¿Cuál reforma política? | El Nuevo Siglo
Martes, 10 de Octubre de 2017
  • Nunca se va al fondo de las cosas
  • Anomalías de la circunscripción nacional
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Mientras en Colombia no se modifique, en una reforma política, la circunscripción nacional para Senado no se habrá avanzado mayor cosa en crear las condiciones para un mejor servicio público parlamentario. Porque, a no dudarlo, una de las grandes extravagancias de la Constitución de 1991 fue haber convertido, en ese aspecto, una norma de carácter excepcional en una formulación de tipo general. Lo que terminó por generar, desde luego, un Congreso que no se compadece con las realidades nacionales, ni desde el punto de vista territorial ni en cuanto a la representatividad. Es por eso lamentable que en la reforma que cursa en el Congreso de la República no se asuma este tema a profundidad. Por el contrario, los debates se van en asuntos relativamente marginales, pero que no llegan al fondo de la cuestión.

En primer lugar, la circunscripción para Senado, como lo hemos reiterado, no produjo en modo alguno senadores de carácter verdaderamente nacional, como era la pretensión, sino bolsas electorales en los diferentes departamentos a donde estos congresistas, luego de conseguido el botín de votos, no vuelven nunca a ir. Con ello, no solamente hay una anomalía en la representación, sino que ciertamente muchas comunidades se quedan sin vocería. Así las cosas, las respuestas a las necesidades populares terminan al garete, simplemente despachadas con algún evento electoral o el pago a algún líder de la zona. ¡Y ya está!

La circunscripción nacional, en otras latitudes, se da única y exclusivamente para aquellos casos, en particular de las minorías, en los que no se puede conseguir el caudal electoral suficiente para acceder a los escaños parlamentarios. En el caso colombiano, ello podría darse para los indígenas o las negritudes pero no, como se ha dado en el país, para el trámite natural de la representación política.

La distorsión se ha hecho evidente en estas últimas décadas por cuanto hay departamentos de excesiva representación, mientras una buena parte de ellos se ha quedado sin voceros directos en el Senado. Para el caso basta con contabilizar que en Colombia existen 13 departamentos sin representatividad senatorial, lo que pone en evidencia el carácter antidemocrático del sistema que nos rige.

De otra parte la circunscripción nacional para Senado ha elevado, de modo geométrico, los costos de la política. Por lo general, no hay ningún senador reducido a su comarca, sino que para cuadrar su curul debe irrumpir por fuera de los límites territoriales de la zona en donde desempeña su actividad política, a fin de conseguir caudal electoral fresco. Ello ha llevado a que una curul de Senado tenga muchos mayores gastos que los topes de financiación autorizados. Lo que, de antemano, alimenta la corrupción con todo tipo de anomalías que suelen presentarse para escándalo público.

Por lo demás, en el Congreso, son muy pocos los senadores que actúan, ciertamente, con carácter nacional. Por el contrario, la gran mayoría sigue representando a sus comarcas, pese al mandato nacional que tienen.

No hay ninguna parte del mundo, al menos en las democracias más desarrolladas y ejemplificantes, en la que se dé este fenómeno extravagante. Por el contrario, en las democracias más avanzadas los distritos electorales son más pequeños en virtud de mejorar la calidad de la representación y acercar el servidor público al ciudadano. Del mismo modo, se intenta bajar los costos de la política generando circunscripciones más pequeñas y eficaces.

De otro lado, es obvio que los nuevos instrumentos tecnológicos, como la internet y las redes sociales, hacen más fácil la comunicación con el elector. Y por lo tanto no se requieren los grandes recursos de hoy sirven, más que para mejorar las condiciones de la política, para comprar los votos y hacer fraude a la democracia.

No ha sido, pues, un buen experimento ese de haber creado la circunscripción nacional para Senado de manera generalizada. El país debería pensar en volver a la representación territorial directa, de acuerdo con el número de habitantes, con el objeto no solo de que todos los departamentos estén representados en el Senado, sino para que se puedan adelantar debates con verdadero contenido global. Para el caso, por ejemplo, no puede entenderse que las zonas más ricas en recursos ambientales, como muchas de la Amazonía y la Orinoquía colombianas, no tienen representación senatorial y por lo tanto están privadas de voz en el hemiciclo parlamentario.

El día en que Colombia proceda a realizar una reforma política de fondo mucho habrá cambiado en el país. Lo que, por desgracia, hoy está por verse.

 

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