El exdirector del FBI testificó frente al Comité de Inteligencia del Senado, sin dejar claro cómo el Presidente bloqueó las investigaciones que él adelantaba sobre la conexión de la campaña Trump 2016 con Rusia. Eso sí, contó que Moscú venía hackeando desde 2015.
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Sentado frente a millones de televidentes, James Comey respondió a las preguntas que el Comité de Inteligencia del Senado de Estados Unidos le formuló. Tal como lo habían previsto los analistas, el exdirector del FBI se guardó muchos secretos, confidenciales, pero calificó al Presidente de mentirosos, con un tono que ratificó lo que ya había dicho en su carta del miércoles: Trump le pidió lealtad y él se la concedió, pero en un modo distinto a lo que quería el mandatario.
Frente a Comey, solo en el sillón de los acusados, sin nada más que un corto documento, una corbata rojo y miles de testimonios por contar, miembros del Comité repasaban sus preguntas, que por cerca de tres horas tuvieron respuestas certeras e inmediatas del exjefe del organismo de inteligencias más importante de Estados Unidos. Dicen, algunos, que sus declaraciones fueron ambiguas y confusas, por la distancia entre ellas y lo que un día ante había publicado en un escrito de público conocimiento.
Siete páginas describían sus encuentros con Trump que dieron lugar a ese documento, publicado el miércoles.
Agradable para leer –difícil en un testimonio en papel-, Comey, en un relato lleno de detalles como una catedral barroca, explicó qué habló, qué palabras usó, las tres veces que se vio con el Presidente y las seis ocasiones que se comunicó por teléfono con él.
Con esta antesala, el exdirector del FBI comenzó una larga audiencia que recordó las prácticas del sistema anglosajón de justicia: un acusado inquirido por múltiples sujetos que preguntan y él, de inmediato, responde. Rápido, conciso, Comey dijo la primera vez que tuvo la palabra que Trump era un mentiroso, al anunciar que el FBI era un desorden. “Esas eran mentiras, simple y llanamente”, acotó.
Así comenzó una audiencia que quedara para la historia. Richard Burr, presidente del Comité de Inteligencia, lideró la primera hora, buscando que el exdirector contara hasta el más mínimo detalle. “Él me dijo repetidamente que había hablado con mucha gente acerca de mí, incluyendo nuestro actual procurador general, y había aprendido que yo estaba haciendo un gran trabajo”, relató Comey, explicando que Trump reconocía su labor, por lo que nunca entendió cuando dijo que él “no era competente para el cargo”.
Una cena
El distanciamiento entre Trump y Comey comenzó en la Casa Blanca el 27 de enero, después de una cena en el Salón Verde, donde reciben a los invitados. “Unos momentos después, el Presidente dijo: “Necesito lealtad, espero lealtad”, contó Comey y añadió “nos miramos simplemente en silencio”, escribió en el memorando publicado el miércoles.
Desde entonces, Comey escribió reportes de cada una las palabras que él y el Presidente se dijeron. Sabía, como buen detective, que en los detalles está la trampa o la victoria, pero sin ellos, no podía dar la pelea contra el hombre más poderoso del mundo, investigado por el FBI por la relación de su campaña presidencial con el gobierno ruso.
La prueba reina, que demostraba la supuesta obstrucción de justicia de Trump en el caso ruso, nunca llegó en el testimonio de Comey
Comey reconoció que la entidad dirigía una investigación para hallar pruebas de la supuesta “colisión” entre Trump y Moscú. “Estaba dentro del alcance” de las tareas designadas al FBI, pero reiteró que el Presidente no era objeto de aquella causa, conllevando a la salida de dos hombre importantes de su gabinete, el general Michael Flynn y James Mattis.
A propósito de ellos, aclaró, cuando el senador Burr le preguntó sobre Flynn, que el FBI si tenía una investigación en curso sobre el exasesor de seguridad nacional, que Trump destituyó. Para los analistas esto es sumamente grave porque una persona que estaba bajo investigación criminal contaba con acceso a información privilegiada y confidencial, sin embargo, se mantuvo en el cargo por unos meses.
Rusiagate
Pasaban los minutos y aún no se conocían detalles de la trama rusa, por la que miles de televisores estaban prendidos. De la que todo el mundo quería conocer detalles. Los rusos, sí, los enemigos, en el corazón de la política norteamericana. Impensable.
Sin embargo, la prueba reina, que demostraba la supuesta obstrucción de justicia de Trump en el caso ruso, nunca llegó en el testimonio de Comey, quien se limitó a hablar de la sabida intervención del Kremlin en la campaña, sin incurrir en detalles que validaran el bloqueo de Trump.
“Los espías rusos emprendieron una serie de incursiones cibernéticas en línea y una amplia campaña de desinformación, que en última instancia se dirigían a sembrar el caos para minar la fe pública en nuestro proceso”, declaró, algo que ya se sabía.
Como detalle, contó que la primera intromisión rusa “que me di cuenta de que a finales del verano de 2015”. Desde entonces, hackers presuntamente enviados por el Kremlin atacaron diferentes instituciones en Estados Unidos con el fin de torpedear las dinámicas políticas del país, para un lado, o para el otro, eso es lo que no se sabe.
De eso, no cabe ninguna duda. El mismo Comey denunció que las máximas autoridades en Rusia –las más altas: Putin- estaban al tanto de las prácticas de hackers rusos en Estados Unidos, demostrando que Moscú ha entendido que en el mundo cibernético se puede desestabilizar a un país sin necesidad de enfrentamientos directos.
Por lo demás, Comey decepcionó aquellos que pensaban que a partir de hoy Donald Trump sería citado por el Congreso para iniciar un juicio político por obstrucción a la justica. Al menos, de lo que dijo en público, no se puede inferir que el Presidente bloqueó la investigación sobre los nexos de su campaña con Rusia.
Sin embargo, en audiencia privada en la tarde, el exdirector del FBI pudo haber acusado la supuesta práctica indebida del Presidente. Pero eso sólo lo sabe Robert Mueller, el fiscal delegado para el caso. Mientras, las declaraciones de Comey se pueden tomar como detalles, más no pruebas que certifiquen la obstrucción de Trump.
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