SERÍA un fracaso si la Cop 21 no termina con un acuerdo. El mundo necesita que se logre un tratado climático en París. Uno que, contrario a anteriores experiencias, vincule a todos los países y no deje de lado a los principales contaminadores: China, Estados Unidos e India. Si ellos no lo firman o siguen insistiendo en que el trato no sea vinculante, al final todo quedará en promesas y se repetirá la misma frase de Copenhague: "los políticos hablan, los líderes actúan".
La Conferencia de las Partes (COP 21), en París, es la cumbre que reúne a 195 países firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Dicho tratado fue celebrado en 1992 y buscaba que se le diera la importancia debida al calentamiento global, fenómeno secundario para ese entonces.
Pero París no sólo será una cumbre. Habrá algunos que resumirán el encuentro como uno más de los tantos que se han convocado para tomar decisiones y finalmente quedaron en el tintero, en el fondo de la avaricia y del interés individual ¿nacional? París, así suene pretencioso, será el escenario donde se decidirá el futuro climático de los próximos 20 años.
La antesala indica la voluntad de compromiso real de todos los países, o casi todos, con el medio ambiente. Pero, al fin y al cabo, hasta al momento lo que se ha visto son declaraciones preliminares, fuera del terreno. Las naciones, planteando modelos sostenibles y simulando alternativas al desarrollismo indiscriminado, también dijeron lo mismo antes de Kioto y de Copenhague. Y al final no salieron con nada. Los grandes se levantaron de la mesa con un no.
Por eso, la COP 21 tiene que ser el epicentro de una firma. Se sabe que su éxito recaerá en si el protocolo (lo acordado) es vinculante o no. Si no lo es, quedará a voluntad de China y Estados Unidos (responsables de más del 40% de las emisiones) rebajar sustancialmente los gases con efecto invernadero y adscribirse al sentimiento global de realizar ingentes esfuerzos para que la temperatura del mundo no aumente 2 grados.
En París se va discutir un acuerdo que sustituya al conocido, enunciado, pero poco aplicado protocolo de Kioto. Este fijó metas concretas de reducción de gases, pero al final fue firmado tan sólo por 37 países. De ese número, 28 pertenecían a la Unión Europea (UE), que es el responsable del 12 % de las emisiones. ¿Y qué pasó con los demás? Esa fue una historia que se repitió una y otra vez hasta la saciedad los últimos años.
Estados Unidos no ratificó el tratado. Los republicanos se opusieron rotundamente en el Congreso y sentaron su negativa. Por su parte, China, bajo la complicidad de ser un país en vía de desarrollo, tampoco firmó. En realidad Beijing sabía que ceñirse al tratado sería una camisa de fuerza que le traería enormes problemas en su camino hacia el progreso. China quería desarrollarse a como diera lugar. Estados Unidos también lo había hecho y ellos no se iban a quedar atrás en la implementación del mismo modelo industrial. Así pensó Beijing y parece que todavía continúa haciéndolo. Es por eso que el gigante asiático será un jugador crucial, con India, en esta cita de París.
Por más que los recuerdos de una negativa ratificación pesen en el presente, Kioto también tiene cartas buenas para mostrar. Los 37 firmantes del tratado pueden decir que, tras la entrada en vigor en 2005, y luego de una década de aplicación, las emisiones de gases en esos países se han reducido 22%, una meta muy por encima del 5% que se había fijado. Ese envidiable porcentaje, por no estar los grandes contaminantes se invisibiliza, ya que entre 2000 y 2010 se incrementaron las emisiones globales en un 24%.
De ahí que la intención ahora sea que los 195 firmantes se pongan de acuerdo en las políticas de mitigación –proyectos que tenga en cuenta la reducción de energía-, que fijen un tope sobre el aumento de temperatura. Algunos países como los isleños quieren que sea de 1.5 grados, mientras que otros, los más poderosos, dicen que debe ser de 2 grados.
La COP 21 ha tenido una serie de conferencias y acuerdos previos. En 2009 se celebró la conferencia en Copenhague, la que más que constituir una base para combatir el calentamiento global terminó dejando innumerables desilusiones. Diferentes sectores de la sociedad civil la criticaron y para ellos el texto final fue insuficiente, básicamente porque no se hicieron explícitos los medios para logar la reducción de temperaturas.
Uno de los puntos positivos de esa cita, como parte de las políticas de adaptación, fue aprobar la consecución de recursos, cien mil millones de dólares anuales, hasta el 2020, para financiar las políticas climáticas de países vulnerables y pobres. Un año después, esta iniciativa fue denominada “fondo verde”, durante el encuentro en Cancún, y se fortaleció hace un año en Lima cuando varios mandatarios se reunieron para estudiar su viabilidad.
Al momento se sabe que es viable pero implica ingentes esfuerzos de financiación y manejo. Michael Westphal, del Instituto de Recursos Mundiales (WRI), dijo que el camino políticamente viable para conseguir 100.000 millones de dólares por año, para 2020, es incluir un conjunto más amplio de financiación con fines climáticos y reforzar los fondos públicos.
Para lograr esta meta se necesita que el Norte se comprometa a aumentar el monto de su proyectada contribución. Lo ideal sería reorientar las subvenciones a combustibles fósiles y crear nuevas fuentes de ingreso del mercado de carbono, entre otras medidas.
