¿Segunda república? (IV)
En esta conversación con Laura Pedraza, el columnista se extiende sobre el proceso de negociación con las Farc en Cuba y reflexiona sobre su participación en la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas instalada en La Habana el pasado 21 de agosto.
Específicamente, ¿cuál será su papel en esa Comisión?
Será un papel estrictamente interpretativo, analítico, profesoral, así que voy a desarrollar un ejercicio de reflexión y de pedagogía social basado en categorías propias de la ciencia política y las relaciones internacionales, que es a lo que me dedico como Profesor Titular en El Rosario.
Por una parte, espero que mis aportes contribuyan a una lectura renovada del conflicto, pero por otra, aspiro a que los diferentes productos de la Comisión se difundan masivamente en colegios, universidades, iglesias, colectivos sociales, movimientos populares, gremios, etc.
Pienso que solo si los ciudadanos podemos debatir el problema en que vivimos, podremos exigir que no se siga usando el terrorismo.
¿Cuál es la importancia de analizar e interpretar el conflicto en Colombia dentro del proceso de negociación?
Insisto en que la Comisión no va a construir una “verdad o versión oficial” del conflicto. Eso atentaría contra la condición profesoral, contra la forma en que yo entiendo la misión del profesor en una sociedad democrática.
Es por eso que no voy a declinar en mis esfuerzos por expresar que la Comisión es una constelación de voces múltiples, de distintos modos de ver y entender la realidad.
En consecuencia, más allá de los resultados de la negociación entre el Gobierno y las Farc, el ejercicio interpretativo de la Comisión es un aporte a la democracia y es útil en sí mismo.
¿Qué beneficios supone la Comisión Histórica en el posconflicto?
Principalmente, que se extienda el pensamiento crítico sobre el conflicto y vaya desapareciendo esa idea de que ejercer la violencia es rentable porque tarde o temprano se recibirán beneficios.
Es más: creo que en cada escuela, en cada grupo social, la experiencia de la Comisión debería replicarse y los documentos que produzcamos podrían ser un buen estímulo para reconstruir la realidad, para entendernos mejor y para exigirles a las minorías violentas que se comprometan objetivamente con los valores de la democracia.
Fin.