‘CANDELARIA’, la nueva película de Jhonny Hendrix Hinestroza, cineasta de Quibdó (Chocó), convocó a casi cinco mil personas en las salas de cine colombiano durante el último fin de semana tras su lanzamiento el jueves pasado..
La tercera película de Hendrix, una tragicomedia protagonizada por Verónica Lynn (Candelaria) y Alden Knight (Victor Hugo) que se desarrolla en la Cuba de los 90, es una historia de amor entre dos ancianos en medio de las dificultades del bloqueo estadounidense a la isla. Sin embargo, la producción muestra una realidad que, según el director chocoano, está presente en toda la región, por lo que afirmó que más allá de ser una película cubana, era una historia latinoamericana.
¿En qué se inspiró para esta película?
Candelaria es una mezcla de una historia que conocí en La Habana, la misma razón por la cual la filmé allá, porque me parecía que debía mantenerse en su lugar de origen, con una historia de vivencias personales y recuerdos de mis padres, de gente que conozco y que me parece que en algún momento ha tenido un acercamiento con esa palabra que llaman ‘amor’.
¿Por qué la Cuba de los 90?
La historia la conocí y tal cual como me la contaban hablaba sobre ese periodo especial, un momento que es importante en la historia de Latinoamérica, directa y radicalmente, porque creo que toda la región de alguna u otra forma vive ese periodo especial. Sí o sí nosotros hemos tenido esa sensación de pobreza, de abandono, de que no hay nada de qué pegarnos. Y también porque me parecía un momento más que importante para resaltar el amor, porque creo que solamente allí, en un espacio como ese, puedes discernir quién te ama de verdad y quién es capaz de todo por vos.
¿Por qué irse afuera?
Porque no me parece que es una historia que sea de afuera. Es una historia tan colombiana como cualquier otra. Creo que lo que lo ubica a uno en el contexto de lo que es Cuba es la voz de Fidel (Castro) en las noticias y que literalmente ellos hablan cubano. De resto, todo es muy similar a Colombia, obviamente no la Colombia que conoce todo el mundo sino la que conocemos algunos.
Hace un tiempo era común escuchar que hacer cine en Colombia era muy difícil. ¿Sigue siendo así?
Ahora es más difícil. Porque los inversionistas cada vez son menos y un inversionista quiere recuperar de inmediato. A pesar de que tenemos muchos avances (en lo técnico, en lo profesional, en las historias, etc.), en términos económicos los recursos cada vez son menos.
¿Qué arroja eso? Uno, que ya no son diez las personas que están haciendo cine, sino que son mil.
Y teniendo eso claro, se viene el segundo bloque: si antes hacíamos una o dos películas y lográbamos enfrentarnos a un público en la pantalla grande, y no nos veían, ahora que hay cien películas que se compiten por esa única ventana de exhibición (porque tenemos muy pocas salas), pues obviamente hay menos lugares para tantas películas.
¿El cine colombiano está entrando en otra etapa a pesar de los retos que menciono?
Más que el cine colombiano esté en otra época. Antes hablábamos de un cine colombiano que estaba en nacimiento, después se puso los pañales, lo arrullaron, le enseñaron a gatear, aprendió a camina. Yo creo que lo que está ocurriendo es que está buscando una personalidad.
Como todavía no tiene una personalidad adquirida, vemos que va del ‘tingo al tango’, pero ya se le siente una voz un poco más gruesa… Ya está madurando, ya está creciendo lo suficiente como para adquirir su personalidad y de ahí que vienen películas que se ganan el respeto del público.
A pesar de la adversidad que atraviesan los personajes en la película, logran mantener su dignidad ¿Cómo lo logró y por qué quiso plasmar eso?
Volvemos al Chocó. Yo crecí un territorio en el que más que aparentar es importante ser. Y yo crecí con una familia (mi papá) que todo el tiempo te decía eso, que fueras digno del nombre, del apellido, de tu hogar, de tu familia. Nunca vas a encontrar en el Chocó una cocina con trastes sucios. Puede que en cualquier otro territorio a uno le dé asco tomarse un agua de panela, pero en el Chocó la gente más humilde es la gente que tiene las ollas más limpias y desde allí es que tengo mi identidad y que construyo los personajes en cada una de mis películas. No suelo hablar o no me interesa hablar de personajes que han perdido su dignidad por alguna razón.
Mis personajes tienen la tendencia así, posiblemente ser pobres, pero nunca perder su dignidad, nunca perderse por dinero. Ser pobre no significa ser indigno; son ‘miseraltivos’… significa que mantienen su postura en una humildad, una ternura y una nobleza sin perder la dignidad, que es lo que nos convierte en seres humanos realmente.
¿Por qué no incluir al Gobierno cubano en la problemática local de la época?
Mirá, mi paradoja no era ni con Estados Unidos ni con Cuba. Lo político se convierte en un paisaje en medio de la historia de amor, pero ese paisaje o la perspectiva del mismo era solamente uno: el ser humano creó unos mecanismos en donde el pobre va a ser más pobre y el rico va a ser más rico. Y ese mecanismo realmente se dio con la caída de la Unión Soviética y el muro de Berlín, y el cerco que le pusieron a Cuba para ese entonces. Es decir, se creó una nueva ruta, que era sí o sí el capitalismo con toda.
Y cuando uno mira a Cuba, de lo único que se puede estar seguro es que el socialismo no es el camino. Pero cuando uno mira al resto de Latinoamérica, África y otros continentes, también podemos asegurar que el capitalismo tampoco lo es.
Mi crítica entonces no iba hacia EEUU o Cuba. Va hacia el ser humano; nosotros podríamos tener la opción de ser un poco más equitativos o nobles, pero lo que decidimos es ser caníbales.