El estallido social en esa nación, que ya deja 12 muertos y cientos de detenidos, es producto de la crisis económica, la inflación, el desempleo y la frustración de la población, ambiente que la oposición aprovecha para enfilar baterías contra el gobierno de Rohani. La intervención de Trump incendió más el crítico escenario.
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Irán, país sometido durante años a sanciones internacionales por sus actividades nucleares, es escenario desde el jueves pasado de manifestaciones contra la situación económica y contra el poder, las más importantes en los últimos años.
En total, doce personas murieron en los disturbios y cientos fueron detenidas.
Es la primera vez que tantas ciudades acogen tales manifestaciones, desde el movimiento de protesta, que fue violentamente reprimido, contra la reelección del expresidente ultraconservador Mahmud Ahmadinejad en 2009.
El 28 de diciembre, cientos de personas se manifestaron en la segunda ciudad del país, Mashhad (noreste), contra el alza de los precios, el desempleo y el gobierno del presidente Hasan Rohani.
Según imágenes de video difundidas por el medio reformista Nazar, los manifestantes corearon "¡Muerte a Rohani!" y criticaron los compromisos del gobierno en otras causas regionales antes que en el ámbito doméstico.
El 29 de diciembre, cientos de personas se manifestaron en Qom (norte), coreando sobre todo “Muerte al dictador” y “Liberen a los presos políticos”, según unos vídeos difundidos en redes sociales.
El vicepresidente primero, Eshaq Jahanguiri, acusó a los opositores de estar detrás de estos movimientos de protesta. “Algunos incidentes en el país en estos días se dan bajo el pretexto de problemas económicos, pero parece que hay algo más detrás de ellos”, afirmó.
Estados Unidos condenó las detenciones. “Los dirigentes iraníes transformaron un país próspero, dotado de una historia y de una cultura ricas, en un Estado renegado a la deriva, que exporta principalmente la violencia, el baño de sangre y el caos”, dijo en un comunicado el departamento de Estado.
“Manifestaciones ilegales”
El 30 de diciembre, el poder sacó a decenas de miles de personas a las calles para celebrar el aniversario de la gran movilización progubernamental que marcó el fin de la contestación contra la reelección en la presidencia de Mahmud Ahmadineyad en 2009.
El ministro iraní del Interior pidió a la población que no participara en “manifestaciones ilegales”.
Por la tarde, cientos de personas se manifestaron en el barrio de la universidad expresando su rechazo al poder, antes de ser dispersados por la policía.
El presidente estadounidense, Donald Trump, reiteró sus advertencias respecto al poder iraní, afirmando que “los regímenes opresivos no pueden durar para siempre”.
Manifestantes muertos
Dos manifestantes murieron en la madrugada del 31 de diciembre, durante enfrentamientos en la ciudad de Dorud (oeste), indicó un responsable local, que aseguró que las fuerzas de seguridad no habían disparado contra los manifestantes.
El gobierno advirtió a los manifestantes diciendo: “Quienes destruyen los bienes públicos, crean desorden y actúan en la ilegalidad deben responder por sus actos y pagar el precio”.
El acceso a las redes sociales Telegram e Instagram desde dispositivos móviles volvió a ser suspendido. Las autoridades acusan a grupos “contrarrevolucionarios” con sede en el extranjero de utilizar estas redes para llamar a la gente a manifestarse y utilizar cócteles Molotov y armas de fuego.
El presidente Rohani reconoció que Irán debe permitir “un espacio” para que la población pueda expresar sus “inquietudes diarias”, aunque condenó “la violencia y la destrucción de bienes públicos”.
Por la noche, las violentas manifestaciones se sucedían en una decena de ciudades.
Según la televisión pública, seis personas murieron por “tiros sospechosos” en los altercados ocurridos en Toyserkan (oeste). Según los medios, dos manifestantes murieron por balas en Izeh (suroeste) y dos en Dorud.
Ayer Rohani declaró que el pueblo iraní responderá a los “alborotadores y los que incumplan la ley”.
El presidente iraní calificó a los contestatarios de “pequeña minoría que (...) insulta a los valores sagrados y revolucionarios”.
Crisis en Teherán
Si bien Teherán se ha visto poco alcanzada por las manifestaciones contra el poder que agitan desde el jueves varias ciudades de Irán, los habitantes de la capital se quejan de su situación económica y piden cuentas al gobierno.
“La vida es verdaderamente dura, los altos precios nos asfixian. Mi marido es funcionario pero su sueldo dista mucho de bastar para que podamos llegar a fin de mes”, explica Farzané Mirzaie.
Esta es una muestra más de las dificultades económicas que atraviesa Irán, un país que trata de reponerse a largos años de malos gobiernos y de unas sanciones económicas internacionales que contribuyeron a su estancamiento.
El domingo por la noche, el presidente Hasan Rohani reaccionó a las manifestaciones, que provocaron 12 muertos y comportaron el arresto de cientos de personas, explicando que los iraníes tenían derecho a expresarse pero sin recurrir a la violencia.
“Él dice que la gente puede manifestarse pero nosotros tenemos miedo a hablar. Incluso ahora, tengo miedo de hablarles”, aseguró Sarita Mohammadi, una profesora de 35 años.
Muchos capitalinos mostraron su rechazo a la violencia ejercida por algunos manifestantes, que atacaron bancos, edificios administrativos y símbolos del régimen.
Sin embargo, todos parecen comprender la frustración que germina en el corazón de la sociedad iraní.
Algunos opinan que el país no ha sido recompensado tras haber soportado décadas de dificultades: desde la revolución de 1979 y los ocho años de guerra con Irak en los años 1980, a las sanciones internacionales, levantadas en parte tras el acuerdo sobre el programa nuclear iraní de 2015.
Aun así el apoyo a los manifestantes del que hizo gala el presidente estadounidense despertó sorna entre los iraníes.
Muchos iraníes sienten gran recelo hacia Trump después de que este decidiera prohibirles la entrada a Estados Unidos, como también hizo con otros países musulmanes, en un decreto que buscaba evitar la llegada de “terroristas”, según Washington.
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