El presidente sirio Bashar al Asad, inflexible después de más de 17 meses de conflicto devastador, se mostró decidido a ganar la guerra frente a la rebelión, aunque admitió que le llevará tiempo, en declaraciones emitidas este miércoles en una televisión favorable a su régimen.
Mientras Siria sigue devastada por la violencia que ha dejado decenas de miles de muertos, ha obligado a huir a cientos de miles de personas y ha destruido una parte de sus infraestructuras, Asad mostró claramente que no está dispuesto a ceder, a pesar de los numerosos llamamientos a abandonar el poder.
"Puedo resumir (la situación) en una frase: avanzamos, la situación en el terreno es mejor, pero todavía no hemos ganado. Esto necesita todavía tiempo", dijo en una entrevista a la cadena privada Ad Dunia, favorable al régimen, que será difundida íntegramente este miércoles por la noche.
El presidente, que presume del apoyo de la mayoría de la población para acabar con los rebeldes, admitió "numerosos errores" de su régimen pero aseguró que, pese a ello, existía "un vínculo sólido" entre el poder y el pueblo.
En vísperas de una reunión ministerial del Consejo de Seguridad de la ONU, el jueves en Nueva York sobre la ayuda humanitaria a los refugiados sirios, Asad consideró "irreal" el proyecto de una zona de seguridad en Siria evocado por las potencias occidentales y Turquía.
Desde el inicio de la revuelta en marzo de 2011, que con los meses se fue militarizando, el régimen de Asad cuenta con el apoyo de Rusia y de China en el Consejo de Seguridad.
Desbordada por el éxodo de sirios, Turquía ha multiplicado los llamamientos a la creación de estas zonas de protección cerca de su frontera y dijo esperar que el Consejo de Seguridad "actuaría" para albergar a los refugiados "en campos" en Siria.
Asad se burla de los disidentes
El presidente Asad incluso se burló de las defecciones de altos responsables políticos y militares que han sacudido a su régimen en los últimos meses, incluida la del primer ministro Riad Hijab y de varios diplomáticos y numerosos generales.
"Los patriotas y la gente de bien no huyen, no abandonan la patria. Finalmente esa operación es positiva, es una operación de autolimpieza del Estado, en primer lugar, y de la nación en general", lanzó.
Las intervenciones de Asad son poco frecuentes desde el inicio de la revuelta, desencadenada por manifestaciones pacíficas a favor de reformas democráticas pero transformada en rebelión armada ante la brutal represión del régimen.
El 26 de agosto, ante un emisario iraní ya prometió vencer a la rebelión "a cualquier precio".
Irán, principal aliado del régimen en la región, acoge el jueves y el viernes una cumbre de No Alineados en la que participarán el primer ministro y el jefe de la diplomacia sirios.
El régimen de Asad nunca admitió la magnitud de la protesta que se inició en el marco de la Primavera Árabe y acusa a la oposición y a los rebeldes de ser "bandas terroristas" vendidas al extranjero, mientras sus tropas siguen bombardeando y atacando a los rebeldes en numerosas ciudades, incluida Damasco.
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), los principales frentes donde siguen los enfrentamientos son el de Damasco y de su periferia y los de Alepo (norte) e Idleb (noroeste).
Al menos nueve personas, incluidos siete civiles, murieron por la violencia en todo el país, según un balance provisional de esta ONG.
Ataque rebelde con artillería
Los rebeldes afirmaron haber lanzado un ataque con vehículos blindados, generalmente recuperados tras las deserciones de militares, contra el aeropuerto militar de Taftanaz, entre Idleb y Alepo, y destruido cinco helicópteros.
Pero la televisión estatal afirmó que las fuerzas armadas habían repelido el ataque y matado a varios "terroristas".
Según el diario privado Al Watan, cercano al poder, el ejército sigue con su "operación de limpieza" en Alepo, donde los combates duran desde hace más de un mes para intentar tomar el control de esta ciudad estratégica.
En la periferia de Damasco, en Zamlaka, la agencia oficial Sana informó que "terroristas" mataron a mujeres y hombres "a la vista de los habitantes" y colocaron sus cuerpos en una mezquita, antes de colocar explosivos en el lugar santo.
"Los terroristas van a hacer explotar la mezquita y acusar al ejército (...) de perpetrar una masacre para provocar reacciones internacionales en contra de Siria en víspera de la reunión" de la ONU, dijo la agencia.
En la capital, el miedo y el cansancio se instalan. "Sigo en contra del régimen pero seguir con la guerra es un suicidio colectivo", afirma Mohama, un empresario sunita.
En más de 17 meses, más de 25.000 personas han muerto según el OSDH y cientos de miles de sirios se han refugiado en los países vecinos, principalmente en Jordania, Turquía y Líbano.