¿Neochavismo?
Puesto que el mismo Presidente venezolano se ha encargado de señalar a Nicolás Maduro como sucesor es inevitable preguntarse si habrá estabilidad y continuidad en Venezuela más allá de Chávez.
Para no repetir la historia de Lenin, o Mao, Fidel Castro le enseñó a su discípulo amado que, antes de abandonar el poder, lo mejor era despejar la incertidumbre designando al continuador de la obra.
Pero, claro, consciente de la relación entre alcances y límites, Chávez, a diferencia de Fidel, no optó por su propio hermano, Adán, sino que se inclinó por el paciente y calculador expresidente de la Asamblea y excanciller de la República.
En términos prácticos, Maduro no solo ha sido suficientemente leal y tolerante sino que conoce bien las verdaderas dimensiones de la revolución bolivariana: tanto la interna como la externa.
De hecho, él se ha encargado con la misma devoción de ayudar a consolidar el Partido Socialista Unificado y la Alianza Bolivariana para las Américas.
Conoce perfectamente el papel de Nicaragua y Cuba en el proceso, pero también el de Ecuador y Bolivia, así como la importancia unificadora que tienen los macro proyectos de integración regional orientados por Caracas, es decir, la Unasur y la Celac.
Por otra parte, su innata condición reflexiva le permite entender que el PSUV, en tanto coalición, no funciona del mismo modo que el Partido Comunista Cubano y que se requiere de mucha moderación y paciencia para conservar el frágil equilibrio de poder en ausencia del bienamado comandante.
En resumen, Maduro sabe que bajo su liderazgo, Venezuela corre el riesgo de la atomización de los Balcanes, tal como sucedió cuando el mariscal Tito desapareció como amalgamador.
También sabe que, sin Chávez, el modelo de revolución militarizada al estilo cubano ya no es funcional ni deseable pues la oposición en Venezuela tiene sentido, organización y recursos suficientes.
Por último, sabe que cuando los chinos se vieron enfrascados en el mismo problema, supieron conservar la identidad revolucionaria pero modernizaron al país haciéndolo competitivo.
En definitiva, Maduro puede lograr con el almirante Molero una transición armoniosa hacia la democracia, o una polarización social desgastante y violenta.
Solo que para lograr semejante transición hay dos condiciones iniciales que son insoslayables: respetar cabalmente a la Mesa de Unidad Democrática y dejar de apoyar a organizaciones terroristas como las Farc y el Eln.