Con lleno en los tendidos, noche de luna llena y la tradicional expectativa paisa, se celebró en la Monumental el tradicional festival taurino a beneficio del Hospital Infantil de la Cruz Roja de Manizales.
Actuaron, ante cornúpetas de la ganadería de Ernesto Gutiérrez Arango, los espadas Enrique Ponce, Julián López “El Juli”, Manuel Jesús “El Cid”, Sebastián Castella, José Arcila, David Martínez y Pablo Aguado.
Terminado el precioso paseo de la Virgen Macarena por el redondel sonoro de Manizales, sonaron clarines y timbales para anunciar la salida del primer ejemplar de la noche.
Salió entonces un ‘ponelíos’, negro y cubeto, a embolatar la corrida. Enrique Ponce lo recibió con verónicas del típico corte de su tauromaquia. En la muleta el de Gutiérrez no fue un caramelo y terminó recostándose sobre el pitón derecho y desarrollando malas ideas. Ponce trabajó al toro hasta casi borrar de su juego los problemas, pero eso no fue suficiente. Pinchazo y estocada. Saludo desde el tercio.
Vino luego Decano, un toro que, como el anterior, parecía antitaurino. No quedará para el recuerdo nada de lo visto en esta lidia. De embestida insulsa por su motor fundido, condenó a El Juli a frentear las consecuencias de la falta de emotividad y todo quedó en ganas. Cuatro pinchazos y descabello. Silencio.
Bolaefuego tampoco quiso. Su embestida queda puso a El Cid a apretar su accionar para conseguir algo de valor. Aquí sólo reinó su buena voluntad. Cómo hubiésemos querido ver triunfar una vez más a ese gran señor de la fiesta; a Manuel Jesús. Estocada tendida y trasera. Silencio.
Qué gusto produce ver torear al Castella de hoy, en la cumbre de su carrera, maduro como el que más, sapiente y dueño de un sitio jamás percibido en él. Tuvo la fortuna de ganarse este ejemplar que salió a romper la racha de parálisis en que venía el encierro. El francés se deleitó aprovechando la buena embestida del toro por los dos pitones y transmitiendo emoción a los tendidos y a todo el mundo. Bella, bellísima faena la de este Castella. Espadazo traserillo y dos orejas.
Como en la corrida anterior, en el Festival el aforismo de ‘no hay quinto malo’, emergió para refrendarse.
Lo de Arcila fue, sencillamente, sublime. Invéntense ustedes el calificativo que quieran, pero lo que vimos fue extraordinario. Actuación majestuosoa la del hijo de esta Manizales que explotó en los tendidos, al verlo construir una faena pródiga en arte… generosa en calidad ante un gran toro que no era de indulto pero sí de ese tipo con el que sueñan los toreros.
Qué manera de estar en la plaza; cómo se nota el sitio que le han dado las más de 26 corridas en que actuó en Perú. Y algo muy importante: Arcila toreó con personalidad. Fue amo y señor de cada movimiento, porque hasta el más ínfimo lo tenía bien claro.
Faenota. Estoconazo en lo alto para hacer estallar la plaza y cortar dos merecidas orejas. Obviamente, vuelta al gran toro.
El sexto no tuvo la misma extraordinaria movilidad de los dos anteriores, pero dio juego para hacer trabajar a la banda de música. David Martínez salió decidido a tocar pelo. La faena tuvo momentos importantes, pero el astado perdió pronto el oxígeno y se fue a menos. Silencio.
Aguado, don Pablo Aguado, haló buena parte de las ganas que teníamos de asistir al festejo. Salió el séptimo de la noche; el toro decidió invadir su terreno y la faena se tornó insabora, fundamentalmente porque el torero estrella dejó en exceso trompicar su muleta. No pasó nada.
A ver si lo podemos ver en toda su dimensión, en la penúltima corrida.