El hierro fundido se une a las telas negras, el óleo, el video, la arcilla, el maíz, la tierra, bancas de iglesias católicas del siglo XIX que le dan forma a Condiciones aún por titular, la más reciente exposición del vallecaucano Óscar Murillo, y tal vez la más vigorosa, consciente, contundente y ambiciosa de toda su carrera, en la que recoge sus pasos por una investigación que inició hace algunos años.
El artista internacional y migrante retoma con nuevas capas Condiciones aún por titular, una instalación de gran formato, escultórica y mixta, con énfasis en la pintura, que cuestiona la opresión histórica en todas sus formas y el sentimiento generalizado de injusticia.
En esta ocasión la materia negra se exhibe con las cicatrices del recorrido de estos más de seis años de investigación y permea otros trabajos como Frecuencias, Banderas en un territorio ya bastardo y El instituto de la reconciliación, para dialogar con los distintos espacios del Museo de Arte y generar una energía de confrontación y resistencia.
Esta muestra se inaugura este domingo, como parte de la Semana Artbo, en las instalaciones del Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia y estará abierta al público hasta el 18 de diciembre de 2021.
El comienzo de una búsqueda
Hace siete años el artista recibió la invitación de María Belén Sáez de Ibarra, directora del Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia, para realizar Condiciones aún por titular, una obra donde Murillo podía expresarse libremente y expandirse a los amplios espacios del lugar.
“Fue la oportunidad de presentar mi obra como yo la siento, sin ningún estigma, sin ninguna especulación, una génesis de todo mi trabajo donde la materia negra en su condición abstracta es un espacio infinito de descarga negativa, que no utiliza lo simbólico ni lo figurativo sino la energía negra como principio y fin de las posibilidades de las cosas”, afirmó el artista.
Este fue el comienzo de una búsqueda en la que esta materia negra se fue infiltrando en todas sus exposiciones alrededor del mundo, creciendo como una avalancha. Entre ellas en Banku en Azerbaiyán, Croacia, la 56a Bienal de Venecia; la 10a Bienal de Arte Contemporáneo de Berlín y la 2a Trienal de Hangzhou en China.
Como lo señala Murillo “se fueron creando espacios abstractos de esta descarga, espacios de terapia, con el deseo de que la persona llegue y descargue su energía independientemente de cómo va a ser, sin canalizarla ni asumir, sino dejando que la audiencia tenga la capacidad de sostener esa comunicación con el espacio creado y cuya relación sea íntima”.
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Hoy, la materia negra regresa con el mismo título y la misma indagatoria pero más aterrizada desde lo estético y lo conceptual. Incluso profundizada por las vivencias del artista en La Paila durante el estallido de la pandemia, la espera de la obra en los espacios del Museo durante año y medio, la indagación de la estructura religiosa como garras ancladas en la sociedad, y alimentada simbólicamente por la realidad del colapso social que la emergencia sanitaria generó a nivel mundial.
El recorrido
La exposición presenta esta vez la intervención de todo el lugar como una unidad, partiendo de la idea de la Universidad Nacional como espacio único de anarquía viva, latente, vigorosa, energética y fuerte en Colombia, y del Museo de Arte como campo de batalla, para que se vuelva un espacio chocante que conlleve a una confrontación: “Quiero sacudir ese espacio y olvidarme completamente de las condiciones normales artísticas. Para mí es como desencadenar y desatar”, comenta Murillo.
La obra plantea un recorrido que empieza en el patio duro del Museo de Arte con la instalación de más de 40 bancas del siglo XIX, de iglesias católicas que fueron excomulgadas y recogidas en bodegas de Holanda.
Para el artista estas bancas son “una herramienta efectiva que ha sido distribuida e instrumentada por un proceso colonial. Van a tener una reencarnación en un contexto y en una geografía que históricamente ha sido sometida. Se vuelven un comentario simbólico sobre una opresión, la exterminación de una diversidad, que es el origen de nuestra problemática y condición actual”. Ubicadas unas sobre otras crean una escultura de madera maciza soportada con hierro fundido sólido, el cual “emula las garras del catolicismo en nuestra sociedad. Y desde ese mismo momento comienzan a aparecer las telas negras”.
