¿Nada se pierde?
El Presidente anda muy preocupado últimamente por convencer a los ciudadanos de que si las Farc no se comportan, sencillamente él se levanta de la mesa y el país no habrá perdido nada.
Pero la realidad no es tan simple y lo que probablemente no ha calculado con precisión es que a diferencia de otros momentos históricos, las Farc saben que ha llegado el momento de transformar (no terminar) el conflicto en Colombia gozando de su nueva y privilegiada condición de interlocutor político válido y refundador del Estado.
Transformar el conflicto significa suscribir acuerdos con un gobierno obsesionado por la idea de la “unidad” y la “reconstrucción” nacional para lograr así el propósito de acceder indirectamente al poder, o sea, sin necesidad de someterse a la voluntad popular en las urnas.
Dicho de otro modo, suscribir acuerdos significa conseguir que el Estado les conceda posiciones clave en la estructura del Estado (y no solo elegibilidad) para pasar de una vez por todas a cogobernar al país.
Cogobernar al país significa enquistarse en el poder sin renunciar a la violencia ni deponer las armas (ya que solo “dejarían de usarlas” de un modo para usarlas en otro), con lo cual, se habrán convertido, no en años, sino en pocos meses, en un verdadero Estado dentro del Estado.
Como Estado dentro del Estado, la organización armada (legal) contaría con sedes propias, células, movimientos, agitadores, activistas, cuadrillas, partido(s) político(s), comités de control social revolucionario, milicias enfocadas al proselitismo (armado), bandas para ejecutar misiones por encargo, funcionarios, dirigentes, ministros, candidatos, embajadas o ventanillas en el exterior, redes internacionales, misiones cooperantes del Alba y, por qué no, fórmula vicepresidencial para un Juan Manuel Santos que -ya sin Angelino-, podría dar de semejante modo la mejor muestra de “reconciliación nacional”.
Expandiéndose de tal manera por dentro de un Estado con inmunodeficiencia adquirida, las energías de las Farc se enfocarían a consolidar (por la razón -y- por la fuerza) la transición de Colombia hacia el Socialismo del Siglo XXI y a estimular la ya proverbial pusilanimidad de la Cancillería para convertir al país en un socio más de la Alianza Bolivariana para las Américas.
En resumen, el proceso ha comenzado y las propias Farc tendrán que hacerlo difícil, costoso, plagado de espinas para que al final, exhaustos después de tanta perseverancia, paciencia y tesón, los colombianos podamos celebrar gloriosamente el triunfo inconmensurable de la paz.