Comunidad transatlántica y nuevo orden mundial | El Nuevo Siglo
Domingo, 23 de Diciembre de 2012

Por Juan Carlos Eastman Arango

 

Regiones como Centroamérica y el Caribe aparecen como las más  vulnerables al colapso de sus Estados  Las que tienen mayor capacidad de producir conflictos y exportar inseguridad global serían el Medio Oriente y Asia del Sur.

Desde  hace cerca de 50 años, la sociedad internacional debate alrededor de la crisis y decadencia de Estados Unidos, no solo a partir de la experiencia doméstica –como percepción creciente de sus ciudadanos y de las relaciones entre los Estados de la federación- sino también como evidencia internacional. Los análisis y sus proyecciones futuras, asociaron la crisis del capitalismo mundial con el debilitamiento estadounidense. En la medida en que transcurrieron las décadas desde el colapso de la confianza colectiva alrededor de los años 1973-1974, las épocas de recuperación y prosperidad y su activismo global -republicanos con Ronald Reagan y demócratas con William Clinton- no lograron incidir en la tendencia decadente de su poder mundial.

La actual administración de Barack H. Obama sigue arrastrando la penosa herencia, sacudida por los límites de sus propias recetas económicas para superar las debilidades estructurales. Por su parte, dos décadas después de su despegue prometedor, la Unión Europea padece una profunda crisis económica y de credibilidad, sumándose a la problemática estructural del sistema global, el capitalismo realmente existente.

Simultáneamente, desde aquella década de 1970, diferentes centros de estudios, comisiones gubernamentales y no gubernamentales y organismos especializados privados y multilaterales han recreado los “futuros posibles”, y en algunos casos, “deseables”, de acuerdo con los intereses nacionales o regionales, y con sus capacidades para defenderlos o imponerlos y para adaptarse a los cambios. En uno y otro caso, las sociedades históricas de “Occidente” enfrentan desafíos internos y externos de gran envergadura, y su lectura del mundo posible y buscado es importante para aquellas sociedades que ocupan lugares dependientes, vulnerables y periféricos aún en esta importante fase de la transformación de las relaciones internacionales del siglo XXI.

Uno de esos organismos es el Consejo Nacional de Inteligencia -parte de la denominada Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos-, que hace pocos días publicó su informe sobre el futuro de la sociedad global para el año 2030 y el lugar de Estados Unidos en las nuevas relaciones. La Unión Europea, por su parte, desde inicios de la década pasada, también se sumó a la elaboración de estas proyecciones futuras.

Sobre las “tendencias globales”

La producción de carácter público del Consejo Nacional de Inteligencia, es decir, aquellos estudios e información que no es reconocida institucionalmente como reservada y secreta, está constituida por una serie de documentos de prospectiva denominados “Tendencias Globales”; El primero de ellos se conoció en 1997, y desde entonces, se han publicado cuatro más (en 2000, 2004, 2008 y 2012). En general, los documentos pretenden recrear la eventual materialización de las tendencias que pueden ser reconocidas en cada uno de los momentos de su respectivo “presente”, en un lapso de tiempo que se extiende entre 13 y 17 años hacia el futuro.

En noviembre de 1997 se publicó “Tendencias globales 2010”; en diciembre de 2000 el turno fue para “Tendencias globales 2015: un diálogo sobre el futuro con expertos no gubernamentales”; el siguiente fue publicado en diciembre de 2004, y recibió el título de “Mapeando el futuro global: informe del proyecto 2020 del Consejo Nacional de Inteligencia”; y el cuarto informe fue publicado en noviembre de 2008, y llevó por título “Tendencias globales 2025: un mundo transformado”.

Una de las bondades del futuro, como escenario de realización de actividades, intereses y contradicciones humanas organizadas, es que no existe. Existirá, pero no hay forma de asegurar ni garantizar que el futuro que imaginamos, deseamos o tememos llegue a ser una realidad concreta y tangible. Diseñarlo y conquistarlo sí es una aventura humana esencial para su sostenibilidad. Finalmente se trata de intervenir, de forma consciente y deliberada, en el curso de los acontecimientos, y de acuerdo con las visiones de orden y sociedad, y de los intereses, influir decisivamente en su realización y administración.

