Este medio de transporte comenzó como una herramienta turística y se convirtió en un medio masivo en poco tiempo. Cuatro trabajadores cuentan la caída que ha venido teniendo el negocio y dicen que se puede extinguir en un tiempo
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El bicitaxismo es una modalidad que comenzó en el centro de la ciudad hace aproximadamente 15 años. Eran carros turísticos que facilitaban el traslado de los visitantes que venían a conocer el centro histórico. A partir de esto se generó una idea de negocio por el éxito que tenían las ciclas como modalidad de “carruaje”. Eran “eficientes, bonitos y baratos”, dice Willington, un bicitaxista ubicado en el norte de Bogotá. Después de esto se expandió el negocio, se montó una fábrica en la localidad de Bosa y comenzaron a comprar los bicitaxis que se han convertido ahora en un medio de transporte.
La resolución 160 del 2 de febrero de 2017 afirma que los vehículos automotores tipo ciclomotor, tricimotor y cuadriculo de combustión interna, eléctricos y/o de cualquier tipo de generación de energía, podrán movilizarse por las vías terrestres de uso público y privadas, abiertas al público si cumplen con licencia de tránsito del vehículo, seguro obligatorio-SOAT y certificado de revisión técnico-mecánica y emisiones de contaminantes. Esta resolución ha generado el rechazo de algunos bicitaxistas, no sólo por las normas con las que deben cumplir ahora que les costará dinero extra, sino porque es un negocio que ya no está dando lo mismo que hace unos años.
Ya no es como antes
Willington, un joven de 27 años lleva seis años trabajando como bicitaxista. Su jornada comienza a las 6 de la mañana y termina a las 8 de la noche. “En un día yo me hago entre 80 o 70 mil pesos, para los amigos externos al negocio eso es taparse en plata, pero muchos entran y no logran estar sentados en una bicicleta 15 horas, tampoco es fácil, y por esa cantidad de plata”, afirma Willington. Sin embargo, se siente seguro en lo que trabaja y eso para él es un plus del negocio comparado con el asadero donde trabajó antes: “Lo bueno de este negocio es que siempre es la misma ruta conocida, la mayoría de veces son las mismas personas acá del barrio, entonces hay menos riesgos de que a uno no le paguen o de que le pase algo a uno sin conocer donde está o a quién le está prestando el servicio”.
Willington no hace tanto énfasis en su inconformidad por la paga de ahora del negocio porque para él no sólo es la plata: “yo me gradué del SENA como técnico en administración de recursos humanos, pero me di cuenta que no soy un tipo de oficina, a mí me gusta el movimiento, estar haciendo algo más que estar sentado en un escritorio”, afirma. El joven admite que podría estar haciendo algo más con la carrera que sacó, pero su expresión muestra aburrimiento cuando habla del tema. “A mí siempre me gustó mucho montar bicicleta, yo bajaba cada fin de semana a Mesitas con amigos montando, las motos también me han llamado la atención, por eso apenas vi la oportunidad de meterme a este negocio la tomé, y ya llevo 6 años trabajando y pedaleando al tiempo”, cuenta con un tono satisfactorio.
“En los 10 años que llevo trabajando en este negocio y lo conozco, puedo decir que simplemente va de mal en peor”, afirma Pablo Emilio, un bicitaxista que vive en Bosa y se fue trasladando en el negocio hacia el norte porque las condiciones eran mejores. El señor ha trabajado desde la 27 con Caracas hasta el Restrepo, pero afirma que desde la condición de los bicitaxis hasta las personas son mejores acá por lo cual vale la pena el trayecto de hora y media que hace todos los días desde su casa. “El negocio ha bajado por los SITP porque estos dan la facilidad de hacer trasbordo sin tener que pagar nada”.
El SOAT, dolor de cabeza
Duan Felipe Ramírez, un joven de 21 años que llegó a la ciudad desde el Tolima a los 16 años, aventurando, buscando qué hacer, se encontró con el negocio. “Yo ya llevo 3 años trabajando en esto, pero la verdad es que no creo que siga, antes el trabajo era muy bueno, ya no es rentable, uno se tiene que matar mucho para hacer la misma plata, antiguamente si uno trabajaba juicioso se hacía 130 mil, ahora yo me hago entre 50 y 80 mil pesos”. El bicitaxista muestra su inconformidad por las medidas que ha tomado el Estado frente al trabajo, ahora deben pagar un SOAT, sacar un pase y tener las revisiones técnico-mecánicas para tener autorización de manejar los bicitaxis. “Todavía falta mucha información por parte del gobierno, ahora se necesita un seguro pero uno pregunta y tampoco dan la información completa de dónde sacarlo, tampoco hay talleres donde se haga la tecno-mecánica especialmente para estos carros”, afirma Duan inconforme.
A las 5:30 de la mañana comienza la jornada de Alfredo Manjarrez, un bicitaxista de 66 años, ubicado en la calle 150 con autopista. Alfredo lleva 10 años pedaleando para lograr cubrir sus deudas y pensionarse. Viene de la costa, Barranquilla, su ciudad natal donde trabajó 18 años en una empresa como técnico de laboratorio y llegó a adaptarse a la vida capitalina y buscar mejores medios.
Alfredo dice que el negocio ha tomado varios giros con los años, como cualquier otra actividad tiene sus altibajos, pero nunca había estado tanto tiempo de bajada. “Igual yo ya voy a cumplir mis años de trabajo, pero esto se convirtió en algo más que un negocio para mí, se convirtió en una ayuda para mi salud”, cuenta el barranquillero. Alfredo sufre de hipertensión, de los riñones y de la tiroides, el bicitaxismo se fue transformando para él desde un trabajo necesario para pagar sus deudas, hasta un ejercicio diario que lo ha mantenido saludable.
Willington y Alfredo fueron los únicos que hablaron complacidamente del negocio, un trabajo que según estos trabajadores ya no está dando y podría estar en vía de extinción. ¿Será cercano el fin de los bicitaxistas, el negocio que comenzó de manera informal y se fue convirtiendo en un medio de transporte?
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