Durante el Día de los Reyes Magos los regalos se acumulan bajo el árbol y muchas veces, tanto mayores como pequeños, olvidan el sentido de la celebración. Educadores, profesores y padres de todo el mundo trabajan por transmitir a los niños la solidaridad a través de la educación y esta fecha es idónea para poner en práctica este aprendizaje.
La solidaridad por definición es el apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, pero ¿cómo conseguir que los niños aprendan el valor de la solidaridad en un día así? Existen algunas pautas que contribuyen a potenciar personalidades más solidarias, generosas y comprometidas. Ana Herrero, psicóloga y coordinadora del Departamento de Orientación del grupo Brains International Schools, nos ha dado estos cinco consejos para incorporarlas en el día a día de los niños, empezando por el Día de Reyes:
- Escribir una carta solidaria. La solidaridad implica llevar a cabo acciones para ayudar a otras personas, permitiendo a los niños disfrutar de la satisfacción que produce realizar una buena acción. A partir de un sentimiento de empatía es posible llegar al valor de la justicia emprendiendo acciones solidarias que impliquen superar el individualismo, el egoísmo o la comodidad, para repercutir en el bienestar o felicidad de otras personas. Incitar a los niños a escribir una carta solidaria a los Reyes Magos es el primer paso y el más fácil para que estos participen. Su implicación puede comenzar por reducir el listado de regalos, e incluso pedir algún deseo para los más desfavorecidos. El exceso de regalos en estas fechas no es sinónimo de mayor felicidad para los niños. En la mayoría de ocasiones, los estímulos dispersan su atención y no son capaces de valorar cada uno de los juguetes recibidos.
- No tener miedo de hablarles de todo. Lejos de traumatizarlos, comprender el dolor o las necesidades ajenas ayuda a los más jóvenes a empatizar y acercarse a otras realidades. Siempre adaptaremos el mensaje en función de la edad de los niños, pero podemos abrir un debate de índole social adaptado a su lenguaje. Así, explicarles el efecto que puede tener su acción les hace sentir agentes de cambio y darse cuenta de la suerte que tienen de contar con una familia, una casa, unos padres, amigos y bienes materiales, como los regalos del Día de Reyes.
- Añadir entre los regalos buenas lecturas y películas. Aprendemos también a través de las historias de cuentos y películas, donde los niños empatizan con los personajes que sufren injusticias, o que necesitan ayuda, motivando en ellos el deseo de hacer algo para que se sientan bien, se salven, triunfe la verdad, la bondad... Los buenos libros y las buenas historias les pueden dar un modelo de cómo actuar desde estos valores. Los adultos podemos ofrecerles o facilitarles este tipo de materiales, pero además los podemos disfrutar juntos y luego hablar con ellos para hacerles reflexionar o tomar conciencia del efecto de la solidaridad en el bienestar de los demás.
- Algunas de las tradiciones ya existentes el Día de Reyes son un claro ejemplo de empatía, como la de dejar agua y pastas para los camellos y sus majestades. Se trata de un buen punto de partida para explicar a los niños la necesidad de pensar en los demás, incluidos los animales.
- La inmersión en otras culturas. Hoy en día, tenemos la oportunidad de conocer y experimentar las tradiciones y formas de vivir de otras sociedades sin tener que salir de casa. Un ejercicio muy divertido con el que despertar curiosidad y empatía a la vez es animar a que los niños conozcan tradiciones y festividades de otros países, ampliando así su visión del mundo y haciéndoles conscientes de otras formas de vivir.
- El deporte. La sensación de trabajo en equipo es muy importante y el deporte es un escenario perfecto para su desarrollo. Genera compromiso y comunicación con los distintos integrantes, prácticas que les facilitarán más adelante a comprender la necesidad de ser solidarios. Por ejemplo, si están jugando un partido de fútbol, podemos enseñarles que lo importante no es quién marca el gol si no el trabajo que hace cada uno de los jugadores por el bien común del equipo.
En definitiva, la solidaridad es una capacidad innata en todos los niños, cuyo desarrollo depende en gran parte del relato que los adultos realizan de la realidad. Como afirma Ana Herrero, "existe un componente neurobiológico relacionado directamente con la solidaridad, inscrito en el cerebro desde la niñez". Sin embargo, esto no es determinante y durante la infancia "el contexto, el nivel de autoestima o la seguridad tienen un efecto muy importante en la construcción de la identidad y la personalidad. Es por ello que incorporar pequeños gestos solidarios en su rutina diaria pueden tener grandes efectos positivos para la sociedad y para ellos mismos".