Visiones futuras transatlánticas

En 2010 publicó el informe “Gobernanza Global 2025”, resultado del análisis compartido con el Instituto para Estudios de la Seguridad de la Unión Europea Este documento advertía que esa gobernanza, entendida como “la gestión colectiva de los problemas comunes a nivel internacional”, experimentaba una coyuntura crítica, debido a la incapacidad de las organizaciones internacionales y los gobiernos para enfrentar la complejidad de los numerosos asuntos de la agenda internacional

En ese documento, llamaban la atención sobre las nuevas características de la interdependencia, y las tensiones previsibles en el agónico sistema internacional por la emergencia de un mundo multipolar. Como rasgo dominante de esta tendencia se destacaba la influencia creciente de Estados identificados como “poderes emergentes”, y la irrupción cada vez más visible y consolidada de “Actores no Estatales” con influencia en la política internacional, nacidos, unos y otros, de una globalización acelerada.

Desde el Consejo Nacional de Inteligencia se valoraba muy positivamente este esfuerzo conjunto; significaba que la comunidad transatlántica debía tomar más en serio la puesta en común de valores e intereses estratégicos, fundamentales para administrar los cambios globales.

Uno de los temas más controvertidos y denunciados por observadores y analistas, una vez se divulgó ese informe, fue el correspondiente al impacto de la biotecnología en el “diseño de nuevos seres humanos”, funcionales para el orden mundial futuro, eventualmente orientado y administrado por los poderes transatlánticos del norte. De acuerdo con esos analistas, la comunidad internacional debía estar atenta y vigilante a los eventuales desarrollos y aplicaciones de la siguiente afirmación en el documento en cuestión:

“Además, la biotecnología –que la Oecd potencialmente considerará aumentar el GDPs de sus miembros- puede impulsar nuevas formas de comportamiento humano y de asociación, creando profundas cuestiones de cruce cultural y étnico, que será cada vez más políticamente contencioso. Pocos expertos creen que los actuales instrumentos de gobernabilidad sean adecuados para esos desafíos. Por ejemplo, la directa modificación del ADN en la fecundación es ampliamente investigada con el objetivo de eliminar los genes defectuosos; sin embargo, las discusiones sobre las futuras capacidades abre la posibilidad de diseñar seres humanos únicos con habilidades físicas, emocionales o cognitivas”.

Inquietudes europeas

La Unión Europea ya había incursionado en la elaboración de este tipo de documentos teniendo como base de investigación y debate a su Instituto para Estudios de la Seguridad. Esta agencia tiene su sede en París y fue creada el 20 de julio de 2001. Es un componente importante de la “Política Europea de Seguridad Común”, y en la creación de una nueva cultura de seguridad y defensa. Trabaja también como apoyo de la “Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad”, cargo creado por el Tratado de Lisboa que desde noviembre de 2009; su actual responsable es la laborista británica Catherine Ashton.

En una década, el Instituto ha desarrollado una amplia, diversa y prolífica producción bibliográfica y documental sobre las materias de su interés, así como numerosos eventos, conferencias y grupos de trabajo.

En 2006, el Instituto había publicado un documento titulado “El Nuevo Rompecabezas Global: ¿Cuál mundo para la Unión Europea en 2025?”. El pasado 18 de diciembre publicó su más reciente estudio titulado “Mirar al Este, Actuar en el Este: agendas transatlánticas en Asia-Pacífico”, en el que defiende la cooperación estrecha entre la Unión Europea y Estados Unidos en esta inmensa región para obtener mayores beneficios (económicos, políticos y estratégicos), y asegurar que este despegue del Este no propicie la división del Oeste.

Una de las grandes preocupaciones de la Unión Europea es su marginalidad en el escenario asiático, en particular, frente a la decisión del presidente Barack H. Obama de reorientar los intereses de Estados Unidos sobre Asia-Pacífico.

También la Comisión Europea elaboró un informe titulado “Europa 2020: una estrategia para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador”, que fue publicado en marzo de 2010, en el que José Manuel Barroso, el comisario europeo, afirmaba que “las realidades económicas se están moviendo más rápidamente que las realidades políticas, como hemos visto con el impacto de la crisis financiera. Necesitamos aceptar que la cada vez mayor interdependencia económica exige también una respuesta más decidida y coherente a nivel político. (…) La crisis es una llamada de atención, el momento de reconocer que ‘dejar que las cosas sigan igual’ nos relegaría a un declive gradual, a la segunda fila del nuevo orden global”.

