La crisis económica asociada a la pandemia ha obligado a muchas familias a ajustarse el cinturón. Un medida que, por desgracia, podría acabar influyendo en la dieta. Tal es así que, según Acierto.com, los miembros de aquellos estatus socioeconómicos más bajos tienen mayor índice de obesidad. Sin embargo, ¿es realmente más caro comer de manera saludable? Las cifras revelan que no.
El análisis: los ultraprocesados
Así, el comparador establece distintas analogías para las diferentes comidas del día. Por ejemplo, un kilo de cereales azucarados para el desayuno ronda los 35 mil pesos mientras que el precio de la misma cantidad de avena se reduce a la mitad. Lo mismo ocurre con la fruta, podemos optar por una de temporada. Por ejemplo, el kilo de manzanas se encuentra alrededor de 7 mil pesos. Y el yogur a 8 mil el kg.
Tampoco sale más caro sustituir por frutos secos o fruta la bollería o zumos azucarados del almuerzo. Un puñado de cacahuetes supone 600 pesos mientras que un pastel o productos de panadería ronda los 2.200. En las comidas principales ocurre algo similar: las legumbres, el arroz, el pollo, son productos económicos. Y se calcula que medio kilo de lentejas ronda los 17 mil pesos frente a los 22 mil que cuestan medio kilo de nuggets de marca blanca.
Por supuesto, esto tiene en cuenta el tiempo, es decir, los guisos podrían tardar algo más en elaborarse. Pero no ocurre lo mismo con las cremas, purés o carnes y pescados a la plancha. Los nutricionistas abogan por una vuelta a la cocina tradicional.
Por otra parte, el costo por caloría de los alimentos ultraprocesados es al menos un 24% más caro que el de los cocinados en casa. Por no hablar de algunas diferencias que incrementan el costo de comer mal como picar entre horas, consumir refrescos entre horas, entre otras cosas.
Se estima también que los desayunos y meriendas saludables rondan los 11 mil pesos, frente a los insanos que se sitúan sobre los 17 mil. Las comidas principales cuestan 41 mil frente a los 51 mil de las dietas menos saludables.
Los hábitos de confinamiento
Curiosamente, las cifras que maneja el comparador Acierto revelan un mayor índice de obesidad en los estatus socioeconómicos más bajos. En concreto, entre las rentas más bajas la incidencia asciende al 22%, frente al 9% de las rentas más altas. Sin embargo, aquí hay que tener en cuenta otros factores como, por ejemplo, que las personas con menos recursos experimentan mayores niveles de ansiedad, relacionados con el emotional eating, que hace decantarse a estos consumidores por productos hipercalóricos más baratos.
Durante el confinamiento, por ejemplo, los ciudadanos cambiaron sus hábitos en varias ocasiones. De hecho, precisamente al principio a la hora de hacer mercado, llevaron productos para elaborar repostería, chocolate y otros alimentos que calman la ansiedad a largo plazo. Sin embargo, a medida que la pandemia avanzaba fueron ganando terreno los frescos.
El costo de los malos hábitos
Pero no solo hay que tener en cuenta el dinero, sino las consecuencias respecto a la salud del sobrepeso y la obesidad: mayor riesgo de sufrir diabetes, enfermedades cardíacas, articulares y problemas dentales.
Por desgracia, pareciera que no se sabe cómo alimentarse bien. De hecho, más de la mitad de los ciudadanos tienen sobrepeso y uno de cada seis es obeso. Sin embargo, el 80% de las personas que padecen esta enfermedad lo ignora. Además, lo curioso del caso, es que más de la mitad de los ciudadanos ha estado en un régimen alguna vez en su vida y que casi el 84% declara que intenta incorporar a su vida una dieta más saludable.
La cobertura de nutrición de los seguros de salud puede ser clave para detectar a tiempo algunos problemas relacionados con el peso corporal. En términos mundiales, el índice de obesidad se ha triplicado desde 1975.