Compañeros de La Habana | El Nuevo Siglo
Jueves, 2 de Noviembre de 2017
  • De la candidatura de De la Calle…
  • A la candidatura de ‘Timochenko’

 

Los dos candidatos provenientes del proceso de paz, entre la piñata de aspiraciones en que se ha convertido la contienda por la Presidencia de la República en Colombia, son Humberto de la Calle y alias ‘Timochenko’. Fueron ellos, básicamente, quienes tuvieron la vocería en los acuerdos de La Habana y de allí han dado el salto, que en principio negaron a fin de mostrar transparencia y neutralidad, para entrar en la lisa por el primer cargo de la nación.

Tiene, pues, ‘Timochenko’ el camino libre, porque de tal modo se lo autorizó Humberto De la Calle como portavoz y representante oficial del presidente Juan Manuel Santos. Era, por supuesto, lo que pretendían. Tan así como que jamás se les ocurrió, ni por asomo, que hubiera podido pensarse que al país, en general, le parecía más coherente que los máximos responsables de la guerrilla, una de las más crudas y sangrientas que pueda padecer sociedad cualquiera, primero cumplieran las sanciones mínimas a que se comprometieron en la justicia benevolente que idearon, en Cuba, y que luego de obrar en consecuencia hicieran el tránsito hacia las preeminencias democráticas. Lo anterior, no solo para la Presidencia de la República, sino igualmente para los cuerpos colegiados que, de la misma manera, incluyeron a satisfacción en las conversaciones habaneras. Cinco escaños en el Senado y cinco en la Cámara de Representantes, ciertamente y de antemano, hoy los únicos políticos en Colombia ya elegidos para el período a iniciarse en 2018, sin importar el resultado de las urnas, pues para ellos el ingreso es automático, a diferencia del resto de los 48 millones de nacionales.

Haciendo memoria histórica nunca, o muy pocas veces en el país, se había producido una transacción de este tipo. De hecho después de la Guerra de los Mil Días, por ejemplo, el único parlamentario liberal que entró al Congreso fue Rafael Uribe Uribe, uno de los jefes de la revolución fallida. Lo hizo abiertamente, presentándose a las elecciones sin canonjías o privilegios de ninguna clase. Luego, en el trámite de la legislatura, se convirtió en el mejor de los parlamentarios, utilizando su voz solitaria para generar ideas en torno a la capacitación laboral, en las que décadas después el SENA tuvo origen, o las horas extras y las jornadas dominicales doblemente remuneradas, que más tarde tuvieron acogida en los gobiernos conservadores. En modo alguno, naturalmente, volvió por los fueros revolucionarios y a hacer apología de sus fracasadas gestas anteriores.

De forma más reciente, en el proceso de paz con el M-19, no tuvieron los integrantes de este grupo privilegios electorales dentro del sistema de acceso democrático, al entregar las armas y proscribir su enfrentamiento armado con el Estado, tras una pérdida de la mayoría de sus cuadros. No obstante, ganaron un número sustancial de curules en la Asamblea Nacional Constituyente, de 1991, logrando ser copartícipes en la presidencia de esa entidad. Las encuestas, al contrario de hoy, jugaban en favor de ese grupo desmovilizado que competía de igual a igual con las nuevas o las vertientes tradicionales de la política en el país. Y de ello derivaron otras posibilidades, como la representación en la Corte Constitucional recién creada u otros organismos estatales nuevos.

En esa época, precisamente, los procesos de paz se tramitaban a través de amnistías o indultos. En la actualidad, como se sabe, ello es posible para el grueso de la guerrilla pero no para los máximos responsables de crímenes de guerra y de lesa humanidad adoptados, a partir del Derecho Internacional Humanitario, en el Código Penal colombiano y los protocolos y normativas del exterior debidamente votados en el Congreso. La tesis emanada de La Habana consiste en lograr la mayor cantidad de perdón posible, dentro de esos cánones, para los máximos responsables. Y para ello, como se dijo, inventaron una justicia sin penas, limitándose a sanciones en las cuales basta, a cada tanto tiempo, limpiar la cuenca de un río, reforestar o reconstruir alguna edificación demolida por el terrorismo. Lo que no se sabía es que los máximos responsables podían acceder al Congreso o competir por la Presidencia apenas jurando que algún día se presentarían a ser juzgados de esa manera benevolente. De modo que, visto el caso en la práctica, irán al Congreso martes y miércoles, a plenaria y comisiones, y de pronto el sábado harán justicia restaurativa.

Por ahora, ‘Timochenko’ hará campaña presidencial por todo el país. Y en los debates radiales, televisados y de prensa volverá a encontrarse con su compañero habanero, Humberto De la Calle. Era finalmente lo presupuestado. ¿O no?

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