EU no ve cambio verdadero
Si hay algo claro es que a la campaña reeleccionista de Barack Obama lo que más le conviene es que el tema Cuba se mencione lo menos posible en la puja proselitista o, en su defecto, que si irrumpe en el escenario electoral no obligue a la Casa Blanca a cambiar el “estatus” de su postura frente al régimen de La Habana.
Los analistas políticos estadounidenses sostienen que Obama, acorde con las políticas tradicionales del Partido Demócrata, ha mantenido una política moderada frente a Cuba. Es decir, que si bien no ha endurecido las presiones y el embargo contra el régimen castrista y, por el contrario, dio alguna flexibilidad en materia de giro de dineros o en la frecuencia de los viajes, la Casa Blanca no duda en calificar como insuficientes y cosméticas las recientes medidas de apertura política, democrática y económica en la isla, ahora bajo el mando de Raúl Castro.
Es claro que los candidatos del Partido Republicano, que están en pleno proceso de primarias, han criticado a la Casa Blanca acusándola de tener una posición débil y ambigua frente a La Habana, algo que la Administración niega.
En el fondo lo que se está jugando allí es la cada vez más influyente votación de los cubano-americanos en estados de tanto peso político (y en materia de delegados en comicios presidenciales) como La Florida. El llamado “exilio cubano” no está hoy tan matriculado políticamente (entre Republicanos o Demócratas) como una década atrás, y es claro que se inclinará por el candidato que más encuadre dentro de sus exigencias de aumentar la presión al castrismo.
En ese orden de ideas, la oposición férrea de la Casa Blanca a que Cuba asistiera a la Cumbre de las Américas que se realizará en Colombia, termina siendo entendible porque a Obama los republicanos lo “demolerían” si llega a sentarse en la misma mesa con Raúl Castro (por lo que ello implica en materia de legitimización) y más aún si éste tiene como ‘padrinos’ a presidentes abiertamente críticos de Washington como los de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.
En ese orden de ideas, a Obama lo que más le conviene es que su gobierno no dé muestras de debilidad o apertura gratuita frente a Cuba. Y ello no sólo se refleja en pulsos políticos tan profundos como el de la asistencia o no a la Cumbre de las Américas o los condicionamientos para que La Habana reingrese a la OEA, sino en asuntos menores como el ocurrido recientemente cuando la Casa Blanca negó el permiso a dos diplomáticos cubanos en Washington para que viajaran a Nueva York, en reciprocidad por la negativa de La Habana de permitir que diplomáticos norteamericanos salgan de la capital de la isla.
No se puede olvidar que si bien desde su llegada al poder en 2009 Obama relajó sanciones hacia Cuba, elevando el optimismo de que pudieran mejorar los nexos entre Estados Unidos y el país comunista, ese deshielo se acabó rápidamente luego de la detención a fines de ese mismo año y posterior condena a 15 años de prisión al subcontratista estadounidense Alan Gross por distribuir material de comunicación a grupos civiles en La Habana, cuya liberación inmediata y sin condiciones es exigida por Washington.
Como se ve, para Obama el tema Cuba sigue siendo una papa caliente que, por lo mismo, le implica andar sobre un campo minado en el que cualquier asomo de estar aflojando las sanciones, podría costarle caro en su búsqueda de la reelección.
Marxismo ya no responde a realidad
Cuba implica tres grandes retos para Benedicto XVI. El primero, superar la importancia geopolítica que la visita de su antecesor, el carismático Juan Pablo II, logró cuando años atrás estuvo en la isla, entonces regida por Fidel Castro. El segundo, evitar que el periplo papal termine siendo manipulado por el propagandismo castrista, el radicalismo del exilio cubano o la oposición interna en la isla, en cabeza de las llamadas “Damas de blanco”. Y tercero, aumentar la influencia y reconocimiento de la Iglesia Católica que, aunque minoritaria, tiene una capacidad de interlocución política muy superior a la del resto de cultos, esos sí mayoritarios, asociados a la santería.
Por lo mismo el Pontífice se ha medido en cada una de sus palabras acerca del régimen cubano en particular. De la misma forma en que afirmó tajantemente, cuando partía de México rumbo a la isla, que la ideología marxista "tal como había sido concebida, no responde ya a la realidad" (algo que Juan Pablo II reiteró muchas veces) y "conviene hallar nuevos modelos", también se cuidó de preservar el estatus de “pastoral” de su periplo por La Habana, de allí no agendara oficialmente reuniones con la oposición o las “Damas de blanco”, que reúnen la vocería de los presos por razones políticas.
