Guanacaste
Básicamente hay dos tipos de presidentes: los recios, firmes y fuertes, y los dubitativos, pusilánimes y prosternados. Cuando un presidente es del segundo orden, no tiene claro cuál es el interés nacional, no traza estrategias claras, riñe con sus propios generales y progresivamente se ve atrapado por los insurgentes armados y no armados que, curtidos en las trampas del póker, le superan en pragmatismo al identificar con acierto el bluff en que él confiaba. Amedrentado y paralizado por los activistas y agitadores, por el chantaje al que lo tienen sometido en La Habana y por las argucias de los sandinistas ante La Haya, un Jefe de Estado como el nuestro no alcanza a comprender que el problema en el Mar de San Andrés ya no es exclusivamente jurídico sino diplomático y estratégico.
Obsesionado con el criterio legalista, el Presidente esquiva su responsabilidad histórica y se abraza a la idea de que la reserva coralina será respetada por Ortega y sus escoltas, con lo cual, un día amanece diciendo que las pretensiones petroleras de Managua en nuestras aguas “¡son inadmisibles!” y al otro día se amilana al confiar en que (hasta ahora) el adversario sólo actúa al oeste del meridiano 82. Dicho de otro modo, en vez de plantar cara al sandinismo llevando hasta sus últimas consecuencias el traumático fallo de la Corte, confiando en nuestras capacidades diplomáticas incluso en el propio Consejo de Seguridad e incrementando ostensiblemente las fortalezas disuasivas, el Ejecutivo se persigna y se encomienda simplemente a una firma de abogados.
Entre tanto, allá, en la otra orilla del Caribe, una mujer, Laura Chinchilla, presidenta de una nación que no cuenta con ejércitos, enfrenta con templanza y coraje las artimañas con que los sandinistas acuden a cada rato ante La Haya, esta vez para apropiarse de la rica provincia de Guanacaste, y deja absolutamente claro que "están amenazando con cercenarle una importante porción del territorio".
En definitiva, Costa Rica rechaza la violencia pero, valiente y valerosa, recuerda bien el escenario de Santa Rosa y honra la memoria de Llorente, Murillo, Escalante, Mora y Cañas que hicieron por su país lo que un gobernante tiene que hacer cuando los terroristas y filibusteros de hoy quieren quebrar la dignidad y la integridad de nuestras democracias.