VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 17 de Junio de 2014

Latrogenia (III)


Más allá de los sorprendentes resultados del domingo, conviene seguir estudiando la iatrogenia política de la campaña Santos, es decir, los graves errores cometidos que pueden servir para que en el futuro no se vuelva a polarizar al país teniendo como referente de la democracia a una banda terrorista. En ese sentido, el sexto error del oficialismo fue haber seguido mostrando su complacencia hacia los grupos alzados en armas recibiendo la adhesión del Eln con sus promesas de una negociación similar a la de las Farc, ratificando así que el proyecto estratégico de los terroristas gozaba de la acogida y beneplácito de un Gobierno víctima de su propio invento.
Séptimo, haber agigantado y forzado al máximo la maquinaria institucional y congresional para ponerla al servicio de la campaña, despertando así en el ciudadano un rechazo espontáneo al ver cómo ministros, viceministros o directores de institutos, en vez de dedicarse a su tarea de servir al ciudadano, renunciaban para ponerse a última hora al frente de un proyecto partidista en armonía con una clase política dispuesta a todo tras haber perdido la primera vuelta.
Octavo error, haber caído en disfunciones internas difíciles de superar, como sucedió cuando el expresidente Gaviria, con todo el estereotipo histórico que le identifica, se enfrentó al ministro de Defensa por haber "regañado" al Presidente, como si defender la honra del soldado fuese un pecado genético del santismo y del liberalismo asociado a la corriente radical del Polo.
Noveno, haber estimulado sin rubor alguno la conducta de algunos medios masivos de comunicación y periodistas que, pasando a la historia de la parcialidad y el servilismo mediático, saturaron a la población con sus sobredosis ideológicas en perfecta comunión con los lineamientos de la campaña, con lo cual, hastiaron a un votante que, mucho más culto y perspicaz que ellos, desenmascaró el proyecto y generó sus propios métodos de autoprotección comunicativa.
Y décimo error, haberse convertido en campeón del ilusionismo político mediante una cascada de promesas repentinas y compromisos sectoriales que fueron interpretados como irresponsables y desesperados, dejando ver que el continuismo estaría basado en improvisación fiscal y recompensas, como si el ciudadano no hubiera aprendido la diferencia que hay entre el apetito electoral de un candidato y el aplomo y sensatez que todo bueno gobernante requiere en éste o en cualquier país del mundo.