HAY QUE REVIVIR LA CÁTEDRA
La enseñanza de la historia
LA senadora Viviane Morales ha presentado un proyecto de ley que tiene el propósito de revivir la cátedra de historia como asignatura en los colegios públicos y privados. Dice el proyecto que hace 32 años en Colombia desapareció en los currículos escolares la materia de historia como asignatura independiente. “Se integró genéricamente en una asignatura que se llamó ciencias sociales, que contiene de todo: un poco de geografía, historia y antropología.”
La verdad es que la enseñanza de la historia se eliminó como espacio académico independiente del pénsum oficial sin que el grueso de la opinión pública se diera cuenta. Debió adelantarse un debate serio y responsable sobre la conveniencia de fusionarla con el área de las ciencias sociales. Fue lo mismo que ocurrió con la cátedra bolivariana.
Debemos reconocer que esta iniciativa no resultó la más apropiada. Hoy los bachilleres terminan su ciclo académico sin muchas nociones sobre los acontecimientos más relevantes de nuestra historia y, peor aún, sin información básica sobre los orígenes de nuestra nacionalidad. Esta es una realidad incontrastable que debe corregirse lo más rápido que las posibilidades institucionales permitan.
En ejercicios espontáneos resulta muy fácil verificar que nuestros jóvenes bachilleres no saben en qué momento de nuestra historia se separó Panamá de Colombia, ni los nombres de nuestros próceres, ni las fechas de expedición de nuestras constituciones políticas. Tampoco se conocen bien los procesos sociales que han determinado las etapas más importantes de nuestro discurrir histórico. No tengo información sobre los resultados de las mediciones que sobre el conocimiento de esta disciplina haya adelantado el Ministerio de Educación Nacional, pero no hay que hacer mucho esfuerzo para establecer que en este campo tenemos una clara debilidad.
La historia es mucho más que estéril remembranza de acontecimientos pasados o nostálgica compilación de grandezas perdidas. La historia, se ha dicho muchas veces, es la maestra de la vida que nos prepara para enfrentar los retos del futuro y las incertidumbres del presente. Napoleón, que la estudiaba con pasión, la consideraba como la única y la verdadera filosofía, pues, como dice Pirenne, “tal vez la historia no nos enseña lo que debemos hacer, pero si lo que debemos evitar.”
Lo propio ocurre con la historia universal. El desconocimiento de los personajes más destacados de la historia latinoamericana y los protagonistas de los sucesos y episodios más notables de la historia del mundo son muy desconocidos por las nuevas generaciones. Ello no se entiende en un momento en el que hay especializaciones, maestrías y doctorados en historia. La necesidad de profundizar en esta disciplina del conocimiento a nivel de postgrados -también existe como carrera independiente- contrasta con el poco énfasis que se le otorga en la educación básica.
Los conocimientos de historia se confunden con las nociones básicas de la cultura. Hay que saber en qué país vivimos y de dónde proviene, qué continente habitamos y cuál es nuestra ubicación en el mismo. Del mismo modo, cómo estamos insertos en este mundo globalizado. A través del conocimiento de la historia fortalecemos la construcción de nuestra nacionalidad.