VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 7 de Enero de 2014

Las lecciones de Sharon

 

“Decálogo de enseñanzas del expremier israelí”

Más allá de las controversias en que se vio envuelto, son varias las lecciones que pueden aprenderse de quien fuera el undécimo primer ministro de Israel.

Primero, que los intereses nacionales vitales son innegociables y deben permanecer imperturbables a lo largo del tiempo.  

Segundo, que los apetitos políticos coyunturales jamás deben opacar a los objetivos estratégicos en los que se basa la seguridad y la defensa de un Estado.

Tercero, que la claridad absoluta sobre las amenazas que se ciernen sobre la sociedad preserva intactos los valores sobre los que se funda el sistema.

Cuarto, que identificar con claridad las estratagemas con las que se comporta el adversario para mejorar sus posiciones político-militares es lo que permite evitar celadas y calcular con exactitud lo que persigue.

Quinto, que en cualquier negociación que se emprende no se le puede conceder al antagonista lo que éste no ha conseguido haciendo uso del terror.

Sexto, que el afán de reducir la criminalidad a corto plazo no puede prevalecer sobre la obligación de evitar que el terrorismo mejore sus capacidades a futuro.

Séptimo, que cuando no está derrotado, un terrorista negocia solo porque sabe que, sin renunciar a la violencia, puede obtener mucho más en una mesa de diálogo que fuera de ella.

Octavo, que en la persistencia estratégica reside la victoria pues dudar, flaquear, conceder, complacer y enaltecer al adversario para que firme acuerdos puede arruinar lo conseguido a lo largo de años de esfuerzo sostenido.

Noveno, que negarse a reconocer la realidad, es decir, las capacidades, apoyos, alianzas, vínculos, recursos, redes, motivaciones, mutaciones y pretensiones del adversario es la vía más fácil para caer en trampas que, como toda trampa, suelen ser terriblemente costosas.

Y décimo, que la asimetría positiva, es decir, la superioridad político-militar con que se cuenta, debe emplearse siempre a fondo, perfeccionarse incesantemente y someterse a innovación permanente para que el ciudadano, suficientemente empoderado y protegido, se convierta en el verdadero defensor de los valores de su democracia.