Fonseca estuvo de gira todo el año mostrándose, para mi gusto, como la figura internacional más destacada del país.
Por Miguel Camacho*
Especial para EL NUEVO SIGLO
A la hora de los balances de fin de año, los diferentes medios de comunicación, por fuerza, terminan diciendo siempre casi lo mismo, ocupándose de la misma gente y de los mismos productos.
El 2013 no será la excepción, yo prefiero salir rápido de las menciones de famosos que seguramente encontrarán, para bien y para mal, los mismos superlativos en todas partes: Carlos Vives regresó luego de cocinar su reaparición en un reality, digamos que el disco es agradable pero que no sorprendió demasiado; Cepeda se afinca en un talento latino, derivado del bolero que demuestra a las claras que su paso por el rock es prehistoria. Fonseca estuvo de gira todo el año mostrándose, para mi gusto, como la figura internacional más destacada de lo colombiano.
Las, digamos, deudas corren por cuenta de la muy talentosa Andrea Echeverri a quien le cobran en su álbum Ruiseñora un indigenismo recalcitrante y, finalmente Juanes, que luego del lanzamiento del sencillo La Luz, al final del año, más le valía haberlo pensado mejor.
Lo anterior es una rápida revisión sobre nuestras figuras rutilantes, las consentidas de los medios, las que viven fuera, las que citan a ruedas de prensa en bares de moda, pero más allá del lujo y de las páginas satinadas, está la música independiente, que ha colonizado su espacio a punta de talento de sensibilidad, de creatividad tanto en lo lírico como en lo musical.
Hablo de personas como el pianista Nicolás Cristancho y su grupo Yurgaki, que luego de una larga temporada de estudio en Europa regresó a los festivales de Jazz de Pasto y Bogotá; Nicolás (también) Delgado, un bogotano que se alimentó de las sonoridades alemanas y las fundió con músicas colombianas en formación de trío y de cuarteto; Audioplaneto, una formación mixta (nacionalidades) que bajo la dirección de Jorge Murcia y Jorge Navarro causó la mejor impresión en la ciudad de Mompós, nuestra mejor versión de una nueva New Orleans.
Los Festivales del Circuito de jazz en Colombia virtualmente explotaron con sonidos frescos, con propuestas novedosas y responsables que surgen de las facultades de música de distintas universidades, el Ensamble Tríptico, por ejemplo que presentó en Jazz al Parque su álbum Zumbatómico, y Adrián Herrera un experimentado pianista que fascinó con su balada “Carolina” en homenaje a su esposa y que fue compuesta en la mejor tradición de Bill Evans.
El universo de los cantautores tuvo este año en Carlos Palacio, Pala, lo más destacado de la lírica poética… difícil encontrar una declaración de amor urbana como la exhibida en “A lo bien” de su ambicioso disco doble “El origen de las especias”.
Es importante citar como los auténticos triunfadores del año al grupo Herencia de Timbiquí, son hoy por hoy la fuerza, la gracia y el rescate de la mejor tradición Pacífica con lenguaje contemporáneo… “Amanecé” su sencillo del 2013 es impresionante.
Y bueno, cómo no hablar de las mujeres que no se limitaron a los festivales aunque Urpi Barco, por ejemplo, inundó a Colombia con su “Sueño”, un disco perfecto y una apuesta arriesgada de voz, piano, contrabajo y percusiones étnicas que la ubicaron para siempre al lado de las mejores expresiones del jazz vocal en el mundo. Mariamulata con “De Cantos y Vuelos” llevó su voz, en temas tan bellos como “Todo tu me duele”, hasta la escena misma de los premios Grammy, y la bellísima Antombo Langangui demostró con el disco “Natural” que puede navegar sola con la energía de un reggae que cabe en cualquier escenario; “Tu” es su más bella canción de amor.
Me voy de este año amando a Colombia a través de su música, sorprendido y feliz… y emocionado al sentir lo grandes que somos cuando alguien, como Roberto Camargo, es capaz de sublimar el amor filial en una canción tan bella como “La virgen de mis Remedios”, ¡la canción del año!
*Periodista cultural emisora HJCK y Señal Radio Colombia