Víctor G. Ricardo | El Nuevo Siglo
Miércoles, 11 de Mayo de 2016

No hay que perder la fe

 Dice el refrán  popular que la “fe mueve montañas” porque es un don que ha inspirado pueblos enteros y les ha dado la confianza necesaria para lograr sus objetivos. En nuestro caso, la fe es una característica innata de los colombianos, nos ha permitido salir adelante a pesar de tantas adversidades e incluso portar con orgullo patrio nuestro pasaporte cuando a causa del narcotráfico y la violencia se nos ha tratado casi que como parias en la frontera de muchos países. La Fe ha sido, incluso,  el tema de conocidas parodias, de monólogos ilustres  y protagonista central de aquella película titulada “Colombianos, un acto de fe”.

 

Hoy cuando analizamos distintos aspectos que aquejan la vida nacional como la corrupción, las dificultades económicas que hay que decir afectan la economía mundial, la falta de institucionalidad, irresponsabilidad y nula profundidad de nuestros partidos  y dirigentes políticos que anteponen intereses personales, la conocida mermelada al bienestar colectivo olvidando el ideal y objetivo de construir un Estado sólido, de promover gobiernos que trabajen en consenso por los intereses de la patria, de apoyar soluciones que derroten la corrupción y la impunidad y de encontrar fórmulas para construir equidad y desarrollo social y económico, el futuro se ve oscuro y tenemos que hacer un urgente llamado a nuestra Fe de país para que Colombia no naufrague en el intento de buscar la terminación del conflicto armado y lograr construir la paz que tanto nos merecemos.


Todos los colombianos anhelamos la paz, es nuestro merecido premio a años de terror que se han saldado con miles de familias rotas, con cientos de desplazados que se han visto abocados a abandonar sus tierras, que nos ha impedido disfrutar a plenitud las maravillas naturales de nuestro país y que nos ha dejado el estigma del narcoterrorismo. Pero y como tantas veces hemos resaltado en estos escritos, esa paz no es posible si antes nuestros gobiernos  no dan solución a los temas que nos afligen día a día, a la inseguridad que ronda nuestras ciudades, a la lentitud de nuestra justicia, a la urgencia en erradicar la impunidad, la corrupción, a que existan castigos ejemplares para quienes infringen la ley o se enriquecen a costa del hambre y la pobreza de nuestros conciudadanos y por sobre todo a entender que solo cuando la paz es vista y entendida como una política de Estado y no de gobierno es viable.

 

Por ello estoy seguro que cuando conozcamos el alcance total de los pactos, se garantice el reconocimiento de las víctimas y su reparación, nuestra Fe de Colombianos obrará el perdón y nos permitirá unir esfuerzos y trabajar por ese objetivo común de construir una cultura sin violencia, es decir cuando logremos modificar la cultura de violencia que hemos creado por tantos años por una verdadera cultura de paz que permita alcanzar para todos los colombianos nuestro desarrollo cultural, político y económico.