“Dejar de castigar al delincuente no es la solución; la privación de la libertad que se imponga debe ejecutarse en el marco del respeto de la dignidad y de los derechos humanos”. Así se pronunció el personero de Bogotá, Ricardo María Cañón, ante la iniciativa presentada recientemente en el sentido de despenalizar ciertas conductas para mitigar la grave situación carcelaria que viven el país y la ciudad, sin un estudio de sus efectos en la política criminal.
“No se puede desestimular a las autoridades de Policía. En Bogotá existen 17.251 internos, de los cuales 2.491 han sido judicializados por los delitos de fabricación, tráfico y/o porte de armas de fuego o municiones. Si se hace un análisis, la judicialización de estas personas ha producido una disminución de la violencia en la Capital”, explicó Cañón.
Por esa situación, agregó, “el problema no se soluciona buscando el ahogado río arriba”. Por ejemplo, las autoridades judiciales no han resuelto la situación de 2.753 personas que ya cumplieron su pena y/o que tienen derecho a los subrogados penales, pero continúan privados de la libertad en las cárceles y eso constituye una vulneración a sus derechos.
El Personero Distrital, durante visita nocturna a la Cárcel Modelo, evidenció las condiciones infrahumanas en que duermen los internos, el escaso número de guardias y fallas en el servicio de transporte para custodiar a 7.129 personas privadas de la libertad. A ello se agrega el preocupante hecho de que la población carcelaria proyectada para 2015 por el Gobierno nacional, en 2012 ya es una realidad; es decir, el presupuesto se anticipó tres años, entre otras razones porque no se midió el impacto que causaría la Ley de Seguridad Ciudadana en esos establecimientos.
En solo dos patios, la Modelo alberga el tope de su capacidad; diariamente allí llega un promedio de 65 internos, cifra que, comparada con la proyectada cuando el establecimiento se construyó en 1960 (en ese entonces se pensó para tres mil personas), hoy, 52 años después, con la misma infraestructura física, ya fue superada en el 240%.
La falta de celdas ha acelerado el hacinamiento. En celdas de 4 metros cuadrados duermen, en promedio, ocho personas y en un corredor de aproximadamente 60 metros de largo, más de cien. “Dormimos en carretera”, dice uno de los afectados; algunos ‘en el aire’ (se refiere a hamacas improvisadas con cobijas o colchones, ubicadas encima de quienes duermen en el piso); “orinamos en botellas”. Eso escuchó el Personero Distrital durante su visita.
Muchos duermen en parejas; la ventilación es insuficiente, lo cual los expone a enfermedades virales permanentes y, para poderse desplazar, tienen que pasar unos sobre otros.