SINO TRÁGICO
Veinte años sin Álvaro Gómez
Hace veinte años fuerzas oscuras de nuestra sociedad se confabularon para causarle la muerte violenta a uno de los grandes de la Colombia del siglo XX, el doctor Álvaro Gómez Hurtado.
Fue dramático el final de su carrera y de su tránsito por la existencia. Primero tuvo que soportar el horrendo delito del secuestro y, finalmente, muere asesinado por las balas de los mercaderes de la muerte. Un sino trágico se había apoderado de su destino.
En el atardecer dorado de su vida, luego de su paso por la Constituyente en cuyo cuerpo ejerció influencia decisiva en la creación de instituciones como la Fiscalía General de la Nación, el Consejo Superior de la Judicatura y la Corte Constitucional, se refugia en la Universidad Sergio Arboleda que había contribuido a fundar con el jurista Rodrigo Noguera Laborde y otras personalidades.
En esa casa de estudios Álvaro Gómez venía dedicado a dictar con lucidez una cátedra sobre historia de la cultura colombiana. Disertaba sobre la civilización, la relación entre teocentrismo y homocentrismo; exponía tesis sobre el concepto de Occidente, la Conquista, la Colonia, los partidos políticos, la subcultura del atraso, el arte colombiano y la cultura de la violencia, entre otros temas de interés, que se recogen en tres textos pulcramente editados por la fundación que lleva su nombre y publicados por la Sergio Arboleda.
Periodista, escritor y dirigente político, Gómez Hurtado pertenecía a la estirpe de los luchadores místicos del Renacimiento a quien, más que el poder, lo que le importaba era tener la razón. Y más allá de su condición de conductor de una corriente de opinión nacional, era un pensador que defendía con vigor los valores de la civilización occidental. En su alma anidaba el talento de un artista, de un exponente de las artes plásticas. Por ello tenía una visión estética del mundo.
Álvaro Gómez fue un hombre incomprendido por sus contemporáneos. Sus tesis sobre el desarrollo nacional terminaron siendo aplicadas por otros en la década del noventa sin que nadie se diera cuenta.
En la época del destierro a que fue sometido en los años cincuenta, escribe un libro monumental: La revolución en América; obra de tanta densidad intelectual que se ha convertido en punto obligado de referencia en el debate recurrente sobre los orígenes del nuestra civilización. En este texto Gómez desarrolla la tesis de Hegel en el sentido de que “la historia de las repúblicas sudamericanas es una continua revolución”.
Uno de los mayores homenajes que se le puede tributar a la memoria de Álvaro Gómez es el de hacer los esfuerzos que sean necesarios y que resulten indispensables para que su crimen no quede en la impunidad. Su magnicidio, como el de Luis Carlos Galán y otros colombianos, reclaman verdad, justicia y reparación, no solo para satisfacer los derechos que les asisten a sus familiares próximos, sino al conjunto de la sociedad. Los cuerpos de investigación del Estado tienen esa inmensa responsabilidad con el país.