del artista Luis Caballero desde sus inicios hasta sus últimos lienzos es la invitación que hace la Galería El Museo, escenario que celebrará un año más de la muerte de este maestro de la pintura colombiana con “Homenaje 25 años después”, una exposición que recoge cerca de 250 de sus obras más importantes.
La muestra, que estará abierta hasta el 20 de agosto de forma virtual con la que se podrá hacer una visita en 360 grados, rinde homenaje al maestro Luis Caballero, uno de los artistas colombianos más importantes del siglo XX. En la exposición se podrá recorrer desde sus primeros pasos hasta las últimas obras, donde el cuerpo humano le sirve como fuente a sus emociones y sentimientos, a la vez que se manifiestan en su acercamiento a lo místico, el erotismo y la violencia.
Su trabajo, dominado por la magnitud de la desnudez, insistía en la pintura figurativa a través del gesto apasionado. Para Caballero, el momento reflexivo sobre la anatomía era de gozo y deseo, estudiaba la pose, acariciaba los ángulos, en una perpetua exploración para crear una imagen sagrada. La ambigüedad exaltada en su obra conmueve y confronta al público todo el tiempo, llevándolo de la mano a entender ese estado de gracia único en el que Caballero creó su obra.
Luis Caballero fue un alumno silencioso y devorado por la timidez; tironeado entre la herencia de una familia de filósofos ironistas y por su propia errática fragilidad personal. Era preciso que descubriera el erotismo como camino y meta; como la forma ambigua que más convenía a sus dolorosas indecisiones, espoleadas, además por un enorme talento. En 1968 Caballero pinta el políptico “La Cámara del Amor”, para la Bienal de Coltejer, siendo este el evento de las artes plásticas más importante en Latinoamérica para ese entonces.
Caballero buscaba crear un espacio donde el público se adentrara en la obra y fuera tocado. Las figuras de Caballero reflejaban una necesidad de unión y desgarro, que se contraponía a las corrientes de abstracción que se daban por esa época. En 1966 realiza su primera exposición en París y en 1968 se radica allí, lugar donde establece su estudio.
En los años setenta ya en París, sus figuras fueron adquiriendo gradualmente el detalle anatómico que había estado ausente en sus pinturas anteriores concentrándose en el desnudo masculino. Su obra para ese momento, reflejaba las influencias del trabajo de artistas como Francis Bacon, William Kooning y Jean Dubuffet donde usaba la reiteración de la figura, el sentido de lo erótico y la paleta del pop art. Las pinturas adquirieron resonancias del arte religioso español del siglo XVI y de sus homólogos de la Colonia, el cual enlutó y negó el placer para propagar el sufrimiento por medio del cuerpo, y esto se convierte en un vocabulario en el que Caballero encontró la fascinación por el erotismo y el manierismo, como si fuera, no un artista contemporáneo, sino uno del siglo XVI.
Esta vuelta hacia los grandes maestros convirtió a Caballero en uno de los primeros postmodernos reconocibles, un precursor del movimiento que abarcaría la escena artística de los ochenta y que se contraponía a las corrientes de abstracción que se daban por esa época. La exageración en la confrontación y la relación entre los cuerpos se convirtió en el escenario donde la obra de Caballero se construyó.
En los años 80, Caballero consolida el lenguaje en el que se desarrolla su obra. La pintura se convierte en la creación de una imagen sagrada, donde la temática de la violencia y religión se establecen como ejes de referencia, así como el dolor y el placer se contraponen continuamente como una fascinación que lo perseguía desde niño, y se desahoga en el poder del trazo.
A comienzos de los años 90, antes de enfermar en 1992, predominó el trabajo en óleo donde la mancha enmarca los volúmenes, y la capacidad técnica había llegado a su máximo esplendor antes de su prematura muerte en 1995.
Luis Caballero nació en Bogotá en 1943. Inició sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de los Andes en Bogotá, que luego continuó en la Escuela de Pintura La grand Chaumière en París. Vivió en Europa de 1962 a 1966 año en el que retorna a Colombia regresando a Paris en 1968 donde se radica definitivamente, después de obtener el Primer Premio en la Primera Bienal Iberoamericana de Pintura de Coltejer en Medellín y el Primer Salón Austral de Dibujo y Grabado en Cali. En 1971 fue ganador de la Bienal de Rijeka en Yugoslavia entre tantos otros, antes de encontrar la muerte.
Su obra hace parte de innumerables colecciones institucionales y particulares alrededor del mundo, ya que fue junto con Fernando Botero el artista colombiano que mayor cantidad de exposiciones internacionales realizó durante sus años de vida.