Lo cierto es que la financiación debe venir del Norte hacia al Sur. No hay de otra. El Norte es, de lejos, el mayor contaminador. Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea (UE) son los responsables del incremento de las temperaturas y tienen una capacidad financiera indiscutible. China sería la incógnita en este punto, pues es el mayor contaminador en el mundo, pero no hace parte de lo que conoce como “países desarrollados”. Y es aquí donde surge la incógnita: ¿Contribuirá el gigante asiático con dinero para el fondo verde?
Vale la pena resaltar que India e Indonesia, países “subdesarrollados”, también son responsables. Y Brasil, con tal de desarrollarse, ha tenido políticas industriales y energéticas en contra del medio ambiente, a tal punto que está cerca de convertirse en el tercer contaminador mundial con la explotación de nuevasoperaciones petroleras en aguas del Atlántico que lanzarán a la atmosfera 955,82 millones de toneladas de gas carbónico (CO2 equivalente), según denunció el diario Globo.
Ambiciosos objetivos
Muchas veces los objetivos climáticos se pierden o simplemente terminan siendo confusos e inaplicables. A lo largo de conferencias y cumbres, los países han reiterado que la principal medida de mitigación es limitar el aumento de la temperatura. La diferencia frente a ello estriba en que unos consideran que ese tope debe ser de 1.5º C, al tiempo que otros aseguran que es mejor que sea de 2º C.
En junio la ONU publicó un informe aterrador. En él decía que hoy, con el aumento de 1º C, las sequías, inundaciones y la desaparición de arrecifes de coral aumentaron de manera considerable. No es cuento. Cada vez es más claro que las crecientes en el río Ganges no sólo son consecuencia de las lluvias monzónicas, sino que a su vez, están aumentando de manera desproporcionada en la India, convirtiéndolo en uno de los países más vulnerables al cambio climático. Y así se evidencia con sus gigantescas inundaciones cada año.
Y si con el aumento de 1ºC en la temperatura el panorama es preocupante, no vale la pena imaginarse como sería si fuera de 2º C. El informe de la ONU emite una alerta temprana: los niveles de los océanos y su acidificación aumentaría en islas como Tuvalu o Kiribati, en Oceanía y en ese caso la cuestión ya no sería vivir bien o mal, sino precisamente sobrevivir.
Peor aún si la temperatura aumenta a 4º C. En este escenario, ciudades como Shanghai, Bombay o Nuevo York quedarían por debajo del agua. Sumergidas. ¿Y Groenlandia? También desparecería, pero mucho más rápido, ya que para evitar su deshielo habría “que quedarse entre 1,5° y 1,9°", asegura el climatólogo Jean Jouzel a la AFP.
El Grupo intergubernamental sobre el Cambio Climático aseguró que "mantener el calentamiento por reducir el incremento de emisiones a 2°C es posible, pero supone grandes desafíos tecnológicos, económicos e institucionales", y propone una "transición radical" hacia otra clase de energías, como las renovables, y una agricultura que produzca menos gases, como la silvopastoril (en Colombia se están incentivado la implementación de este tipo de ganadería, según el viceministro de Medio Ambiente).
El conflicto de esta cita radica en la disparidad de criterios para fijar ese límite de reducción de temperatura.. En total son 108 que llegarán a París con ese objetivo, del 1.5º C, entre ceja y ceja. Muchos de ellos están en pleno proceso de desarrollo y buscan mantener la vasta industrialización, y todo lo que implica, sin tener que cambiar radicalmente. Durante la reciente cumbre del G20, India y Arabia Saudí pusieron en duda su apoyo a esa cifra del 1.5º C y, en consecuencia, tampoco avalarían la del 2º C.
Este tema, sin duda, será uno de los óbices más complicados que se sortearán en la COP 21. En todo caso, la temperatura seguirá aumentando y al final, según la ONU, subirá como mínimo 2,7º C. Por ello es fundamental que los países fijen metas individuales y sean monitoreados durante este esfuerzo para que se reduzca la temperatura global tal como lo propone la UE y China, mediante un “acuerdo dinámico” (revisión de alzas cada cinco años)
Y es clave que esas metas individuales vayan de la mano con la voluntad de los países para aportar, realmente, a esta lucha planetaria. El modelo de sanciones que se planteó en Kioto no fue exitoso y por ello se incumplió lo proyectado. Combatir el cambio climático implica la plena voluntad de los actores y no su actuación por políticas disuasorias.
Ahora bien, tanto las medidas de mitigación como de adaptación tendrán que ser protocolizadas en un tratado. Aquel podrá tener elementos vinculantes y no vinculantes. Se espera que los compromisos de mitigación, los objetivos de los dos grados, a largo plazo, y el de la reducción de emisiones al 50% a mediano plazo, sean parte de lo que van a firmar y ratificar los países en sus órganos legislativos.
Así el secretario de estado norteamericano, John Kerry haya lanzado que el acuerdo no será "tratado" y que no tendrá "objetivos de reducción vinculantes como Kioto", la esperanza sigue firme y con la plena seguridad de que si va ver tratado. Porque esa es la única hoja de ruta válida para combatir el cambio climático. El mundo no aguanta otro fracaso como el de Copenhague.