Crónica: loteros, un oficio en vía de extinción | El Nuevo Siglo
Foto Catherine Nieto
Miércoles, 13 de Julio de 2016
Catherine Nieto Morantes

Cada mañana desde las 11:00 a. m., doña Hermencia Méndez enciende su radio análogo para que le haga compañía durante su jornada laboral de algo más de 6 horas de duración entre lunes y viernes. 

La música y las noticias son su distracción en el tiempo que debe permanecer en la calle, más exactamente en el punto de la calle 17 con carrera 10ª, en el centro de Bogotá y desde donde se gana el sustento despachándole suerte a su clientela. 

No es gitana, ni lee cartas, ni las manos, tampoco el tabaco, ni mucho menos el chocolate o cuanta superstición existe cuando se habla de buena suerte. Hermencia hace parte de los loteros que permanecen rondando las diversas calles de Bogotá para vender ese billete que podría cambiarle la vida de un momento a otro. 

De los 58 años de edad que tiene la mujer, 36 han sido dedicados a la venta de lotería, oficio que ha ejercido en ese mismo sector y que principalmente es realizado por personas de la tercera edad. 

En la Avenida 19 con carrera 7ª, un tablero de madera que reposa sobre unas bases metálicas, son el escritorio de don Juan, un hombre de 64 años que desde hace 43 se dedica al mismo oficio que Hermencia. Un tablero que contiene una gran colección de billetes de lotería para los transeúntes que quieran impulsarse a llevarse un pedacito de suerte.

“Yo llevo toda la vida en este cuento, ha sido mi único oficio y ya uno a esta edad no lo emplean en ninguna parte, entonces también ya la costumbre de estar ganando algo en vez de llegar con pérdidas a la casa”, dice el hombre de no más de 1,58 metros de estatura. 

A pesar de su edad, el semblante es de un hombre completamente vigoroso, como recuerda a su papá, a quien le heredó el puesto una vez murió. “Antes recuerdo que la venta de la lotería daba buena plata, a mi papá le iba bien, a mí incluido también, pero por eso usted ahora sólo ve, de los loteros que quedan en la calle, vejestorios como uno, porque venimos de la vieja guardia, cuando vender lotería pagaba de verdad”, asegura Juan mientras asegura sus billetes con pinzas al tablero para que el viento no haga de las suyas. 

Hermencia, quien se aferra a su radio por la discapacidad que le impide ver, recuerda que comenzó vendiendo lotería porque no tenía un trabajo estable, “yo no tenía un trabajo y a mí me dijeron que vender lotería era bueno, o sea que uno tenía buenos ingresos y podía defenderse de eso, entonces así comencé. Somos los mayores los que nos dedicamos a esto y la gente le colabora a uno, con un pedacito que lleven”. 

Contrario de Juan, Hermencia reposa la mercancía que comercializa sobre una lona que así mismo asegura sobre su bastón, con el que se guía desde que sale de su casa en el barrio Santa Librada. 

A pesar de su discapacidad, la cual tiene desde los 2 años por una inyección mal aplicada que le quemó el nervio óptico, Hermencia se vale por sí misma para atender el negocio, pero cuando desconfía le pregunta a su amiga, vendedora de dulces y ella le ayuda a cobrar. 

Tanto Hermencia como Juan, coinciden en que la venta de lotería tradicional ha disminuido considerablemente, lo que no permite que aspiren ni a una ganancia mínima. “Fue buena la venta de lotería cuando no tenía series porque uno vendía más premios, era más fácil para vender un premio y todo, ahora es muy difícil porque uno vende un premio pero no vende la serie entonces no ganan igual”, dice Hermencia.  

“Las ventas electrónicas le han quitado fuerza a las tradicionales. Se ha perdido porque como le pusieron serie a las loterías, entonces ya es más difícil para que boten un premio al público”, asegura Juan. 

Según datos que EL NUEVO SIGLO consultó con la Lotería de Bogotá, hasta el 2013 se realizó un barrido en la ciudad que arrojó una población de 3 mil loteros, principalmente de avanzada edad, pero cuyo proceso no se volvió a realizar. 
Ahora existen intermediarios tales como los distribuidores o agencias, que son los que se encargan de que los loteros adquieran los billetes, realicen la venta y entreguen cuentas para que estos entes así mismo lo hagan ante las grandes loterías. 

Según Hermencia, quien vende las loterías de Cundinamarca, Cruz Roja, Meta, Manizales, Bogotá, Santander, Medellín y Boyacá, un día que haga buena venta puede llevarse hasta $30 mil, pero uno que no corra con suerte, puede irse en blanco, pues el pago no representa mayor ganancia. 

“En la agencia me dan un crédito, entonces uno va allá  y saca la lotería. Pienso que las loterías del Meta, Manizales y Santander, eso sí ya deberían sacarlas porque prácticamente no se venden, por lo que ganan muy poquito, entonces la gente no las compra”, asegura la mujer, quien dice ganar el 20% de cada fracción (un pedacito de lotería, pues un billete trae 3 fracciones). 

“La de Bogotá vale $5 mil entonces yo me gano $1.000 por fracción, es decir que si vendo el billete completo que vale $15 mil me gano $3 mil. Cuando me va mal, mal, me gano $2 mil o por ejemplo con la del Meta no se gana uno sino por ahí $5 mil por el día. Con las que más gano es con Bogotá y Cruz Roja que a veces vendo 30 o 40 pedazos, así ya uno se cuadra”, cuenta la mujer. 

Sus compradores también son personas mayores y algunos cuando han ganado, les han regalado parte del botín como agradecimiento a la suerte que les dieron, “Yo vendí un seco del Binomio de Oro con serie y todo cuando se jugaba, entonces el señor vino y me dijo que yo le había vendido y me dio la propina muy formal”, cuenta Hermencia, quien hace un llamado para que se cree una ley que proteja al lotero. 

“No estoy afiliada a ningún sindicato.  Los loteros estamos muy desprotegidos porque yo con 36 años que llevo trabajando debería estar pensionada, pero uno no tiene derecho a nada y si a uno le roban, uno tiene que pagar, a uno no le rebajan nada”, señala.  

Por su parte, Juan afirma, “los loteros deberíamos tener un auxilio o una pensión porque si uno no vende, no gana. Uno ahorra y ese ahorro es para respaldar la deuda, ellos no pierden nada y creería que de aquí a unos años de pronto la quitan y ahí sí que peor”.