VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 21 de Febrero de 2012

Las 7 propuestas de Dolan

Timothy  Dolan es un cura gringo de 62 años, de origen irlandés, regordete, sonrosado, sonriente y bonachón que acaba de ser nombrado cardenal, arzobispo de Nueva York y presidente de la Conferencia Episcopal de los EE.UU.
Con su gorra de beisbolista y tomando café a toda hora, él se empeña en ser humildemente poderoso, sin temor a mofarse de sí mismo: “Ante estos nombramientos espero no inflarme de orgullo tanto como mi barriga”.
Pero Dolan es también de armas tomar. De hecho, él ha sido la voz del Catolicismo que hizo desistir al presidente Obama de obligar a las instituciones de la Iglesia a incluir anticonceptivos en sus seguros médicos.
Recio, cuando hay que serlo, él no se ha ido por las ramas para asegurar que las decisiones presidenciales “no tienen en cuenta ni la Constitución, ni los derechos civiles americanos, ni cuestiones filosóficas como, por ejemplo, qué derecho tiene una oficina del gobierno federal a interferir en los asuntos internos de la Iglesia”.
Y aunque la lucha aún no termina, el arzobispo recibió el encargo de Su Santidad de pronunciar hace pocas horas la conferencia inaugural del debate sobre la Nueva Evangelización que, siendo el tema bandera del pontificado, congrega a todos los 213 cardenales en el Vaticano.
Allí, en el marco del Consistorio y poniendo como ejemplo las películas The Way y De dioses y de hombres, Dolan quiso recobrar a plenitud el espíritu misionero y dio a conocer siete propuestas que -palabras más, palabras menos- pueden ser la clave para que la Iglesia ilumine los tiempos que corren y cada cristiano tenga referentes precisos.
Primero, reconocer que mucha gente sin fe, lo que en realidad está haciendo es buscarla.
Segundo, tener confianza, pero nunca dejarse atrapar por las mieles del triunfalismo.
Tercero, reconocer que la nueva evangelización no tiene por qué girar alrededor de unos contenidos sino de una Persona.
Cuarto, entender que si algo nos dice Jesús, ese algo no es otra cosa que la verdad sobre nuestra propia vida.
Quinto, participar en la nueva evangelización entendida como el amor de Dios por cada persona y el amor a cada hermano.
Sexto, estar dispuesto a dar la sangre por Él, como se expresa en el juramento que cada cardenal hace en su momento.
Y, séptimo, sonreír, porque todo evangelizador y cada cristiano ha de ser, sobre todo, una persona alegre. Alegre porque lo que siente a diario es nada menos que el amor sublime de Nuestro Señor y su dulcísima Madre.