Las telas negras han sido desde su origen el núcleo de Condiciones aún por titular. Son grandes lienzos pintados por ambos lados con óleo color negro marfil y cuya pintura se fijó a través del calor de planchas que dejaron huellas, marcas, texturas.
Estas telas negras, que hoy se han multiplicado y cuyas cicatrices se han atenuado según el bagaje recorrido y la historia desarrollada, se reúnen en su mayoría en la Sala Principal donde confluyen con tripas rellenas de camisetas populares utilizadas por la clase obrera, igualmente rellenadas de algodón. Las tripas representan a troncos humanos y a sus estómagos; estómagos que chupan, roban, escupen, y de donde también se expulsan rocas de maíz y arcilla que fueron quemadas en hornos industriales.
Un pequeño televisor a la entrada derecha de la Sala Principal invita al espectador a ver la creación más reciente de Murillo, Collective Conscience, una acción performática realizada en el contexto del Paro Nacional en Colombia, durante el segundo trimestre de 2021. En ella, el espectador es testigo de la quema masiva de sus Mateos, aquellos muñecos de tela que representaron a la clase obrera e hicieron parte de su obra presentada en el Premio Turner, cuando como peregrinos viajaron en el tren hasta la Galería Carlos Ishikawa y meses más tarde fueron llevados en silla de ruedas en una procesión hasta el museo del Rockefeller Center de Nueva York, como homenaje al mural del maestro Diego Rivera que allí se exhibe.
Murillo narra así esta obra: “Los traje a Colombia en un acto ritualístico con el deseo de regresarlos a su razón de ser dentro del contexto folclórico colombiano, donde son parte de una celebración cultural. Realizamos una quema colectiva en las montañas de la Cordillera Central del Valle del Cauca, activándoles desde esos rituales su condición original de Años Viejos, pues para mi el Mateo era un escudo espiritual”.
Al fondo resuena la fiesta popular de meet me! mr superman. Un video de una hora, proyectado de piso a techo, donde se presenta a la comunidad de La Paila durante las celebraciones de Año Nuevo. Este video actúa como espejo y como ojo anónimo que mira al otro, que especula en cómo se es y cómo es visto, y cuya composición juega con el sonido ambiental. A través de la música, se propone al espectador un momento de escape que lo sitúa en la melancolía.
En la Sala 2 se exhibe Frecuencias, proyecto concebido en 2013 en una escuela de La Paila y que hoy ha crecido hasta convertirse en un proyecto global donde han participado alrededor de 60 mil niños de escuelas de más de 30 países. En cada una de ellas, Murillo instaló por varios meses lienzos en blanco en sus pupitres para que fueran intervenidos libremente. Con el tiempo, estos se fueron llenando de formas, marcas y frases, reconfirmando al dibujo como herramienta de comunicación y expresión directa y pura, sin importar las diferencias geográficas, sociales, culturales y económicas de estas escuelas.
Para esta nueva exposición, el artista toma seis o 10 de estas creaciones infantiles, las cose formando una idea de lo colectivo y lo diverso a nivel global, erradicando la manifestación de los niños hasta convertirlas en una frecuencia que privilegia la energía genética y crea una tensión entre sus manifestaciones. Su presentación se formaliza en bastidores, logrando que la sala 2 se convierta en un espacio de pausa, de oxígeno, sin desviar el deseo original de ser radical. “En el contexto occidental y primitivo el dibujo ha sido lo más conectado con el pensamiento puro. Muchos artistas han indagado en la vía del dibujo para llegar en algún momento a la inconsciencia”, explica Murillo.
Al salir, aparecen en el patio blando las trincheras, similares a las exhibidas en la 13ª Bienal de Sharjah donde Óscar Murillo se tomó el patio del edificio Bait Al Serkal. Las trincheras se crean con la grama excavada, creando canales y abriendo el espacio en una especie de explosión. Estas se asemejan a lechos y cuerpos sobre los cuales se despliegan las telas negras, superpuestas unas sobre otras.