Parecen naves espaciales, pero son autos impulsados por la energía del sol que cae en el desierto de Atacama (norte de Chile), que por estos días acoge la "Atacama Solar Challenge", un desafío de 1.300 km para mostrar que América Latina puede crear tecnología punta.
"Enfréntate al desierto más árido del mundo", reza un cartel que anuncia la segunda edición de esta carrera única en América Latina. El estilo futurista de los autos contrasta con la dureza del clima y el paisaje uniforme del norte chileno que alberga al desierto más seco del planeta.
Son 15 los equipos que lograron participar en la competencia, provenientes de Chile, Argentina y Venezuela.
Este viernes se cumplía el segundo día de la carrera, un tramo de 170 km que finaliza en el pueblo de San Pedro de Atacama y es considerado el más complejo de la competencia, que recorrerán en cuatro etapas, hasta el domingo.
La mayoría de los vehículos son aerodinámicos y constan de una nave rectangular y plana, forrada con placas solares que recogen la energía que luego se almacena en una batería. En el centro, un cubículo alberga al piloto.
El auto Antu Nekul, de la chilena Universidad de Concepción, cuenta con un motor eléctrico alimentado por la energía que reciben las celdas solares -que transforman en corriente automáticamente- y la almacenada en las baterías.
"Tardamos un año en construirlo. Tiene 244 celdas solares, pesa 300 kg y su 'peak' de energía es de 950 watts", cuenta a la AFP, orgulloso, el capitán del equipo, Gabriel Martínez.
Los elementos que marcan la diferencia entre los autos son su ligereza, la eficiencia energética de sus placas solares y su proceso de fabricación, acorde al presupuesto que cada uno consiguió.
Todos los detalles son importantes: desde el peso del piloto, que según establecen las bases debe ser estrictamente de 80 kg, hasta el ángulo en que caen los rayos de sol a medida que avanza la carrera.
Una estación meteorológica, que informa de las condiciones de viento y radiación, acompaña la competencia, y cuando finalizan las etapas los autos siguen captando el sol, con sus placas inclinadas para captar la máxima radiación posible y recargar baterías para la siguiente jornada.
"Esta carrera es lo máximo. Es aplicar toda la ingeniería y tecnología aprendida a un deporte. Me encanta", explica Gabriel Martínez.
Un desafío académico
Luciano Chiang es profesor de la Universidad Católica de Chile y parte del equipo Solar Mecatrónica. "Cuando yo estudiaba, Chile era un país pobre y era un sueño que te dejaran experimentar. Todo era tan caro que nunca te dejaban probar ningún aparato en la universidad", recuerda.
Hoy Chiang acompaña a sus alumnos en un desafío que pondrá a prueba lo aprendido y les dará más herramientas para potenciar este tipo de tecnología en el futuro.
Cinco universidades chilenas compiten en esta carrera con sus mejores prototipos, exhibiendo el talento de los futuros ingenieros, que buscan encaminar a Latinoamérica hacia un modelo más equilibrado, que no sólo se base en la exportación de materias primas.
"El mercado de las placas fotovoltaicas pertenece en un 90% a China, con quien no se puede competir en precios. Pero Chile es el país con más potencialidad en energía solar del mundo", señala Chiang.
"Es la misma paradoja que con las baterías. Nosotros las compramos en China, pero el litio del que están hechas seguramente viene de Chile", el primer productor mundial de este mineral, agrega.
Por primera vez también participa un equipo de Venezuela, el USB solar, de la Universidad Simón Bolívar. Llegar hasta acá fue ya un desafío.
El año pasado no alcanzaron a preparar su prototipo y esta segunda vez enviaron el auto en avión desde Caracas, pero las baterías llegaron descargadas y fallaron en la primera jornada.
"En un país monoproductor de petróleo, con un potencial hidráulico infinito y sin problemas energéticos, es un milagro desarrollar un auto como éste", cuenta el capitán del equipo, Carlos Mata.
"Por las condiciones de importación de Venezuela, no pudimos conseguir todos los materiales necesarios, asó que nos tuvimos que adaptar a lo que teníamos. Fue un esfuerzo muy grande", relata.
¿Algún día viajaremos en estos vehículos?
"Es muy lejano todavía", dice Leonardo Saguas, capitán del equipo Antakar y profesor de la Universidad de La Serena, sobre la posibilidad de que se masifiquen este tipo de vehículos. Su motivación es otra: "yo apuesto por que se pueda concebir la idea de construir tecnología en Chile, que se desmitifique un poco, porque se puede".
"Quizás no los utilizaremos para autos de pasajeros, pero si podríamos aplicar este modelo a vehículos de transporte de carga en lugares cerrados, para ocio o para persona con discapacidades", afirma por su parte el profesor Chiang.
En todo caso, los mismos organizadores aseguran que la carrera es sólo una excusa para motivar a seguir investigando y aprovechar las potencialidades de la región.
"Hay que llegar al desarrollo tecnológico en América Latina, a poder dar más valor añadido. Tenemos los recursos de sobra, falta ponerse a desarrollarla", concluyó Saguas.