Benedicto XVI sabe que la Iglesia Católica se está convirtiendo en un factor de poder mediador muy importante en Cuba y que, en ese papel, puede ser clave para lograr poco a poco cambios y aperturas. Por eso destacó la voluntad de los católicos "de ayudar a un diálogo constructivo para evitar los traumatismos". Igualmente recalcó que "es evidente que la Iglesia está siempre del lado de la libertad de conciencia, de la libertad de religión".
No llegó, pues, el Papa a Cuba a confrontar al régimen como tampoco a comulgar con él. El propio arzobispo de Santiago de Cuba lo definió claramente: "La Santa Sede sabe cuáles son los presupuestos ideológicos del gobierno cubano", así como éste también "sabe cuál es el pensamiento de la Iglesia". "Creo que eso no va a tener ninguna repercusión", agregó García, al destacar que "lo que dijo el Papa es evidente", porque "el marxismo tal y como fue concebido tiene que ser superado y revisado y no solamente en Cuba".
Tan cierto es que no hay ánimo confrontacional, que La Habana, tras lo dicho por Benedicto XVI en México, bien pudo tener una reacción más agresiva, pero replicó en forma calmada y diplomática: “Cuba tiene un proyecto social en desarrollo, en constante perfeccionamiento, es un proyecto social democrático, escogido genuinamente, escucharemos con respeto a Su Santidad", en palabras del canciller Bruno Rodríguez.
Y esa línea diplomática y neutral fue mantenida ayer en las primeras declaraciones del Papa en la isla, cuando instó a los cubanos a que con "las armas de la paz, el perdón y la comprensión, luchen para construir una sociedad abierta y renovada, una sociedad mejor, más digna del hombre". Incluso, algunas de sus declaraciones parecieron estar más dirigidas a criticar que en este país sea legal el aborto, que a incursionar en señalamientos políticos de fondo al régimen como tal.
Visto lo anterior, es claro que tanto el régimen castrista como el propio Papa decidieron que esta era una visita de perfil “pastoral” más que geopolítico, y ello tiene grandes implicaciones.
Incluso sin mencionarse, Cuba se ‘tomó’ la Cumbre
Hay dos formas de analizar lo que ha sido el tema Cuba para la antesala de la Cumbre de las Américas que se realizará a mediados de abril en Cartagena.
Un primer enfoque es que, al final, primó la postura estadounidense en torno a que el régimen castrista no podía asistir al cónclave continental de los presidentes y jefes de gobierno puesto que Cuba está por fuera de la OEA y para reingresar debe cumplir una serie de compromisos de apertura democrática real.
Obama, sin duda el llamado a ser el protagonista principal del evento, no podía arriesgarse a estar en la misma mesa con Raúl Castro, pues ello impactaría no sólo la geopolítica de Washington en el continente sino que repercutiría en la campaña reeleccionista interna. Al final logró su cometido.
Un segundo plano de análisis se refiere a que si bien Cuba no estará en Cartagena ya está claro que será la última vez que La Habana pueda ser excluida de esta clase de cónclaves, más allá de que esté o no en la OEA. Allí, claramente, el régimen castrista terminó ganando, pues no son solo los países del ALBA los que exigen la inclusión cubana, sino la gran mayoría de las naciones del continente.
"Creo que, o se habla de Cuba y se mira cómo puede ser el ingreso y qué medidas debe tomar Cuba para ingresar y qué actitud vayan a tomar los Estados Unidos, o creo que nadie más a volver a una cumbre (de las Américas)", sentenció la ministra de Relaciones Exteriores colombiana, María Ángela Holguín.
Es más, los gobiernos de Argentina y Brasil (que no pertenecen al ALBA) hicieron una declaración conjunta el 13 de marzo para que la de Cartagena sea la última Cumbre sin Cuba.
En ese orden de ideas es indudable que por más que Estados Unidos diga que no se opone a que el tema sea tratado en la Cartagena, o que La Habana afirme que no quiere que la situación de su país se debata allí sin su presencia, o que el presidente colombiano Juan Manuel Santos haya tenido que visitar a Raúl Castro para explicarle que no se alcanzó “consenso” para invitarlo, el tema Cuba ya se tomó la Cumbre, y con tal eco que, visto lo anterior, ya termina siendo menor que el asunto se hable oficialmente a mediados de abril.