VICTOR CORCOBA HERRERO | El Nuevo Siglo
Jueves, 28 de Febrero de 2013

Saber observar la deshumanización del poder

 

“El odio, la venganza e incluso la misma crueldad del ser humano contra sí mismo,  ha tomado la delantera a la justicia”

 

Hemos perdido el don de la observación, de fijarnos en las cosas, de meditar sobre ellas  desde los diversos puntos de vista. El momento actual nos obliga, por si mismo, a dejarnos sorprender por la mirada. El no estar atentos a lo que nos circunda, genera un desinterés que nos deshumaniza. El permanente riesgo de deshumanizárnoslo  que hace es fermentar para luego fomentar  una ideología del mal, que nos volverá más esclavos de lo que aún somos, que ya es bastante. Muchos gobiernos consideran hoy a los más débiles, a los enfermos y empobrecidos, a los inocentes e indefensos, como una carga, que no merecen consideración alguna. Algunos poderes se han convertido en árbitros de nuestra propia vida, moviéndonos a su antojo, e impidiéndonos, sino le somos productivos para generar riqueza, hasta vivir. A mi juicio, con urgencia hace falta una buena gobernanza, una ética de gobiernos, capaces de poner orden moral en el mundo.

Por otra parte, tampoco nadie puede observar por nosotros. Por desgracia, en ocasiones nos dejamos atrapar por una fría indiferencia, que para nada nos conduce a buen puerto. Es hora de abrir los ojos. Si en verdad cultivamos este examen interior, percibiremos la necesidad de abrir los ojos del corazón a tantas necesidades humanas. Es importante recuperar la dimensión humana, denunciar los abusos y descubrir actitudes ilícitas de personas, por mucho poder que aglutinen. Frente a las injusticias no se puede callar. Pienso en la actitud de aquellos héroes del diálogo que nos precedieron, dejando su propia vida o intereses personales, en la lucha por mejorar la vida de todos. Hoy debieran ser nuestro referente.

Cuando los poderes se deshumanizan, lo peor siempre es posible. Hay que parar a esos fanáticos indomables, que se creen los dueños del ser humano. Se siguen recibiendo, en buena parte del mundo, denuncias de violaciones del derecho a la vida y a la integridad personal relacionadas con el uso excesivo o indebido de la fuerza. También continúan la serie de atentados con bombas u otros artefactos sembrando el pánico por el planeta, causando oleadas de sufrimiento y destrucción. Asimismo, el fantasma de la ingobernabilidad europea se enraíza en muchos países europeos, fruto de la grave corrupción de los dominadores.

El odio, la venganza, el rencor, e incluso la misma crueldad del ser humano contra sí mismo,  ha tomado la delantera a la justicia. Cada vez más la práctica democrática se concentra en el poder de las grandes potencias económicas o en los países desarrollados, sin importarles aquellos países pobres, que no conocen la prosperidad de los países ricos. Tenemos que batallar por esta exclusión, porque no exista un club de elegidos, sino un club humano, que vierta todo su trabajo en humanizar el planeta. Queremos sociedades sin frentes ni fronteras, sociedades apiñadas en torno a la especie humana y al imperio del intelecto y la razón. Menos poderes y más sabidurías.

Ha llegado, pues, el momento de servir más auténticamente y de que el poder no nos atrofie. Debemos propiciar un gran cambio en este sentido, hasta el punto de que nada de lo humano nos resulte ajeno. Estoy absolutamente convencido de que ningún poder del mundo puede ayudar a que se progrese al cien por cien. Realmente el mundo lo que requiere son servidores dispuestos a donarse por las causas perdidas. Si alguien se propone algún día sumarse al poder, aún antes de mandar con respeto, debe de servir con encomienda del corazón y de la mente.