PLANETARIO
Camisa de fuerza
Herodes tiene maniatado a Santos con una camisa de fuerza. Paradójicamente, lo trata como a un demente, o a un esquizofrénico que, tal vez sin saberlo, es parte de un complot para derrocarlo.
Durante los últimos años, muchos se negaron a reconocer esa realidad. Pensaban que todo era fruto de imaginación exagerada, o de simples teorías de conspiración.
Pero ahora, cuando centenares de compatriotas están siendo sometidos a vejámenes intolerables, descubren la verdad, y a veces ni vergüenza sienten por su prolongada, obsecuente y supina complacencia con la negociación en La Habana, los envites de Managua y el despotismo de Miraflores.
Dicho de otro modo, los negacionistas que solo se escudan en señalar al defensor del interés nacional como “enemigo de la paz” ya sienten que les faltan fuerzas para seguir defendiendo tanta trampa, estropicio y adefesio.
Por supuesto, los intereses creados y el temor a desairar a un Presidente obsesionado con su proyecto ego-histórico, todavía les limitan a la hora de reconocer el disparate, pero, progresivamente, van constatando en dónde reside la verdad y tarde o temprano actuarán en consecuencia.
De hecho, muchos de ellos se limitan a sostener que si Maduro atenta contra nuestros ciudadanos e incurre en cuanto despotismo sea posible imaginar, es porque quiere tender una cortina de humo, primero, para ocultar el sufrimiento de su pueblo; y segundo, para fortalecerse ante las elecciones de fin de año.
Pues, ni una cosa ni la otra. Porque lo que no quiere ver ese 25 por ciento de la población que aún no se arrepiente de haber apoyado “la distensión”, “el entendimiento” y “la solución negociada” promovida por el eje Santos-Castro-Timochenko-Chávez, es que se trata de un proyecto estratégico y no solo de comportamientos coyunturales y pasajeros.
En efecto, mientras el Gobierno colombiano y su Cancillería siguen soñando con el diálogo con Ortega y Maduro para resolver las controversias en el Caribe, ellos, con certera crudeza vapulean a nuestros humildes servidores públicos con sus pretensiones de llegar muy cerca de las murallas de Cartagena y ejercer completo dominio militar no solo en Coquibacoa, sino hasta bien al norte de La Guajira.
Así que mientras el flamante Jefe de Estado sigue soñando con un acuerdo final, idílico y celestial en Cuba, las Farc fortalecen su control en la frontera con Venezuela valiéndose de sus siameses del Eln, de las amistosas fuerzas venezolanas y de sus florecientes socios de las llamadas Bacrim.