Por su parte, el Consejo Europeo había solicitado el 14 de diciembre de 2007 un informe sobre los desafíos de Europa para los próximos 20 años. El grupo de reflexión creado para ello, entregó un documento titulado “Proyecto Europa 2030. Retos y oportunidades”, en mayo de 2010, marcado por unas tendencias fiables en medio de la incertidumbre generalizada. La conclusión fue dramática: “Lo que vemos no es tranquilizador para la Unión y sus ciudadanos”. Frente a ello, la unidad debe prevalecer y profundizarse. La convocatoria central fue: “La Unión Europea podrá ser agente de cambio y no soportarlo pasivamente”.

Mundos alternativos, Tendencias globales 2030, desde EU

El quinto informe de la serie del Consejo Nacional de Inteligencia fue publicado a comienzos de este mes de diciembre. Reconoce cuatro grandes tendencias, a saber: el empoderamiento de los individuos gracias a la reducción de la pobreza y a la ampliación de una clase media global; la aparición de un mundo multipolar, sin poderes hegemónicos, activo a partir de la construcción de redes y coaliciones, especialmente desde la creación de estructuras regionales; la materialización de un “arco demográfico de inestabilidad” debido al envejecimiento de algunos países que afectará su crecimiento económico, con el 60% de la población mundial viviendo en ciudades, y un incremento de las migraciones; y una vinculación estrecha entre comida-agua-energía, ya que el incremento de la población global –que se espera llegue para entonces a más de 8 mil millones de habitantes- presionará sustancialmente por esos recursos.

La tendencia del poder económico se orienta hacia el este y el sur del planeta; las sociedades transatlánticas del norte, Rusia y Japón quedarían desplazadas. A excepción de este último país, Asia sobrepasaría a Estados Unidos y Europa en términos de poder global, siendo China el país que liderará esta nueva realidad y relación.

El bienestar económico global estará más estrechamente ligado al desempeño y aportes de países como China, India y Brasil, hoy socios de Brics; al lado de ellos, las esperanzas del mundo futuro pasarían también por Colombia, Indonesia, Nigeria, Sudáfrica y Turquía; algunos de ellos son miembros de Civets. Sin embargo, este mundo descansa de igual forma sobre profundas inestabilidades y contradicciones regionales, frente a las cuales, la desconexión o desaparición de Estados Unidos como hegemón alimentario abre una era de conflictos y violencia. Tanto el “momento unipolar” como la “Pax Americana” están llamados a desaparecer de forma inevitable. Estados Unidos, en 2030, eventualmente, será “el primero entre los iguales”.

Para el hemisferio americano, regiones como Centroamérica y el Caribe aparecen como los escenarios más vulnerables al colapso de sus Estados, y en consecuencia, convertirse en santuarios para la actividad de redes de criminales globales y terroristas, y para la actividad de insurgencias locales. Esta perspectiva la comparten con países de Africa Subsahariana. Las regiones con mayor capacidad de producir conflictos y exportar inseguridad global serían el Medio Oriente y Asia del Sur. Las alternativas a este desorden y crisis, en general, pasarían por los avances en la integración regional, valorando esta experiencia como una forma de reducir las amenazas a la seguridad global.

En medio de todas las variables y apreciaciones sobre el futuro de la sociedad global que considera el Consejo Nacional de Inteligencia, tales como pandemias severas, aceleramiento del cambio climático, inestabilidad y colapsos monetarios, incidentes nucleares bélicos o conflictos cibernéticos (Ciber-guerras) e incluso, impactos de tormentas solares, queremos llamar la atención sobre la preeminencia asignada, en América Latina, en los próximos años, a Brasil, y la visibilidad estratégica de nuestro país.

¿Debemos sorprendernos por ello? ¿Estamos conscientes de lo que ello significaría para los ciudadanos de este país? ¿Es una sobrevaloración de las condiciones y oportunidades de este país?

De acuerdo con algunos de los asuntos internacionales y nacionales que experimentamos durante este año 2012, no creemos que los colombianos se hayan dado cuenta del lugar que se les asigna en las futuras relaciones de poder global. Ignoramos si podríamos ejercer este protagonismo como “pivote” con una autonomía relativa, o como potencia “media”, con una autonomía mayor, como algunos dirigentes políticos sueñan hoy.

Debemos hacer algo al respecto, de forma sistemática y sostenida en el tiempo. Es hora de tomar en serio la organización y el ejercicio de la Inteligencia Estratégica, desde lo público. El tránsito a un nuevo sistema internacional será duro y crítico; ese cambio es inevitable. Y nos afectará, queramos o no ser parte del proceso.