Para transformar el mundo
Me desespera este mundo que alumbra injusticias en lugar de irradiar justicia, que injerta sufrimiento a inocentes en vez de tender la mano y consolar, que activa el cinismo del poder en nombre de una moral seductora que nos despoja de libertad. Es evidente que tenemos que abrir nuevas vías de comunicación en un mundo global. Pensar de otra manera. Vivir de otra manera. Ser de otra manera, en definitiva. En efecto, necesitamos profundizar sobre las realidades contemporáneas. Lo decía el inolvidable Ramón y Cajal, razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso! En cambio, sugestionar, ¡qué fácil, rápido y barato! Por eso es muy importante despojarse de esos lenguajes falsos, que lo único que causan son desorientaciones.
Pienso que tenemos que retomar el ejercicio del pensamiento crítico, tan unido a la libertad de expresión, para hacer valer las ideas y defender con valentía la verdad, para poder aplicarla al contexto que nos rodea. Por desgracia, todo parece falsificarse, prostituirse a las ideologías dominantes, subyugarse al capricho de los mercados, desnaturalizarse y desvirtuarse de los principios humanos. Son demasiadas las cadenas que nos circundan, poniendo en entredicho la carta de ciudadanía de derechos y deberes, son excesivos los adoctrinamientos que nos denigran y degradan, son monstruosas las cifras de esclavos (hasta los hay que lo son de sí mismos), son colosales también las dominaciones absurdas.
Vivimos en un orbe de adversidades y adversarios. No entiendo esta fiera rivalidad, tan enfermiza como destructora. La irracionalidad nos vuelve al estado de la idiotez. Cuando todo debe girar alrededor del ser humano, resulta que no es así, y nos quedamos tan a gusto. Hemos de implantar estilos de vida que nos lleven a un crecimiento común. Lo indispensable para vivir ha de convertirse en asunto prioritario de humanidad. Esa transformación pasa por desarrollar un ambiente humano, respetuoso con la diversidad cultural, que debe ser consciente de sus deberes y de su cometido, por salvaguardar las condiciones mínimas de vida. Hay que poner punto final a tanto desastre. Ahí está la catástrofe de tantas destrucciones de existencias humanas que se podían haber salvado. Por ser algo reciente, la catástrofe de Filipinas es la muestra de los efectos del calentamiento global. Tanto uno como otro, el suicidio entre seres humanos o el suicidio ecológico, es fruto de modelos inhumanos.
Todo es resultado de un esfuerzo que va más allá de la mera producción, o del mero consumo para vivir, porque entonces se pierde la necesaria relación con el semejante que, al fin, termina por venderse.
*Escritor