El enganche
El Ministerio de Educación ha dado a conocer su estudio sobre la condición laboral de los universitarios.
Es interesante apreciar que el 81 por ciento de los recién egresados ha conseguido un trabajo antes de seis meses. También es muy diciente que el 50 por ciento de ellos haya logrado un contrato a término indefinido. Y que quienes obtienen mejores salarios sean aquellos egresados de las universidades acreditadas por su elevada calidad académica.
En esa lógica, también resulta natural que la educación continúa sea rentable pues quienes han cursado un doctorado perciben mejores ingresos que quienes tiene maestría y éstos se ven mejor remunerados que los especialistas, profesionales y tecnólogos.
Pero, claro, los hallazgos no diluyen sino incrementan, más bien, los interrogantes de fondo sobre el enfoque que se le está dando a la educación en Colombia.
Por eso no basta con preguntarse por qué los egresados hombres ganan un 15 por ciento más que las mujeres; si está bien o no que un doctorado gane en promedio 5 millones; si a un bachiller le bastan los casi 700 mil pesos que recibe y si estudiar ingeniería de petróleos, electromecánica o geología es garantía de alta remuneración tan solo porque los pocos ingenieros enganchados en ese sector son quienes más altos ingresos registran.
En resumen, tal vez lo realmente importante esté en qué flexibilidad tiene el país para acoger en sus reformas las demandas de los miles de estudiantes que se lanzaron al paro nacional durante el pasado fin de semana, qué valor agregado tiene un bachiller, y qué grado de integración real existe entre las empresas y los colegios, institutos y universidades en la formación de esos estudiantes que siguen prefiriendo las ciencias económicas y administrativas a las matemáticas o las ciencias naturales.
En otras palabras, ¿qué relación es la que existe entre modelo educativo nacional, competitividad y “post conflicto”?
Porque si, para no ir muy lejos, las Farc son las responsables del 40 por ciento del despojo de tierras en este país y so pretexto de las negociaciones en La Habana pretenden legitimar semejante condición, ¿de qué van a servir las becas-crédito especiales que ha anunciado la Ministra para fomentar la formación de jóvenes en el sector agrícola?
¿Tan solo para que todos esos jóvenes terminen poniéndose al servicio de quienes se han adueñado de la tierra mediante la violencia, el terror y la intimidación? ¿O, como sería deseable en una auténtica democracia -es decir, aquella que no negocia sus principios-, para fomentar la libre empresa, el libre comercio y la competitividad internacional mediante la innovación, la creatividad y el desarrollo de nuevos mercados?