¿Y mañana qué? | El Nuevo Siglo
Sábado, 27 de Junio de 2020

Todo indica que tenemos que prepararnos para responder inteligentemente a las secuelas del coronavirus: los jóvenes adictos a los juegos digitales, horas y horas jugando sin pensar en algo inteligente; las mamás ayudando a sus hijos a parar el año acabando con la paciencia maternal; los gobernantes improvisando políticas económicas sin saber para donde van; los mayores consumiendo alcohol a todas horas, como nunca antes; las mayorías pendientes de las mismas noticias (del día anterior) con algunas variaciones; muchos pensando que apostar que el virus no los va a tocar; el hambre y la angustia de las mayorías de los ciudadanos es “el pan de cada día”…Lo que no se ve son las consecuencias socioculturales, económicas y espirituales de lo que se está viendo, en el mundo entero.

Habrá los que tolerarán que los líderes mundiales -económicos y políticos: los dueños del mundo y los señores de medios de comunicación- hagan lo que les convenga en gana, sin escrúpulo alguno. Y habrá, también, quienes no van a tener con que comer, de que vivir, y se convertirán en desechables: jóvenes y mayores, y habrá quienes propongan soluciones, con pañitos de agua tibia, collares de vidrio, pajaritos preñados. Y claro que habrá quienes darán un grito al cielo y pedirán que el mundo se despierte de la pesadilla que nos espera si no nos preparamos con soluciones radicales, de fondo, que entiendan que (como decían las abuelas que hay que tenerle más miedo a los resabios que les quedaban a los hijos después de las enfermedades que a la propia enfermedad), mundial que estamos viviendo, de la cual somos protagonistas: sin voz ni voto.

Se evidencia el personalismo que privilegia la cultura conciliar: una entrega sincera, mientras que el individualismo amenaza a la civilización del amor que nace de la teoría recta del ethos, siendo el ethos del personalismo, el altruismo que al entregarse a los demás mueve a las personas a entregarse a los otros, a encontrar gozo en ellos”.

Pero, también brilla el individualismo que en nombre de la libertad “establece” su verdad”: lo que le gusta o le es útil: no reconoce la realidad evidente, es egocéntrico y egoísta. Esto se evidencia en el hedonismo que absolutiza los placeres: querer tener en esta vida la mayor cantidad y calidad de placer posible.

Pascal:

1) Si usted creyó que hay un Dios y al morir resultó que no hay un Dios ¿Qué perdió?

2) Si usted no creyó que hay un Dios y al morir resultó que si hay un Dios ¿Qué predio?

3)  Si usted creyó que hay un Dios y al morir resultó que si hay un Dios ¿Qué ganó?