En entrevista con EL NUEVO SIGLO Juca Ferreira, exministro de Cultura en dos periodos durante el gobierno de Luiz Inácio Lula, habló sobre la importancia de democratizar la cultura, destacó el rol que jugó lo africano en Brasil y contó su experiencia con Gilberto Gil
EL NUEVO SIGLO: ¿Cómo fue su papel como Ministro de Cultura?
JUCA FERREIRA: Gilberto Gil -el cantautor de Bossa Nova- era un gigante, gran compositor. Él tenía una consciencia cultural enorme y me delegó ser su segundo. Yo estuve exiliado, estuve preso, me opuse a la dictadura militar, tenía experiencia política y nos juntamos.
El Ministerio de Cultura existía 17 años antes y no había hecho nada. No construía nada de Cultura. Nosotros abrimos una agenda para crear políticas nuevas. Él decía “no podemos hacer tres cosas perfectas y ya. La cultura hay que asumirla con amplitud y profundidad”. Nosotros duramos 13 años en el ministerio. Durante ellos me eligieron ministro en dos periodos: 2008-2010 y 2015-2016. Construimos algo que es difícil de destruir.
ENS: ¿Cuál fue el rol que ustedes jugaron en la agenda por la diversidad de la ONU?
JF: Los modernistas en Brasil a comienzos del siglo pasado fueron los que declararon conscientemente quiénes éramos nosotros. Ellos dijeron que Brasil no era europeo, era un país mestizo.
A partir de ahí comenzó un proceso de ‘africanización’ de nuestra cultura. Lo que hizo mejor de Brasil fue África: el carnaval, el movimiento corporal. Un gran director de cine de Alemania estuvo una vez en Bahía y me dijo: Brasil es más que musical, es un país corporal. Aquí lo tienen un poco en Cali, por ejemplo.
ENS: ¿Qué papel jugó la cultura africana en Brasil?; ¿Le pregunto, especialmente, a mediados del Siglo XX cuando vino esa explosión de la música y la literatura que reivindicaba lo africano?
JF: Esto tiene raíces en el periodo colonial. Brasil llegó a tener cinco veces más africanos que portugueses en ese tiempo. Después de la proclamación de la República (1822) el gobierno seguía preocupado por la cantidad de africanos en Brasil. En ese momento se hablaba más la lengua “jera” -una mezcla entre guaraní y tupí con idiomas africanos como agó, ubandó- que el portugués. Inclusive en los tribunales se hablaba esa lengua. Pero los portugueses la prohibieron.
Ese sentimiento de ‘africanidad’ fue creciendo. Un gran líder afro, “Abidias Do Nacimiento”, en la década de los cincuenta, trajo la expresión africana en el carnaval y la religiosidad. La religiosidad, la manera de ser, el movimiento corporal, no nos hacen europeos.
Los negros pasaron de ser “los feos” con pelos rizados a un movimiento de masas. Los artistas captaron esto y se creó un movimiento social: se fortaleció la música brasileña, las escuelas de samba -que son anteriores pero se fortalecieron-. Ahora Brasil se ve como una democracia racial (que no es verdad, los negros siguen siendo inferiores).
En el último censo en Brasil 53% de los brasileños se declararon negros (a pesar de que muchos son mestizos). Eso generó un efecto negativo: la población negra “explicitó” el racismo.
ENS: ¿Qué políticas públicas recomienda para incentivar la cultura?
JF: Yo no creo que haya que replicar políticas. Colombia es el país más parecido a Brasil en América Latina, pero existe una diferencia enorme por la guerra que ustedes viven.
Creo en la conveniencia de centros de cultura, por ejemplo, como las bibliotecas. La experiencia de las bibliotecas de Medellín fue fundamental para nosotros. Funcionan si se convierten en un centro motivador de la lectura.
Otra experiencia interesante es el cine argentino. Ellos se han vuelto en unos productores de cultura a través de su cine.
ENS: ¿Cómo se fortalecen las culturas locales en medio de un proceso de globalización dominado por los parámetros norteamericanos?
JF: El etnocentrismo ha marcado la relación que las culturas europeas tuvieron con el resto de culturas del mundo de manera restrictivo y jerárquico. Eso sobrevive en América Latina. Yo pienso que las comunidades tienen consciencia de sus singularidades culturas y practican procesos culturales completos.
Brasil se convirtió en una verdadera “tecnología social” que la Unesco está estudiando para reconocer. En esos ambientes llenos de violencia, narcotráfico y ausencia del Estado, existen procesos de humanización a través de la cultura.
El problema es que primero el Estado tiene una visión “estrecha” de la cultura y segundo que nunca hemos podido definir qué significa un Estado democrático en América Latina. Esa fue la gran misión del Estado de Brasil en nuestra administración construyendo abiertamente cuál es el papel del Estado, entendiendo que la cultura no es sólo arte, sino que abarca múltiples dimensiones.
La participación fue esencial. Nunca presentamos un proyecto de ley sin antes haberle consultado a los sectores de la sociedad: los artistas, los productores, las comunidades que producen cultura. Por ejemplo, nosotros estábamos discutiendo la política de la financiación de la cultura y en ese proceso participaron más de 6.000 personas.
La gente criticaba que este proceso era muy demorado. Pero si usted les consulta a los especialistas, a las comunidades, usted logra encontrar el mejor camino. Casi todos nuestros proyectos fueron modificados y mejoraron por esto. Así se va culturalizando la vida social.
ENS: A propósito de su visita a Bogotá, ¿cómo cree que se logra construir un “sentido de pertenencia” por la ciudad, independientemente de si sus habitantes nacieron acá?
JF: Hoy más del 73% de los brasileños vive en ciudad y São Paulo fue la que más creció. São Paulo llegó a 12 millones de habitantes fuera de la población metropolitana. Creo que lo primero que hay que hacer es reconocer que todas estas personas son portadoras de cultura.
En São Paulo la alcaldía reconoció 4 grupos indígenas en la ciudad. La ciudad también tiene la mayor colonia de japoneses del mundo -1 millón- y muchas personas de origen árabe -especialmente libaneses-. Entonces, lo que se debe hacer es reconocer toda esta diversidad.
El segundo punto es la ciudad para los ciudadanos, no para los automóviles. Es importante invertir en educación para invertir las dinámicas de sociedades envueltas en la violencia.
ENS: ¿Qué opina de la situación política en su país?
JF: Lo que hubo fue un golpe institucional. Ahora los golpes en América Latina no usan más los militares, se unen con los medios. Ellos son reaccionarios. Sólo se preocupan por la economía.