Vìctor G. Ricardo | El Nuevo Siglo
Miércoles, 4 de Mayo de 2016

¿Qué hacer con la corrupción?         

LA corrupción que vivimos en Colombia es inaguantable, no importa qué tantos hechos se destapen, la situación continua como si nada hubiese pasado. En consecuencia, por una parte se acrecienta la indignación del ciudadano de a pie y, por otra, frente a la impunidad de muchos de estos casos, se alienta la delincuencia.

 

En días pasados y quizás como resultado de estos hechos, fue noticia y circuló por las redes sociales el vídeo en el que un joven bogotano al encontrarse de frente al exalcalde Samuel Moreno Rojas en una calle del centro de la ciudad y verlo sin esposas, decidió arremeter a insultos contra éste. En su defensa alegaba que fue tanta su rabia al verlo que le dieron ganas de pegarle. No comparto con el muchacho su reacción, pero es un claro ejemplo del agotamiento que sentimos los colombianos ante tanto escándalo y que lleva a que se pierdan los estribos y protagonicen acciones de verdadera intolerancia, porque lo cierto es que en nuestro país estamos acostumbrados a que al ladrón de gallinas le cae todo el peso de la ley pero al ladrón de cuello blanco solo lo cobijan ventajas y reducciones de pena.


Los colombianos necesitamos recobrar la confianza en nuestro sistema judicial, saber que quienes cometen un delito pagarán por sus actos, que se les tratará como reos y que esto servirá de ejemplo a los funcionarios públicos y particulares que en su relación con el Estado puedan llegar a actuar contra los intereses que son de todos. En otras palabras, que exista una verdadera sanción social y que se tomen medidas al más alto nivel para que el estatuto anticorrupción sea producto de un compromiso de todos los líderes del país, porque no puede haber paz con corrupción, ni existirá seguridad mientras la corrupción este latente entre nosotros. ¿Qué decir del caso de Reficar donde se gastaron 4.300 millones de dólares en reajustes de las obras contratadas o de los actos de corrupción de la Unidad de Protección del Estado? ¿En qué van esas investigaciones? ¿Dónde están los responsables?  Aboguemos porque la ley de transparencia en Colombia sea una realidad y porque a la corrupción se le dé el trato de un delito grave, que no permita rebajas por buen comportamiento o reducciones que lleve a que se paguen penas irrisorias. Esta es la única manera de crear conciencia, de dar ejemplo y educar para que quien considere actuar contra los intereses del Estado, que son los de la comunidad, se lo piense dos veces. La lucha contra la corrupción es además requisito para conseguir crecimiento económico, para fortalecer la confianza de los inversores, para que el mundo nos considere socios seguros y seamos el anhelado ejemplo a seguir en nuestra región.

 

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Cambiando de tema, no quiero terminar el escrito de esta semana sin decir a un amigo y a su familia que lamento profundamente su pérdida. No hay palabras para despedir a un hijo, pero nos queda el consuelo de saber que Felipe Correa está hoy en un lugar mejor.