Bolívar y la monarquía (I) | El Nuevo Siglo
Foto Museo Nacional
Domingo, 17 de Mayo de 2020
Alberto Abello

Cada cierto tiempo se renueva la curiosidad o la polémica sobre la vida hazañosa del Libertador Simón Bolívar. La reciente biografía de la historiadora peruana María Arana, que es muy completa y documentada, por la fuerza de su estilo y positiva capacidad de síntesis, cautiva al gran público y no solo suscita vivo interés entre los historiadores mejor informados, sino también controversia.

Es el caso del historiador Armando Barona Mesa, quien en días pasados publica un artículo en El Tiempo, con el título “Simón Bolívar sí buscó la monarquía”, donde intenta refutar a la exitosa escritora, con la intención de endilgarle al Libertador, lo que para algunos sería el estigma de monarquista vergonzante. 

Es evidente que ciertas afirmaciones e interpretaciones de la autora, desde luego, pueden discutirse, más el polemista escogió un tema en el cual son varios los autores que se han quebrado los dientes intentando morder la gloria de Bolívar, para pintarlo al final de sus días como un político contradictorio y de ambiciones monárquicas, es decir partidario de abolir la República, en contra de los principios que había sostenido en el curso de su gesta y causa por la cual había arriesgado su vida y su fortuna.

Visto desde el siglo XXI, si lo anterior fuese cierto, que no lo es y veremos por qué, no tendría nada de extraño, ni sería una befa más para su memoria, sino que mostraría su capacidad de cambiar de piel y de rectificar su política frente a los desafíos de la realidad.

 

El determinismo histórico

En realidad, en nuestra región nunca existió la República antes del arribo al Nuevo Mundo de los españoles, ni los indígenas tuvieron por siglos algún tipo de gobierno representativo, sino el sistema monárquico-autoritario de los incas, aztecas y de otras tribus, que obedecían la voluntad de sus máximos jerarcas. Lo mismo se repite durante trescientos años de existencia del Imperio Español en América, regido por monarcas como los reyes católicos, los Austrias y, finalmente, los Borbones.

El conde de Aranda, le propuso al rey Carlos IV, dividir el Imperio Español en América entre sus herederos, lo que habría generado un cambio positivo y, muy seguramente, mejorado las relaciones entre las partes, al tiempo que se contribuía a la organización política que podría derivar en la emancipación pacífica, como va a ocurrir con el traslado de la corte de Portugal al Brasil, al abandonar Europa para no caer en las garras de Napoleón. El determinismo histórico de continuidad de un mismo sistema de gobierno realista de siglos, forja la mentalidad de Hispanoamérica y da origen a algunas veleidades monárquicas, al amparo político del hecho que durante trescientos años prevaleció el orden en esta parte del mundo, como el desinterés por la alta política, encerrados en el localismo conformista que se eclipsa a raíz de la Independencia y la forja de varias repúblicas.

Bolívar, al declarar la guerra a muerte contra los realistas, los desaparece como alternativa electoral del mapa político legítimo de la Gran Colombia, por lo que aquí no hubo partido monárquico que invocara el apoyo popular, inicialmente grande. Fuera del levantamiento respetable y casi suicida de los pastusos en defensa de la legitimidad y por el rey, causa por la que aún después de Boyacá lucharon y muchos ofrendaron sus vidas por el antiguo régimen.

 

Republicano insobornable

 

La figura de Bolívar, en medio del fragor de la guerra de Independencia en Venezuela, da cuenta de un republicano insobornable desde de sus primeras y emotivas intervenciones en el Cabildo de Caracas, cuando ni se sospechaba que el dandy que incitaba a la lucha se convirtiera un día en Libertador.

Esto cuando la Junta de Venezuela se proclamaba partidaria del Rey, y contraria a los bonapartistas. Muy joven tuvo su primera misión diplomática en Londres, en donde se entrevista con el canciller lord Wallesley, de donde surge la conseja de Andrés Bello, que entregó las instrucciones de la Junta de Caracas de apoyo a Fernando VII, en vez de las credenciales, como joven atolondrado, siendo al contrario ya reconocido por su capacidad negociadora, por lo que bien pudo hacer eso para hacerle ver al famoso diplomático su voluntad política y disposición por la independencia de Venezuela. Lo cierto es que de ese encuentro nació una sugestiva amistad. Bolívar reconocía que había aprendido de diplomacia y el arte de persuadir en las Cartas de Lord Chesterfield, a su hijo.

En realidad, Simón Bolívar, abandona el país a la caída de Puerto Cabello, tras la captura y entrega de Francisco de Miranda a los realistas, donde en algo se percibe su talante diplomático para salvar el pellejo. Pasa a Cartagena, desde donde en persuasivos mensajes ofrece su espada al servicio de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, bajo el gobierno de Camilo Torres, quién intuye su genio y la da la alternativa. 

Al poco tiempo de estar en campaña se consolida como el caudillo y libertador del Nuevo Mundo. Su poder se torna inmenso y su voluntad prevalece por cuenta de la creatividad política, la acción intrépida y capacidad de movilizar y electrizar a la poblada y trasformar en guerreros a sus seguidores. En esos momentos, por cuenta de su carisma y audacia, es de hecho más poderoso que cualquier monarca europeo, en cuanto encarna la gesta de Independencia sin Congreso, ni un verdadero poder judicial que interfiera sus dictados.

Es preciso reconocer allí su grandeza, al convocar a los pueblos a legitimar sus instituciones democráticas en el Congreso de Angostura, establecer el gobierno republicano y representativo, darse una Corte Suprema, un Consejo de Estado y fomentar la separación de poderes, con un matiz al estilo inglés, en el cual estos poderes respeten sus linderos y trabajen de consuno. Habría podido coronarse si hubiese querido.

Por entonces, en las ciudades recibían al Libertador y lo agasajaban de manera espontánea con coronas de plata y oro, símbolo de la realeza; y los llaneros habrían defendido hasta la muerte el régimen que instaurara...