Renunciar a reelección ahora
Aunque las realidades son muy distintas, quiero evocar al presidente Lyndon Johnson cuando el 31 de marzo de 1968 anunció que no se presentaría a la reelección.
Él había comprometido a su país en Vietnam y, consciente de la complejidad del proceso, decidió subordinar sus ambiciones personales a la defensa del interés nacional.
Dicho en otros términos, él se aseguró de que su legítima aspiración de ser reelegido no nublara el juicio y no distorsionara la toma de decisiones en un asunto tan delicado para el futuro de su país.
En vez de guiarse por las encuestas de opinión comprometiéndose con posturas que pudiesen resultar más populares que otras, Johnson estimó que era necesario preservar su independencia, objetividad y sindéresis para enfrentar al adversario.
Él, que había sumergido a su país en esa dinámica, supo reconocer todo lo que estaba en riesgo si se obstinaba en hacerse reelegir alterando la realidad para acomodarla a las necesidades de su campaña, fijando plazos y complaciendo a propios y extraños con tal de asegurarse los votos necesarios.
Con suficiente madurez y sensatez él entendió que un proceso tan delicado no podía negociarse en pocos meses, que el futuro de su país, sus empresas y su seguridad no podían someterse al vaivén de los sondeos, a las pujas intra e interpartidistas o, peor aún, a las condiciones y demandas de la contraparte.
Con la conciencia tranquila por haber honrado la obra y memoria de su mentor, Johnson sentía que los logros de su anhelada "Great Society", basada en la unidad nacional, la integración y los derechos civiles, se diluía ante los rigores que Vietnam le imponía a cada paso.
Así que decidió liberarse a sí mismo y liberar a la sociedad entera de todos aquellos factores y presiones que le hubiesen impedido concentrarse limpia y nítidamente en la conducción del problema.
Que es justamente lo que debería hacer ahora el presidente Santos antes de que su afán reeleccionista termine configurando el proceso con las Farc, moldeando los acuerdos que van a firmarse entre bombos y platillos, y subordinando el interés nacional a su interés personal y partidista.