Bien parece ser que buena parte de quienes se han impuesto la tarea de comentar los asuntos nacionales se abstienen de mencionar algunos temas por no ser redundantes; uno de ellos, por ejemplo es la presunta enfermedad del Primer Mandatario que a todos nos preocupa, pero que ya está clara: no tiene enfermedad que haga temer por su salud. Los exámenes que le han sido practicados han sido claros y contundentes según han informado los médicos, a quienes hay que creerles; está Santos en perfecto estado de salud.
Mala noticia para sus malquerientes que parece ser encabezan quienes se creen los dueños de los votantes que mostraron su voluntad de no estar de acuerdo con la consulta con respecto a lo que se había convenido con las Farc en La Habana y que el Gobierno dispuso fuera sometido al juicio del país a través del famoso plebiscito.
Como no hay mal que por bien no venga me reitero en que el resultado del plebiscito en cambio de haberse constituido en un factor de división del país más bien lo ha sido de unión. Hay dueños para los más de seis millones del No, así como no los hay para los del Sí. Pero bueno, esa situación condujo a volver a barajar el naipe y recogiendo las legítimas observaciones de los que votaron el No se volvieron a reunir los “contendientes” y han generado otro texto que significativamente recoge ideas mejoradas.
Otro tema que ocupa a la opinión pública es el famoso proyecto de reforma tributaria que es como una manera que el Gobierno actual tiene para tratar de enderezar las finanzas públicas y que, como siempre cuando se trata de tocar el bolsillo de los ciudadanos, surgen toda clase de observaciones.
Aunque algunos están diciendo ahora que el Congreso no representa al pueblo colombiano, es una aseveración asaz antidemocracia y desafiante con las instituciones que la hacen valedera. Ese es un buen escenario para que se debatan todos los asuntos de interés nacional. Siempre habrá diferencias de opinión; en esta ocasión me adhiero a la preocupación nacional por resolver el asunto de la intranquilidad que le han creado al país más de cincuenta años de guerra y que si se le da el visto bueno al acuerdo, se iniciará un período de por lo menos una cierta paz.
No se puede estar de acuerdo con extrañar a quienes no encontraron otro medio que las armas para oponerse al establecimiento y a la democracia que nos hemos dado desde la independencia. Naturalmente quienes han cometido delitos de lesa humanidad merecen castigo, pero si queremos paz, es necesaria la llamada justicia alternativa. Qué mejor que darles a los que se rebelaron con las armas, la oportunidad de hacer parte de las instituciones que combatieron. Ejemplos desde la Batalla de Boyacá se pudieran traer a colación; cuando se les dio carta de ciudadanía a los integrantes del M –19, por ejemplo, han demostrado que pueden convivir con el resto de los mortales aportando sus luces en la vida nacional; no ha habido arrepentimiento válido.