Aunque para no pocos la economía se basa en el análisis frío de las cifras, la realidad es que la percepción juega un papel muy importante, al punto que muchos grandes negocios, inversiones y decisiones de distinto tipo se basan en la apreciación que los empresarios, gremios, autoridades y hasta los consumidores tienen sobre tal o cual situación, bien, producto o servicio. Es por ello que las encuestas de opinión entre los distintos actores del sector productivo suelen servir de referencia clave dentro de los análisis económicos.
En vista de lo anterior resultan más que preocupantes los resultados de la Encuesta de Opinión Empresarial que acaba de revelar Fedesarrollo, uno de los centros de estudios económicos privados más respetados del país. Las conclusiones del sondeo son bastante dicientes en torno al mal momento que vienen atravesando tanto la industria como el comercio, rubros de los cuales se deriva, por lógica simple, que tampoco le está yendo mejor a los hogares y sus tasas de consumo.
Según la encuesta, en abril el Índice de Confianza Comercial disminuyó frente a marzo y con relación al mismo mes de 2016. A ello se suma que el Índice de Confianza Industrial presentó una caída respecto al mismo mes del año anterior y se ubicó en el nivel más bajo para abril desde 2009, es decir en los últimos ocho años, un indicador sin duda muy significativo.
Acorde a la explicación de Fedesarrollo, la caída en la confianza industrial frente a abril de 2016 obedece a un deterioro de todos los componentes sectoriales, particularmente de los indicadores de volumen de pedidos y nivel de existencias en las empresas.
Otra de las conclusiones de la encuesta es que en el primer trimestre de este año la percepción de las empresas industriales acerca del valor exportado en dólares y de los pedidos del exterior disminuyó respecto al mes anterior y con relación a 2016. De igual manera, la percepción de los industriales acerca de la rentabilidad de la actividad exportadora disminuyó frente a la medición anterior y se ubicó en el nivel más bajo desde el segundo trimestre de 2014. El transporte interno y los costos de producción encabezan la lista de los principales factores que afectan la actividad exportadora. Pero el escenario preocupante no termina allí, puesto que las expectativas de los industriales sobre el valor exportado para el próximo trimestre presentan un fuerte deterioro frente a mediciones anteriores. En otras palabras, el pesimismo es la nota predominante.
Esta radiografía no sorprende, pues no sólo es evidente que el arranque económico de 2017 ha sido muy lento y difícil, sino que la semana pasada el DANE dio a conocer el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en el primer trimestre, que se situó en un 1,1 por ciento, indicador notoriamente mediocre y frente al cual ya resulta débil la tendencia a considerarlo positivo si se compara con los resultados de las economías de otros países de la región, en donde si bien hay algunos que están por debajo de ese porcentaje, hay otros que lo triplican o incluso cuadriplican.
No se trata, entonces de caer en el desgastante debate de analizar el momento económico bajo la desueta tesis de ver el vaso medio lleno o medio vacío. Las cifras y las encuestas ponen de presente que el pesimismo sobre la evolución del sector productivo este año es todo menos que caprichoso o contagiado en forma sustancial de la polarización política. Es claro que hay algunos indicadores que han progresado positivamente, pero en la mayoría hay una desaceleración evidente o el ritmo de recuperación, tan prometido desde las altas esferas gubernamentales, es muy lento. El impacto de la reforma tributaria fue más gravoso de lo proyectado. El propio PIB del lapso enero-marzo muestra a un sector agropecuario creciendo a un sorprendente 7,7 por ciento, seguido del financiero (4,4%) y el de servicios sociales, comunales y personales (2,2%). De resto todos los sectores tienen un comportamiento mediocre, empezando por la industria manufacturera que apenas creció 0,3 por ciento. Transporte, comercio, hoteles, electricidad, construcción y minería e hidrocarburos lastran peligrosamente la economía…
Entendibles los llamados gubernamentales y de las cúpulas del sector privado y los gremios a que el país piense positivamente. Pero hay que entender que la realidad no está dando ese margen de acción. La economía local se encuentra atravesando una coyuntura más difícil de la inicialmente pronosticada y la mayor prueba de ello es que las apuestas para el crecimiento a diciembre no van más allá del 2 por ciento, en el mejor de los casos. Hay un clima de desconfianza que cada vez se percibe muy duro de vencer.
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