La Galería Otros 360 Grados acoge en su sala Ciclos de Vida, la exposición de la artista bogotana Juliana Bernal, proyecto que propone una serie de relaciones visuales y espaciales a partir de la experiencia vital de la maternidad.
La muestra, que se podrá visitar de forma presencial, estará abierta al público en el horario habitual de lunes a viernes de 10:00 a.m. a 6:00 p.m. y los sábados de 10:00 a.m. a 4:00 p.m. en la calle 70A # 11-38. También se podrá disfrutar a través de las redes sociales, buscándola como “@Otros360” y por la página web www.otros360grados.com.
La exposición contará con más de 15 obras de diferentes formatos en papel cortado, hojilla de oro y gaza que exploran la simetría, la escala cromática y la forma, a través del ejercicio del doblez y el tramado de cada pieza de papel, formando volúmenes geométricos que se traducen al lenguaje afectivo del cuidado, la espera y la unión que hay entre una madre y su hijo.
Las composiciones de Bernal se definen en el ritmo, las secuencias y las gradaciones cromáticas. Este lenguaje visual es el resultado de la transposición de su devenir emocional y de la exploración consciente de su lugar enunciativo como madre. Las formas derivadas evocan en el espectador la experiencia propia del vínculo y el recogimiento, y despiertan un efecto cinético que sugiere movimientos cíclicos o en espiral. El concepto del ciclo, precisamente, recorre el trabajo de la artista como símbolo del transcurso de la vida y de su gravitación incesante sobre los individuos.
El lenguaje visual en la obra de la artista es el resultado de su devenir emocional y de la exploración consciente de su lugar como madre y de su experiencia de gestación, enlazado con su propio hijo en un entorno compartido por ambos. De esta manera, está presente en la muestra la evocación simbólica del nido y de su condición de protección y demarcación del espacio íntimo como territorio único de los dos.
Los colores son simbólicamente enmarcados en la creación, los tonos primarios aluden al origen y la fuerza de la vida; amarillos y dorados que sugieren la luz, el valor y la belleza. Estos matices se complementan con tonos terrosos que hablan del arraigo, lo acogedor y lo natural; y de blancos, que simbolizan lo espiritual, el comienzo y la renovación.